“Intento colaborar para que haya menos prejuicios”

Su nuevo disco se llama “Soy pecadora”. Ana Prada dice que busca poder colaborar de alguna manera para que las nuevas generaciones tengan menos prejuicios que sacarse de encima, para que “a la hora de definir su sexualidad no estén sufriendo por si les gusta una nena o un varón”. En entrevista con 180, Prada contó también cómo fue escribir de fútbol durante el Mundial.

Actualizado: 24 de setiembre de 2012 —  Por: Joel Rosenberg

“Intento colaborar para que haya menos prejuicios”

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Ana, ¿de dónde surge esta posibilidad de escribir en el Mundial en una página deportiva?

A partir de “la Negra”, una amiga, conocí a Mariano Hamilton, que es un periodista argentino, director de la Revista Un Caño, fundador de otras revistas relacionadas con la temática del fútbol, y es director de un área de ESPN. Es periodista deportivo. Nos conocimos porque fue a verme a un show en Buenos Aires, después fuimos a comer algo por ahí… Y de repente me llama y me dice “mirá, necesito gente que escriba sobre los partidos de Uruguay en el Mundial pero que no sea periodista deportivo, para una columna que se llama La Otra Mirada”. Y yo le dije: “mirá, de fútbol no sé nada, he hecho deportes de toda la vida y me encanta, y sobre todo cuando juega la selección me re contra copo".

Vos advertías que no era tu cancha y que ibas a hablar de lo que rodeaba al fútbol. Y decías de la fe y la seguridad que se vive en este momento en Uruguay. ¿Desde dónde lo palpaste?

Yo dije “mirá, yo no sé de fútbol, ¿cómo lo encaro? ¿Qué hago?” Y él me dijo “a mí me interesa que vos me cuentes tus emociones, cómo vos lo estás viviendo”. Entonces más que meterme en un análisis sabiondo de fútbol, más que citar a algún comentarista con el que pudiera estar de acuerdo, era describir eso. Me tocó ver algunos partidos en Argentina y otro me tocó verlo con mis sobrinos de 10 y 12 años. Estaban apasionados. Hablé de cómo esas nuevas generaciones estaban viviendo este triunfo de la celeste, porque realmente fue increíble, sobre todo ver un equipo uruguayo jugando tan bien, haciendo más de cuatro pases seguidos…

Vos hacés un link en un par de columnas a determinadas sensaciones que ves en esos adolescentes o preadolescentes y los identificás con una etapa nueva de Uruguay.

Creo que sí. Puntualmente la anécdota era que estábamos mirando la tele, le hicimos un gol a México, íbamos ganando, y todos los adultos dijimos “ahora nos metemos en el área, ¡vamos a aguantar! ¡Vamos a aguantar!”, ese era nuestro sentimiento. Los gurises en cambio decían: “¿Qué vamos a aguantar? ¡Le hacemos diez a estos pataduras!”. Como un atrevimiento, entre comillas, una osadía, una cosa de “podemos más”, estaban agrandadísimos. Nosotros estamos tan cascoteados ya que ni nos animábamos a soñar y decir “vamos a hacerle otro gol”. Ojalá eso se traduzca en todos los planos de este país, de que se puede, porque realmente creo que se puede. A mí me ha tocado andar por distintos lugares del mundo y cruzarme con muchísimos uruguayos que están viviendo afuera, gente emprendedora, gente formada en este país, gente acostumbrada a trabajar con los ritmos que nosotros trabajamos acá, y les va divino en otros países. Entonces decís “¡Wow!”, en realidad estamos como con un buen nivel en todo, solo que somos muy pocos, nuestro mercado interno es muy chiquito, y bueno, nos obliga a veces a buscar fuentes de trabajo afuera. Pero que se nos cambie un poco el chip y empezar a creer en nosotros mismos, agrandarnos un poquito…

Lo primero que me impresionó en el recital en el que prsentaste el disco “Soy pecadora” es que el nombre del disco contrastaba bien fuerte con el ambiente que se vivía en el recital. Tus sobrinos corriendo por ahí, tus papás, la gente de Paysandú que llegaba…

