Un viaje por Cuba con ojos “traidores”

“Sistemáticamente mi lugar, mi inquietud, me han ubicado en el lugar de traidor”. En la novela Noveno círculo, el escritor “cubayo” René Fuentes cuenta su último viaje por Cuba, que lo reencontró con un hijo hombre al que tuvo que dejar cuando era un bebé, una madre comunista y un padre muerto al que no pudo despedir. “Me interesa mucho dedicar un libro a la familia cubana, a las contradicciones, a las divisiones irreconciliables”, afirmó.

Actualizado: 15 de noviembre de 2011 —  Por: Redacción 180

Un viaje por Cuba con ojos “traidores”

Sin datos (Todos los derechos reservados)

Entrevista de Joel Rosenberg y Miguel Ángel Dobrich con el escritor René Fuentes, en el programa No toquen nada, de Océano FM.

“Sigo pensando en mi padre, mi padre enfermo del corazón y de angustia por mí, por su único hijo varón y traidor. Mi padre y su resignación de saberme pobre en la pobreza de otra parte. Mi padre y aquella carta de invitación que recibió tres meses después de muerto. Mi padre y su gravedad. Mi padre aquí y yo allá, yendo a la Cruz Roja y llamando a la embajada de Cuba para que me dejaran viajar y despedirnos. Pero no. Aquel domingo 16 de diciembre, a las cuatro de la tarde, en Cuba, sentado en un balance, desgatado, pero con digna calma, él murió. Yo, sin que nadie en ese momento me avisara, lo supe”.

Joel Rosenberg: Este es un fragmento de Noveno Círculo, el último libro del cubano René Fuentes. El escritor narra allí su regreso a Cuba catorce años después de haberse exiliado en Uruguay. Como escuchábamos, la embajada cubana no le permitió regresar cuando su padre estaba enfermo. En el regreso, cuando viajó, estuvo con su hijo que ya era un adolescente, con quien cruzó la isla en busca de Bayamo, su ciudad. Ese viaje, donde también van su esposa e hija uruguayas, es el centro de un libro atrapante donde Fuentes logra contar una historia conmovedora con suma simpleza. Fuentes, que es profesor de redacción en la Universidad ORT, tiene la sensibilidad y la capacidad de los que economizan palabras para decir mucho más. Pero claro, en ese viaje en auto, cruzando una isla en Cuba no podía faltar la música.

René, ¿este viaje en qué año fue?

René Fuentes: Diciembre de 2009. A ver, últimos días de diciembre de 2009 y enero de 2010.

Bien, y encontraste a Polo, este músico que estamos escuchando. Contanos un poco, porque no lo conocías de tu época cubana ni él era famoso.

No, a Polo Montañez lo encontré en Cuba, en el propio viaje. Fue de los hallazgos totalmente buenos.

¿Cuándo decidiste que este regreso a Cuba en diciembre de 2009 y enero de 2010 iba a ser un libro?

Al regreso de Cuba de ese viaje estuve como una semana como perdido, escuchaba la música del viaje este y otros discos, leía muchos de los libros que traje, llamaba más a Cuba de lo habitual, y era como que no terminaba de llegar. Eso me generó una especie de embotamiento, de encierro, de deconstrucción de mi dinámica. Así empecé a escribir. Y empecé a escribir y escribí este libro y dos más de un tirón, en pocos meses. No voy a decir cuántos porque suena un poco pedante pero no lo premedité. El libro salió así, por impulso propio, no lo pude evitar. Es un libro que, realmente, si hubiese podido, lo evitaba.

Miguel Ángel Dobrich: ¿En serio?

Sí. Sí. En la mayoría de mis libros de narrativa, no en todos, siempre hay un estado de encuentro con una parte de mí de la cubanía o de las cubanías que a uno le cuesta ver, reconocer, sobre todo los defectos, errores y demás. Y dolores.

Joel Rosenberg: Pensando en eso, en Noveno Círculo tú decís que el viaje te daba 30 días para reparar catorce años. ¿Qué es lo que te dio o lo que te da la novela?

Más allá de la sensación de culpa, no me interesa el proceso culpógeno de la situación, me interesa el proceso de reflexión que pueden dar los libros. Para mí, si un libro mío me puede servir en algo, primero escribirlo. Primero que todo me considero un artista, un creador, o sea, me sirve expresar lo que siento. La autonomía es lo que escribo. O sea, nunca me propongo “esto está bueno”, “esto está malo”, “esto me va a permitir…”, nada. Escribo el libro, el que viene y el que va, más de uno por vez. ¿Éste qué me dio? En principio eso, poder escribir, poder reflexionar en voz alta, poder asumir o continuar algo que para mí es muy importante. Para mí el hecho artístico literario es un acto identitario profundo, de responsabilidad profunda y de exposición profunda. No me interesa escribir libros solamente estéticamente viables.

