Vásquez, el hombre del placer privado

Tiene menos de 40 años, pero parece más grande. Es escritor, aunque parece un profesor de los serios. Y es colombiano, aunque hace muchos años que dejó su país. Juan Gabriel Vázquez es el último ganador del premio Alfaguara de novela y vino a Montevideo para hablar de su libro ganador: “El ruido de las cosas al caer”. Y, ya que estamos, de su vida.

Actualizado: 13 de febrero de 2012 —  Por: María Eugenia Martínez

Vásquez, el hombre del placer privado

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Su destino era ser abogado, como todos en su familia. Pero tuvo suerte: se dio cuenta de que solo escribir lo hacía feliz. Entonces terminó la carrera y pudo irse a París y hacer un doctorado en Literatura.

Colombia no era, dice, un lugar propicio para hacer novelas. Sin embargo, ese país se convirtió en un tema, acaso el principal, de su prosa.

—Nunca he pensado en temas porque no soy escritor de temas, pero las historias que me han obsesionado son las que tienen que ver con momentos oscuros de nuestra experiencia colectiva. Me ha interesado siempre ese lugar donde la vida individual se junta con la pública, con la historia.

En Europa se casó, tuvo dos hijas y eligió vivir en Barcelona. El 2010 fue un gran año, dice: España fue campeón del mundo y Vargas Llosa fue Premio Nobel. Para coronar la racha, 2011 lo recibió a él con el premio Alfaguara.

Pensó que no lo había ganado, porque el año anterior había sido jurado y sabía que la decisión se tomaba el día domingo. Ese domingo el teléfono no sonó y se resignó. Pero la llamada del lunes le trajo la buena nueva y ese mismo día tuvo que empezar con las entrevistas: fueron solo decenas de los cientos que vinieron y seguirán viniendo.

Tan automatizado está con los cuestionarios que, como la charla viene de músicos y discos, se adelanta y larga: “Si tuviera que elegir alguna cosa para llevarme a la famosa isla desierta, esa que nunca nadie vio, me llevaría las obras completas de Sheakespeare y la canción Eleanor Rigby de los Beatles”.

Pero como nadie había hablado de isla desierta, pasamos a la montaña:

—Escribir una novela es como escalar una montaña. Al principio es muy, muy duro, pero uno llega a la cúspide y luego empieza a bajar. Esa parte de bajada, que no necesariamente es la mitad del libro, cuando estás siendo arrastrado por la historia… Ese dejarse llevar es lo más placentero del mundo.

Trabaja con el estilo Vargas Llosa, a pura disciplina. Muchas veces, asegura, ha llegado a la página 100 y se ha dado cuenta de que todo está mal y vuelve al inicio.

— ¿Qué es lo mejor de ser escrito? ¿Cuál es el mejor momento?

— La literatura es un placer privado. Los momentos de mayor felicidad ocurren cuando estoy solo en mi estudio y las cosas están saliendo bien. Eso es fantástico.

Como lector es obsesivo, cuenta. Por ejemplo, si se metía con Vargas Llosa, leía todo lo que se le cruzaba de él. Y de repente encontraba que Vargas Llosa hablaba de García Márquez y entonces arrancaba con García Márquez y leía todo todo. Y García Márquez nombraba a Faulkner y leía todo Faulkner y así…

Joyce, Borges y los autores del boom en general están entre sus preferidos de esa época. Leí "Cien años de soledad a los 16 años y fue muy importante para mí. Con ese libro pensé: a mí me gustaría hacer esto con mi vida: escribir”.

—¿Te produce angustia la posibilidad de que no se te ocurran argumentos para el próximo libro?

—Los argumentos no son el problema. Si uno se toma el oficio de escritor en serio, la literatura es de los oficios en los que aprendes a medida que avanzas. Puedes publicar cinco novelas fantásticas y el sexto puede ser un libro distinto y convertirse en un fracaso. Grandes escritores publican pésimas novelas.

—¿Pero el premio es una presión sobre la calidad del próximo?

—Al contrario. Haber ganado un público mucho más amplio de repente me da una gran sensación de libertad….

En Colombia lo leen bastante, dice, a pesar de que lo critican porque lleva mucho tiempo afuera y encima opina de política en su columna.

—He sido muy crítico con el gobierno de Uribe y eso genera animadversiones, insultos y todo eso. (Pero opinar) es la parte pública del escritor, es una vieja tradición latinoamericana.

Su día empieza llevando a sus dos hijas de seis años (gemelas) al colegio. Luego, en su computadora, chequea, en este orden, las páginas de El Espectador y El Tiempo de Colombia, y la de El País de Madrid. El resto del día está organizado alrededor del trabajo.

No tiene Facebook ni Twitter ni le interesa. Son una amenaza a su tiempo, dice.

Una vez a la semana da clases en un curso que se llama “El boom latinoamericano en Barcelona”.

—Nunca he ganado un centavo que no venga de la literatura en alguna de sus formas, pero nunca he vivido de mis libros.

—¿Y cuál es tu ambición más grande como escritor?

—Que alguno de mis libros siga siendo leído en muchos años. Eso es lo máximo a lo que puedo aspirar.

—¿Qué te gusta, además de la literatura?

—Una de mis principales preocupaciones es el fútbol. Sigo mucho al Barça y escribo de vez en cuando sobre fútbol.

—¿Te aburre mucho dar entrevistas?

—Me fastidia decir todo el tiempo las mismas cosas. Ni siquiera escuchar las mismas preguntas, sino escucharme a mí con un grado casi de impostura. Trato de no dar respuestas automáticas, trato de que las respuestas sean meditadas, pero no siempre lo logro.

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El ruido de las cosas al caer

Juan Gabriel Vásquez

Editorial: Alfaguara, 2011