Totalmente, era como una kermesse de familia. Era un ambiente de conciliación. “Soy Pecadora” y a pesar de eso igual me quieren, igual me apoyan, y creo que ahí se condensa un poco la idea. Poder colaborar de alguna manera para que las nuevas generaciones tengan menos prejuicios que sacarse de encima en la vida. Que a la hora de definir su sexualidad no estén sufriendo por si les gusta una nena o un varón, sino por si lo quieren o no. Que no sea eso un condimento extra de sufrimiento. La vida es bastante dura y tener un amor verdadero y poder conseguir una pareja, y desarrollar una familia, casarse y tener hijos, o vivir con una pareja toda tu vida, o el tiempo que sea, es bastante difícil. Si encima uno carga con una mochila de prejuicios enorme, me parece que está bueno de alguna manera, desde el lugarcito que a uno le toca, colaborar con eso.

Vos decís que cuando uno comunica está transmitiendo algo y puede formar opinión. ¿Hay algo más que querías decir con el disco? Vos en una entrevista en Brecha decías “yo no me llamo ni gay ni no gay, yo soy música, hago canciones y me enamoro de personas”. Sin embargo, queda claro que son canciones dirigidas al género femenino, o por lo menos le puede parecer a mucha gente.

Yo nunca salí con una bandera a ningún lado ni tampoco me oculté de nada. Me crié en un pueblo muy chico como es Paysandú. En el amor uno no elige de quién se enamora; si uno pudiera elegir sería todo mucho más fácil. Y lo que hice fue vivir mi vida de la manera más respetuosa a mi entorno, a mis seres queridos, y a mí misma sobre todo. Entonces yo realmente trato de definirme no como gay o no gay, yo soy música, hago canciones y quiero que mis canciones sean lo más universales posibles. Yo hablo de amor, después cada uno aplicará ese tema a su relación particular. No me quiero casar con ningún ghetto y tampoco quiero ser hipócrita de no defender las minorías. Yo defiendo las minorías porque las he defendido toda mi vida. Los negros, los judíos, cualquier minoría que haya sido atacada, me parece que no está bien. Amo la diversidad, amo la mezcolanza, y creo que eso es la riqueza que tenemos. Somos unos tarados si nos encasillamos y cuadriculamos. Entonces no tengo ningún problema en defender las minorías y defender mis amores y mi vida. No me interesa tampoco publicarlo en la Revista Caras, creo que la vida privada de cada uno es la vida privada de cada uno.

No te veo mucho en Caras, igual.

No, no me dan pelota.

(Risas)

Pero quizás esas minorías dicen “tenemos a Ana, es una forma de que nuestro mensaje llegue más”.

De esa devolución también un poco hablaba. Yo me siento muy querida, muy querida por los medios, en Uruguay y en Argentina sobre todo, también me siento muy querida por mi familia, por mis amigos, por los músicos. Más allá de lo que yo sea o deje de ser, la gente me quiere, me respeta, la gente que trabaja conmigo está copada, entonces me parece que a veces está buenísimo poder devolver en ese sentido algo a la sociedad, y si uno puede decir algo que a otro le sirve, que está viviendo un momento de su vida difícil, de definición, de angustia, de sentirse despreciado, y si tenés a alguien que te pone una canción que podés tomarla como herramienta para algo, me parece que en ese sentido sí es una devolución y es la responsabilidad a la que me refiero.

Pero no te ves militando a la cabeza de ciertas causas.

A mi manera creo que estoy militando. Cuando hablo de gente que se encuentra del lado del pecado o de la discriminación, no estoy hablando solamente de homosexuales. Estoy hablando de personas viudas, grandes, que se enamoran de alguien menor, y que viven ese amor oculto, de gente que está añares con alguien casado…

Vos decís que es más abierto.