¿Te reencontraste con parte de tu identidad en ese viaje?

Sí, claro.

Estuviste catorce años sin ir a Cuba.

Sí, casi quince. Sin poder volver a Cuba. En algún momento traté de volver, no pude, y después ya lo di como un hecho.

Miguel Ángel Dobrich: Y yendo a lo más pequeño, ¿te permitió reformular o acercarte a tu hijo? Es la relación clave en Noveno Círculo, ¿no?

Sí. Claro, exactamente.

Joel Rosenberg: Porque acá se dicen cosas que quizás tú no le pudiste expresar en ese viaje a tu hijo mayor.

Sí…

Miguel Ángel Dobrich: Está el “le dije” y el “le diría”.

Sí, el recurso “le dije-le diría”, eso es cierto. De todos modos, después hemos podido conversar y ya nos hemos dicho…

Joel Rosenberg: Lo dejaste con 2 años y lo reencontraste con 16.

Sí, sí. Más alto que yo. Altísimo, mis hijos son altos.

¿Vos no?

Yo no, soy un hombre de 1,74.

En el libro contás que dejaste un niño de 2 años y te reencontraste con un hombre.

Claro, además a mí me pasaba lo siguiente. Mira, esto no lo he hecho nunca, me alegro, tu lectura del libro me enorgullece y me duele muchísimo, pero me enorgullece porque lo has leído así, sobre todo porque nadie a veces toca esos temas. Algunos de mis libros los he escrito para de algún modo encontrar alguna manera de comunicarme con mi hijo. No por gusto mis dos primeras novelas están dedicadas expresamente a él. O sea, me interesa también decirle: “esta es la historia también desde mi punto de vista, léela alguna vez”. También quizás en esos primeros dos libros de narrativa publicados, ése pudo ser un objetivo expreso: escribir un libro para compartirlo con mi hijo, para hablarlo desde las diferencias, porque somos muy diferentes, y eso no está bien ni mal, somos diferentes y duele, de ambas partes. Y eso para mí es muy importante, hablar de la intimidad del cubano. Es decir, vivimos en una Cuba atravesada, dirigida, sostenida por el discurso político. Y cuando se busca un contrasentido del discurso político es con otro discurso político o con otros discursos políticos.

Yo tengo mi posición política, por supuesto, que es manifiesta en lo que escribo, en lo que hablo, en lo que siento. Pero me interesa mucho y especialmente en esta ocasión, dedicar un libro a la familia cubana, a las contradicciones, a los problemas, a las vicisitudes, a las divisiones irreconciliables que hasta el momento vive cualquier familia cubana. En ese libro no hay nombres para los personajes claves, porque me interesa que en algún momento, como país y como cultura, los cubanos podamos vivir la posibilidad de que cada uno ponga los nombres propios a los personajes de esta historia. Ese hermano, la madre, el tío, el padre… los nombres propios aquí implícitos son evidentemente de mi familia. Yo no me aparto. Ahí somos literatura de la literalidad de la realidad. No de la verdad. Como te decía antes fuera de micrófonos, no me interesa la noción de verdad, la verdad siempre es exclusiva y excluyente, me interesa la realidad. La incisión en la realidad familiar. Y evidentemente hay algunas marcas históricas de hechos históricos, documentados, que es parte de lo que ha incidido en esa realidad.

Migue hacía referencia a lo de tu hijo y a las divisiones, pero también en el fragmento que yo leía hay una parte de lo que vos escribiste que te relacionó con tu padre. Te relacionó y te separó, quizás, aunque parezca contradictorio, porque vos y tu padre tenían posiciones diferentes. Vos lo escribís de una forma muy clara y conmovedora. Cuando llegás al cementerio y conocés la tumba de tu padre, entre otras cosas que contás de la vida de tu padre y la tuya, decís: “Mi padre, mi padre del otro lado de la cerca de la estación de trenes, sabiendo que nos despedíamos para siempre, o hasta siempre, porque su ideología y la mía nos dividen. En la vida y en la muerte nos dividen”.

Sí. Mi padre fue militante del Partido Comunista de Cuba, desde muy joven.

Con su camisa roja siempre.

