Bailando sobre las ruinas

Los griegos en Uruguay festejaron el día Oxi (aniversario de la negativa de rendición ante las tropas de Mussolini) mientras su madre patria se enfrenta a la peor crisis desde, justamente, la Segunda Guerra Mundial.

Actualizado: 02 de noviembre de 2011 —  Por: Maximiliano Guerra

Bailando sobre las ruinas

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Lo que parecía un simple trámite se complicó. Emanuelle Grazzi, embajador italiano en Grecia partió en la madrugada del 28 de octubre de 1940 al encuentro de Ioannis Metaxás, Primer Ministro griego de inspiración fascista, con un ultimatum firmado por el Duce. Lo iba a presentar, Metaxás se iba a rendir, las tropas italianas iban a pasar como perico por su casa y las fuerzas del eje iban a seguir su paso triunfal por Europa y el resto del mundo.

La respuesta de Metaxás fue contundente: “Oxi” (pronúnciese “óji” y tradújase simplemente como “No”). Dos horas después las tropas italianas, que esperaban en la frontera entre Albania y Grecia, atacaron. Entre tanto los griegos, al grito de Oxi!, tomaban las calles armados con lo que tenían.

La resistencia griega logró una suerte de maracanazo bélico al contrarrestar el ataque italiano, avanzar sobre Albania y obligar al Duce en persona a ponerse al frente de sus tropas y pedir apoyo a Hitler, un escenario inédito en lo que iba de la guerra. A la larga Grecia sería invadida, pero esa victoria les costaría caro a los nazis ya que la campaña griega retrasó la invasión a la URSS y permitió a los soviéticos rearmarse y vencer a las tropas del Führer.

“En el fondo es la celebración de una derrota. Heroica sí, pero derrota al fin” afirma Daniel Mosco, secretario administrativo de la Colectividad Helénica del Uruguay, que me cuenta con entusiasmo los idas y vueltas de la historia griega contemporánea frente a un mapa griego dibujado por los alumnos de la escuela.“Grecia fue ocupada y el 10% de la población murió asesinada o por hambruna. La población judía de Tesalónica, mayor colonia del país, desapareció casi por completo. Hacia el final de la guerra los griegos habían logrado liberarse de los invasores, pero sufriendo un costo social enorme. Mucha gente logró huir durante la ocupación y algunos llegaron a Uruguay”.

Uno de los que llegaron fue el cura de la Iglesia Ortodoxa que se encuentra en el predio de la colectividad, en pleno Prado. En ella comenzó la celebración del día Oxi en Montevideo.

Foto: Cecilia Niche

En la pequeña y hermosa iglesia, cargada de imágenes y olor a incienso, el cura leía con tono sacro sus bendiciones para el pueblo uruguayo y griego, frente a un par de decenas de fieles. Son pocos los descendientes que mantienen la fe ortodoxa, por una suerte de criollización metafísica el asentarse en Uruguay los ha ido acercando al catolicismo o al ateísmo.

En el salón contiguo se iba concentrando el grueso de los participantes. La escena era la de toda fiesta de colectividad, sea italiana, española, libanesa o suiza: los descendientes, en su mayoría veteranos, vestidos con sus mejores ropas; los organizadores nerviosos por si se vendieron todos los números y por si se armaron bien las mesas; los mozos yendo y viniendo, el cuerpo de danzas típicas vistiéndose y calentando; los niños corriendo, despeinándose y ensuciando la ropa que tanto costó ponerles; el presidente de la colectividad ojeando el discurso que va a pronunciar en unos minutos; los saludos en el idioma materno, las comentarios sobre los que están y los que no están...

Pero al mismo tiempo el ambiente era inequívocamente griego. Se veía en las mujeres con sus peinados voluminosos, sus pañuelos, sus enormes aretes, anillos y collares, sus rostros tan cargados de maquillaje como la iglesia de símbolos; en los hombres y sus bigotes blancos o sus barbas finas, los ojos claros, la gomina para atrás, la sonrisa y la gesticulación exagerada.