Yo creo que sí. A parte con Soy Pecadora me ha pasado que se han identificado muchas mujeres grandes, que a la salida de los recitales me dicen “¡Ay, yo también soy pecadora!”. Claro, hay una gran diversidad, por fuera de lo que es la normativa vigente, que en definitiva es bastante hipócrita y bastante poco común, porque la familia tradicional, establecida, perfecta, que dura años de matrimonio, en definitiva es lo que menos está durando hoy por hoy. Yo jorobo con una prima mía que está casada y tiene un hijo: “Yo soy una familia disfuncional”, me dice, “somos los menos los que quedamos”. Entonces de alguna manera flexibilicemos, entendamos, compartamos, no tengamos miedo de sacarnos de arriba determinados prejuicios que lo único que hacen es acotarnos la existencia.

Vivimos en épocas de cambios fuertes. Estamos a poco rato de que se aprobara en Argentina una Ley de Matrimonio Homosexual. Son movimientos impensados. En Argentina se aprobó en el 87’ el divorcio.

Es un país católico Argentina, muy católico.

Y años después pasa a ser un país de vanguardia en esto.

Totalmente, y sobre todo me llama la atención en Argentina donde en las estaciones hay una virgen y todos van y rezan antes de subirse al ómnibus. Es muy católico por un lado, muy mostrador de culo por el otro y todo medio junto. La figura femenina está puesta como en un lugar rarísimo, como de uso, abuso y descarte. Estamos todos acostumbrados a que Marcelo Tinelli esté hablando y haya veinte mujeres semidesnudas bailando alrededor y ni siquiera las vemos. A mí me tocó ser jurado de un programa para la tele de acá de Uruguay, suplente de Lea Bensassón, que se filmaba en Ideas del Sur, y esas muchachas estaban bailando ahí semidesnudas, y cuando las ves en vivo decís “¡Pah! Esto es muy fuerte, esta gente está acá bailando semidesnuda en forma permanente, y ya estamos tan acostumbrados y saturados de estímulos que ni siquiera lo vemos”. Entonces, es como sin darnos cuenta, un uso y abuso de la figura femenina en sus atributos…

¿En Uruguay cómo ves los avances?

Y yo veo que vamos bien.

Está la Ley de Unión Concubinaria.

Es importante en varios aspectos pero no termina de serlo del todo, queda a medio camino. Me parece que es importante sobre todo que se enseñe en la escuela, para que sea otra de las opciones. Después podemos hablar del matrimonio, si estás de acuerdo con el matrimonio o no, más allá de lo gay o lo no gay, ¿qué estamos hablando? Año 2010. Es como que me aburre hablar de lo gay o lo no gay. Vamos a hablar de otras cosas. Hablemos de matrimonio o no matrimonio como compromiso afectivo para toda la vida, de fidelidad y un montón de otras cosas que no se están pudiendo sostener.

Sí, a veces capaz que puede sonar contradictorio, que las parejas gay que han luchado contra ese tipo de instituciones las quieran. O han luchado contra las estructuras tan rígidas y las quieran después.

Lo que pasa que han pasado cosas. Por ejemplo: pareja gay, uno de los dos se enferma o una de las dos se enferma y va al hospital. “No, solo los familiares la pueden visitar porque está en terapia intensiva”. “No, pero yo soy la novia”. “No, usted no es familiar”. Es como que hay que avanzar, estamos muy atrasados. También hay parejas gay que tienen hijos. Hay mujeres que tienen hijos y que son gay. Y ese hijo, le pasa algo a la madre sanguínea, no puede quedarse con su otra madre o su otro padre o su padre-madre, como se llame. Es muy complicado a ese nivel legal. Quizá por ese lado creo que es un avance importante, sobre todo cuando uno se enfrenta a situaciones vitales, situaciones límite, que la familia como institución es la que tiene la prevalencia.

¿Cómo fue tu familia en Paysandú? ¿Cómo era? ¿Cómo se componía?