Sí. Y era así, tal cual. Literal y metafóricamente. Mi madre también. Mi madre se jubiló pero sigue siendo militante del Partido Comunista de Cuba, único partido legal en Cuba desde 1965. Y eso familiarmente en su momento fue un tema de discusión. En su momento, digo, mientras yo vivía allá.

Hay una pregunta que nadie nunca me ha hecho y pensaba profundamente mientras venía hacia acá: ¿Con qué derecho a veces yo escribo lo que escribo en el ámbito familiar? Con el mismo derecho que yo no observo, no critico, en el ámbito familiar, la elección política y social que han elegido los demás miembros de mi familia. O sea, con el mismo derecho que yo no le digo: “No, ¿por qué hacés esto? Si a mí me cuesta, esto, lo otro”, yo no observo nada. Lo que puedo, lo que comparto de lo que vivimos, es lo estrictamente familiar. Y después cada uno que tome sus posiciones, su punto de vista. Sí me gustaría, y es una de mis causas de esfuerzo en esta vida, que este hecho, que esta situación familiar, como la de millones y millones de cubanos, dentro y fuera del país, pueda vivirse sin problemas en el mismo territorio fundante, que es el territorio de la República de Cuba.

Vos lo contás también ahí, contás mucho de tu familia y de sus diferencias. Había una de tus hermanas cuando, la otra estaba en Venezuela en una misión de estas de los cubanos, porque son doctoras. Tus dos hermanas son médicas.

Son médicas, sí.

Ya había viajado una a Venezuela y tuviste la posibilidad de reencontrarte con ella un poco antes.

En el 2004.

Y la otra recién la llegaste a ver en el 2010 porque ya había vuelto de Venezuela.

Sí. Mis hermanas son médicas. Han ido a misiones: unas dos veces a Venezuela, la otra a Mali y a Venezuela. A ver, somos muy distintos, ideológicamente muy distintos.

Pero pudieron convivir ese tiempo en las diferencias, en las enormes diferencias.

Sí. Eso es lo que yo creo que nadie apunta muchas veces. En el fondo, puerta adentro, alegría y tristeza hacia fuera. En esa zona es donde se vencen los preconceptos. Las cubanías se encuentran en una cubanidad más amplia, ¿cuál es? La pertenencia a un ámbito familiar, estricto, donde tenés roles, recuerdos, sensaciones, emociones… y ahí me interesa llegar. También narro desde esa perspectiva para generar una visión también de lo cubano donde sentir en cubano está por encima de los intereses políticos de todos los sectores. Cuba muchas veces de afuera es vista mayormente con una visión muy radical. Incluso yo digo que se pasa a un nivel de la fe los intereses políticos. O sea, incondicionalmente a favor del gobierno cubano o radicalmente en contra del gobierno cubano. Y eso pasa por encima de los sentimientos, del tejido afectivo, emotivo, sensitivo, incluso histórico de lo que es la cultura cubana en todas sus magnitudes. Pero también así el tejido estrictamente familiar es afectado y anulado. Por eso desde ahí me interesa escribir: desde el dolor, pero el dolor no por la culpa, sino el dolor porque de eso no se habla, y de eso hay que hablar. Eso es lo que nadie podría quitarnos.

Miguel Ángel Dobrich: Yo quisiera saber qué te ha dado como ventaja ser poeta a la hora de redactar una novela. Porque hablábamos recién de los componentes trágicos, por denominarlos de algún modo, de Noveno Círculo, pero la forma en la que está redactada la novela no la hace trágica, le da un ritmo y una alegría que hace que uno pueda disfrutar y no padecer esta historia particular. Entonces quisiera saber qué te ha dado ese determinado dominio de la lengua. ¿Cuál es la ventaja de ser poeta a la hora de redactar una novela?

Siempre me denomino, sobre todo, un poeta. Lingüísticamente yo creo que el dominio de la literatura a través de la poesía hace más dúctil el uso práctico de los otros géneros. La palabra “uso” no me gusta mucho, pero acá es importante tenerla en cuenta así, como uso, saber usar un instrumental práctico dentro de un canon y fuera de un canon. Pero lo esencial en este libro, como en otros míos, es el sentido común del cubano.

No hay tema de lo que el cubano no haga una situación tragicómica, está en la naturaleza del cubano. Ese sentido común para mí es muy importante. Muchas veces yo pruebo mis libros, los testeo mientras los escribo. Envío pedazos a cubanos que viven en Cuba y fuera de Cuba. Ahí tengo una noción, una temperatura exacta si funciona o no. El sentido del humor y el sentido de la dimensión, la dosis natural de cómo se percibe eso dentro de una situación entre cubanos. Por otro lado está la visión de la hibridez que incondicionalmente ya vivo, existo y escribo. Narrativa, poesía, Cuba, Uruguay, es decir, territorios y transterritorios literarios, geográficos, culturales, etcétera. Entonces la posición es una necesidad también.