La crisis sobrevolaba la reunión, estaba presente, pero de una forma extraña. Como un manto que cubre todo pero que no pesa ni asfixia. El futuro de Grecia es cada vez más incierto y todos los presentes, en menor o mayor medida, tenían algún familiar o conocido que perdió el trabajo o está en vias de hacerlo. Pero era claro que esa noche iban a festejar y de eso se trataba.

La colectividad misma lo sufre, como explica Mosco: “La crisis afectó a Grecia y a todas las organizaciones del exterior. Fuimos uno de los primeros rubros del presupuesto nacional que se cortó. La ayuda aportada en los últimos años se redujo a cero. La Colectividad ya no pudo cubrir un programa de radio propio, uno de los más viejos de Uruguay, por falta de fondos. También pende de un hilo la futura renovación del plantel magisterial enviado por el Ministerio de Educación, Enseñanza Permanente y Asuntos Religiosos de Grecia, dado que terminado el contrato del maestro actual dentro de dos años, no sabemos si vendrá otro, a pesar que tenemos una firme convicción de que enviarán a otro. Los costos de la alimentación y transporte lo seguiremos cubriendo, dado que la principal preocupación de la Colectividad hoy es la Escuela de Griego, sin perjuicio de todas las actividades culturales que se realizan”. Sin embargo el tono que usa no es trágico, cierra cada frase con una sonrisa y una mirada tirando al qué le vamos a hacer. No va a ser la primera vez que un griego esté en manos del destino.

Foto: Cecilia Niche

Después de los himnos y los discursos de autoridades (que apuntaban a lo mismo: no olvidarse que pasamos por crisis peores, como la que hoy estamos festejando) comenzó la actuación del grupo de danza Hellas Uruguay. No parecía nada distinto a otros grupos de bailes de otras colectividades, sin embargo a medida que el ritmo crecía, la gente aplaudía y las mujeres gritaban ¡Opa! el ambiente se transformaba en otra cosa. Las danzas pasaban una atrás de las otra y los bailarines daban volteretas en el aire, zapateaban, golpeaban el piso, tomaban vino, sudaban, se agitaban y miraban intensamente al público que chasqueaba los dedos y gritaba al ritmo de la danza de Zorba.

Plato principal mediante llegó una banda de música griega y ahora todos pasaron a la pista, los del grupo de danza y los que antes eran el público. Todos bailando cada tema con su danza típica, grupal y en círculos concéntricos, dando vueltas como si no hubiera mañana. Algunos incluso arriba de la mesa.

El baile se extendió por horas, manteniendo un número fijo gracias a la gente que se cansaba y volvía a la mesa a tomar algo y los que ya habían tomado suficiente y estaban prontos para volver al baile. En un momento la banda comenzó a tocar una música más lenta y sólo quedaron dos personas en la pista, un hombre delgado de bigotito canoso y una señora de vestido negro, imponente, que bailaba con una lentitud asombrosa. Eran los únicos dos que bailaban pero cada uno estaba atento a su paso, que era extrañísimo e hipnótico. “Esta es la única danza que no tiene pasos y es individual, por eso algunos la llaman la `Danza del borracho` -me dice Mosco señalándome a la señora de negro- “Y esa que está bailando es la cónsul griega en Uruguay”.

Foto: Cecilia Niche

Yéndome de la fiesta, mientras todos bailaban, se me vino a la cabeza algo a lo que no le había dado mucha atención en su momento. Cuando terminaron los discursos el presidente de la Colectividad tomó el micrófono y con mucha pena transmitió el saludo de su colega en Perú, que por los recortes no iba a poder celebrar el Oxi y les deseaba felicidades a ellos que sí podían festejar.

La crisis es en serio cuando ya no se puede ni bailar.

Fotos: Cecilia Niche y Andrés Barquet