Mis abuelos por parte de padre fueron maestros rurales y participaron de la República Española, y toda esa intelectualité antes de Franco. Mi abuelo fue uno de los fundadores del plan de escuela rural, después pasaron a ser inspectores de la UNESCO, y pasaron a hacer todos esos programas de educación en América Latina y diferentes lugares. Entonces yo mucho no los vi mucho, porque cuando yo era chiquita, ellos ya no vivían en Uruguay. Después, una hermana de mi papá estuvo exiliada en Venezuela toda la vida por política, y mi otra tía, la tía Lucero, la mamá de Jorge y Daniel Drexler. Con ellos es con los que hemos tenido más contacto, porque compartimos una casa en La Paloma, entonces todos los veranos estamos juntos hasta el día de hoy. Yo me crié en Paysandú por la familia de mi madre, que tiene mucho más que ver con el campo. Mi abuelo era bastante gaucho, ya fundido, cuando yo era chica no teníamos estancia, pero mantenía esa cosa de sus cuentos de campo, su cuchillito atrás en la espalda, le plantaba morrones y tomateras entre medio de las rosas de mi abuela en el jardín y había peleas por eso. Y ahí me viene más lo gauchesco.

Se cuela también en tu arte, en tu primer disco, en Soy Sola.

Ahí está. Y mi padre es ingeniero agrónomo. Y yo soy hija de una familia disfuncional porque mis padres aún se aman y siguen juntos, viviendo en la misma casa, en Paysandú, que es donde yo voy a visitarlos. Tengo una hermana viviendo en Paysandú también. Paysandú sigue siendo mi casa, mi hogar, mi rancho. Hay una canción en la que digo “mi rancho me supo esperar”, porque mi casa es una casa con techo de quincho, sigue siendo… Fue vanguardista cuando la hicieron hace años, y sigue siendo la misma casa.

¿Y hubo ese desarraigo?

Sí, mucho. Yo sufrí mucho cuando vine a Montevideo.

En Montevideo no entendemos que sea tan raro para los del interior.

Yo sentí mucho ese desarraigo, porque si bien viví los males del pueblo chico, también viví los beneficios del pueblo chico. Uno en el pueblo es alguien, la gente habla de lo que hacés bien, lo que hacés mal, entonces de alguna manera el ser nombrado te hace existir. Vos sos. Aparte con la libertad que eso te da: yo tenía 16 años y andaba en auto, en una Meharí que tenía mi vieja, por todo Paysandú, hacía deportes, andaba en el río, navegaba. Tenía una vida muy agitada, muy linda, muy llena de naturaleza. Andaba a caballo todo el día… Y después me vine a Montevideo y me sentí un poco desarraigada realmente, y con bastante discriminación hacia la gente del interior.

Me pasó de estar en la facultad, había empezado Ciencias de la Comunicación, y no sé cómo me vestiría -normal, como siempre- y me acuerdo que una compañera me dijo “¡Ay! ¿Vos sos de Paysandú? Porque yo te veo así vestida y ni se te nota”. Yo pensé “¿cómo tengo que venir? ¿Con dos trenzas y la pollerita…?”. Como que no entendía mucho… “¡Ay, vos sos re cra! Ni se te nota que sos del interior”. ¿Cómo? Sin querer hay un cierto menosprecio. Pero creo que no es así, creo que la gente que ha nacido y crecido en el interior, incluso hasta tiene ventajas.

¿Como cuáles?

La libertad de estar suelto, de experimentar. Yo viví mil aventuras de chica. Hacíamos casitas, manipulábamos herramientas, nos dábamos maña. Esa cosa de contacto con la naturaleza y resolver problemas, lúdicamente hablando, que te va a formando y estructurando la cabeza. A veces en la ciudad está más acotado, porque hay más peligro, hay más autos, hay más robos. Yo me crié libre totalmente. Yo llegaba, revoleaba el portafolio de la Escuela Nº2 José Gervasio Artigas, y era salir a correr, jugar al fútbol con los gurises del barrio, a hacer casitas, a hacer aventuras, todo.