Me interesa mucho que el lector sienta y reflexione sobre el libro. No taparlo con datos, sino darle algunos esenciales y generar un momento de reflexión. Y ahí está también el valor de la poesía. La poesía no se encaja, no se encasilla, no podemos hablar de un solo modelo textual de poesía. Hay poesías más narrativas, poesías más descriptivas, poesías más dialógicas. O sea, la poesía no está en una forma única de las formas tradicionales de los tipos textuales tradicionales. Y eso te obliga a hacer una elección consciente del estilo. O sea, yo redacto muy rápido pero me demoro mucho corrigiendo y nunca quedo conforme. Pero bueno, hay un momento para desprenderse del texto.

Joel Rosenberg: El título, Noveno Círculo, obviamente dialoga con la Divina Comedia, con este círculo del infierno, que es el de los traidores, ¿no?

Sí, el de los traidores.

Porque vos sos un cubano exiliado.

Sí.

O sea, puedes ser visto por algunos como traidor. ¿Por qué es el Noveno Círculo?

Yo soy un tipo muy metódico. En la docencia eso es una necesidad, hay que ser metódico para poder ser libre en la exposición, que no se note que soy metódico. Esa pregunta no me la ha hecho nadie, esperaba que algún día alguien me la hiciera. Es de cajón. ¿Por qué Noveno Círculo? Precisamente, la Constitución actual cubana, que parte de la fundamental, la Constitución de Guáimaro en el proceso independentista de 1869 y de otras posteriores: la Constitución de 1901, la Constitución de 1940, la Constitución de 1974, la Constitución o Reforma de la Constitución del 76, y finalmente la que vivimos hoy: la Constitución de 1992. En fin… En la Constitución actual, en el Artículo 66 del Capítulo 7, dice: “La traición a la Patria es el más grave de los crímenes. Quien la comete está sujeto a las más severas sanciones”, y quien lee la Constitución cubana, acá no tiene que ver ni René Fuentes ni mi criterio ideológico, puede darse cuenta de que es muy lábil desde dónde se sostiene el amor patrio que no conduce a la traición. O sea, en la medida que uno se aparta y no ve el juicio ni el obrar de la cubanía a partir de determinada visión que establece la Constitución cubana –sugiero leer la Constitución cubana actual, está en la web–, la condición de traidor es muy directa e inevitable. Eso ocurre constitucionalmente, pero también legalmente y en el discurso político.

Entonces evidentemente yo a esta altura de mi vida cedo el lugar del patriota a los otros. Aunque yo me considero profundamente un cubano dedicado a Cuba y me considero un patriota también. Pero yo le cedo el lugar de la razón al otro, ¿por qué? Porque sistemáticamente mi lugar, mi inquietud, mi punto de vista de los hechos, me ha ubicado en el lugar de traidor.

Incluso para tu padre.

Incluso para mi padre. Lo cual me causaba mucho dolor. Él me decía: “Escribe otros libros. Escribe una cosa que la pueda mostrar a mis amigos”.

Miguel Ángel Dobrich: Así que en el título no hay una sonrisa, no hay picardía, no hay humor. Hay una especie de: “bueno, está bien, soy traidor”.

Sí, sí, ta, te cedo el lugar de la razón pero dejame dialogar, dejame exponer mis argumentos mínimos, mínimos, por lo menos de lo que no es refutable, o sea, ésta es mi vida. Yo hablo de novelas, pero esto es una novela estrictamente real. Ahí me interesa también la poesía. La poesía es un antídoto directo contra la estupidez humana. Las personas más dañinas no pueden entender, rechazan o desprecian la poesía, o nunca son buenos poetas. Las personas con un sentido de sensibilidad, de intuición de la existencia y cierta dimensión de lo humano, filtran alguna noción de la poesía, o perciben la poesía, aprecian la poesía. O sea, la poesía está en la raíz, en la matriz de todas las culturas.

Joel Rosenberg: Decías “dejame dialogar”, ¿no? Lo decís supongo más hacia lo cubano. ¿Qué ha pasado en Uruguay? ¿Cuántos años en Uruguay?

Quince.

¿Te han dejado dialogar? ¿Cómo has manejado lo de “el gusano”? Porque acá en Uruguay está a flor de labio “el gusano”. No revisé los correos y los mensajes, pero te aseguro que alguno…

Alguno seguro, siempre.

“¿Vas a estar mucho más con el gusano este?”, uno. No te digo que sea de los mensajes que hay en mayoría, pero bueno, alguno será con humor, otro no porque saben que a veces embromamos con eso. ¿Cómo lo has llevado? ¿Cuál ha sido tu diálogo con los uruguayos, con nosotros, a propósito de tu realidad?

Bueno, primero que el adjetivo fijo, ese epíteto de gusano no nació fuera, nació dentro de Cuba. Forma parte o formó parte mucho tiempo del discurso oficial de la Revolución, el que esté en contra es gusano, no es ni siquiera un vertebrado, es un gusano, no es ni siquiera un mal humano, es un gusano. Sí, lo he llevado muchos años. Creo que no le veo fin en el momento. Pero me interesa decir: bueno, mirá, un gusano siente, un gusano tiene una historia familiar, un gusano tiene una visión, un conocimiento de la historia de Cuba, incluso un conocimiento creo que bastante llevadero de la historia oficial y de la otra historia oficial. O sea, siento, vivo, existo, y tengo un sentir y un conocimiento de la condición de cubano. Bueno, si los gusanos somos así, deseo lo mejor para los que son humanos. A favor o en contra.

¿Has tenido mucho problema aquí en Uruguay? Sos de charlar y sos de discutir.

Sí, es un diálogo de sordos. O sea, inicialmente al no conocer la estructura sociopolítica del Uruguay, a veces las discusiones eran más encarnizadas, incluso en medios. Después hay gente que me evita, que me ignora profundamente, y hay otras para las que de a poco, existo. Para algunos existo, para otros no existo. Hay un verbo muy uruguayo, durísimo, por lo menos yo lo conocí acá, que es el verbo de “ningunear”. Me pasa, como puede tocarle a otros. Es una realidad, no la veo mejor ni peor.

Y tuviste unos primeros años bravos acá.

Muy duros, claro que sí. Los primeros años fueron muy duros. Por falta de documentos.

¿Al principio cómo fue? No fuiste recibido rápidamente en ese sentido burocrático.

En la medida que yo no pude volver a Cuba… Yo no traje ni una inscripción de nacimiento. Yo no tenía documentos legales. Entonces tuve que empezar de cero. Una cédula por tres meses, después un año. Y así sucesivamente. Sí, como cualquier inmigrante. En esto yo trato de ser cuidadoso, el rigor del inmigrante cubano es el rigor del inmigrante en cualquier parte. Lo que yo veo más difícil en Uruguay para un cubano de mis característicos es que, por ejemplo, Uruguay me negó el asilo político.

Miguel Ángel Dobrich: ¿Por qué elegiste Uruguay?

No lo elegí.

¿Por qué terminaste en Uruguay?

No lo elegí, se dio la situación. No pude volver. No se me permitió volver. O volvía pero no podía volver a salir. Entonces era una situación que a la larga o a la corta, después de muchos años, iba a ser acá o en cualquier lugar, me quedaba afuera o volvía y no hubiese podido salir más. Los libros cuestan, ¿no? O por lo menos los que escribo yo cuestan. Hay que hacerse cargo a veces inconscientemente, a veces conscientemente, ya tengo edad y creo que años suficientes para hacerme cargo de los libros. En ese momento era más joven. Pero ese libro, inevitablemente, por lo que decía, no estaba ni lo podés encontrar todavía en una librería en Cuba. No es ni mejor ni peor, simplemente incomoda lo que dice.

¿Cuál es el título del libro?

Las trampas del paraíso. De hecho, siempre he dicho, es un libro con muchas deficiencias estilísticas, pero es anecdóticamente muy útil y sincero. Era la realidad cubana de entonces tal cual.

En el Uruguay de hoy, como desde que llegué, repito, Cuba es más vista muchas veces desde una apología o una refutación a ultranza. Nunca hubo un terreno de discusión, nunca he tenido la oportunidad de discutir mesuradamente, reflexionar en voz alta, con interlocutores dispuestos a eso.

Joel Rosenberg: Un trámite de ambas partes.

Sí, de ambas partes. Es a ultranza de un lado o del otro. Creo que ahora me interesa mucho más la comunicación con gente más joven, me siento más en sintonía con ellos. Eso es lo que yo deseo, eso es lo que me parece saludable. Fuera de Cuba para Cuba y dentro de Cuba para Cuba y los cubanos.