El enemigo interior en Malvinas

"Estuve estaqueado ocho horas al lado de dos tanques de combustible mientras llovían las bombas británicas, y mi temor era morir carbonizado", relató a la AFP Darío Gleriano, el primer soldado argentino en denunciar vejámenes de sus jefes en la guerra de Malvinas, hace 30 años.

Actualizado: 02 de abril de 2012 —  Por: Redacción 180

El enemigo interior en Malvinas

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Por Oscar Laski, de AFP

Su caso integra una denuncia colectiva con más de 100 hechos que acaba de presentar el Premio Nobel de la Paz (1980) Adolfo Pérez Esquivel ante la Corte Suprema, para que los vejámenes cometidos durante la guerra de 74 días sean declarados delitos de lesa humanidad.

En medio de los combates, Gleriano, ahora de 48 años, fue atado de pies y manos a estacas clavadas en el suelo fangoso y frío de las islas por decisión de su jefe en represalia por haber procurado comida para él y sus compañeros tras dos días y medio sin probar bocado alguno, poco antes de la rendición argentina, el 14 de junio de 1982.

"Mi jefe, un cabo llamado Pedro Pierri, dijo que me estaqueaba 'para que aprenda la lección'. Estuve ocho horas sobre la tierra helada, hasta que perdí el conocimiento. Mis compañeros me rescataron", dijo Gleriano, entonces de 19 años y que partió a las islas sólo un mes después de haber sido convocado al servicio militar obligatorio con nula preparación.

Su superior ni se inmutó cuando arreciaban los bombardeos británicos sobre las posiciones de su batería de infantería, cerca de Puerto Argentino, mientras estaba inmovilizado y aterrorizado ante la posibilidad de que una esquirla o una bomba incendie los dos tanques de 250 litros de combustible instalados muy cerca de su lugar de castigo.

"Mis compañeros me sacaron del pozo. Estuve un día sin conocimiento, metido en una bolsa de dormir mojada. Me llevaron a un puesto de socorro, pero nunca recibí asistencia médica, sólo tuve ayuda humanitaria de mis compañeros", señaló el exsoldado, hoy empleado del Senado federal.

Al igual que muchos excombatientes, Gleriano considera que la represión que los militares ejercieron contra los opositores políticos en el continente funcionaba del mismo modo con los jóvenes reclutas en el escenario bélico.

"En el continente te hacían desaparecer, en Malvinas te estaqueaban. La máquina represora del continente fue la misma que nos dirigió en la guerra contra Gran Bretaña en las islas", señaló el excombatiente sobre la dictadura que dejó unos 30.000 desaparecidos, según entidades humanitarias, y se lanzó a la aventura bélica cuando se resquebrajaba.

Más suicidios que muertos en combate

Los castigos físicos y psicológicos, la falta de alimentos y de vestimenta adecuada para el frío austral, así como el deficiente armamento y la desorganización, convirtieron a la tropa en carne de cañón del sofisticado aparato militar británico.

Murieron 649 argentinos durante la guerra en la que también fallecieron 255 británicos, pero unos 400 se suicidaron tras el conflicto, más de los que cayeron en combate, ya que 323 perecieron en el hundimiento del crucero General Belgrano, atacado fuera de la zona de exclusión establecida por Londres en el Atlántico sur. Del lado británico, los suicidios también superaron a los muertos en combate.

"La mayor cantidad de suicidios se dieron en los primeros años tras la guerra. Argentina no era un país con historia en guerras convencionales y no había preparación para atender estos traumas, pero entonces tampoco había mucho interés", dijo a la AFP Mario Volpe, en la sede del Centro de Ex Combatientes de las Islas Malvinas (Cecim) de La Plata.

Volpe, titular del Cecim y entonces estudiante de medicina, que se alistó y combatió en la guerra a los 25 años, dijo que "las secuelas de la guerra son permamentes: de repente aparecen hechos disparadores que estaban latentes o hay muertes inducidas, por ejemplo por las drogas o el alcohol".

El hambre, el otro enemigo

La falta de comida en medio del frío austral o las raciones mal distribuidas o que directamente acaparaban los jefes, según las denuncias, engrosaron la larga lista de desatinos de la conducción militar argentina durante la guerra.

Mientras Gleriano estuvo dos días y medio sin comer y fue estaqueado por sustraer comida, otro soldado, Enrique Splitek, comió durante una semana el equivalente a la ración de un día junto a sus compañeros en el estrecho San Carlos, donde estaban bloqueados, sin ropa adecuada y con armas inservibles.

"Salíamos a buscar comida en barracas vecinas, pero la escondíamos para que los suboficiales no nos quitaran todo. Un día encontramos un depósito con alimentos y cigarrillos. Un suboficial se dio cuenta y me la quiso confiscar. No pude más y lo agarré a trompadas", contó con rabia a la AFP Splitek, de 50 años y jubilado de la justicia.

"Los soldados robaban por hambre; los suboficiales por maldad", señaló el exsoldado, quien resaltó que la deficiente alimentación en el conflicto forma parte de las denuncias por vejámenes presentadas a la Corte Suprema.

Oficiales en fuga

El desempeño de la mayoría de los oficiales marcó a fuego a los soldados, ya sea porque fueron abandonados en momentos cruciales o por la falta de interés de sus superiores en el estado de la tropa.

"El jefe de mi compañía, un teniente primero, no recorrió ni una sola vez las posiciones para ver cómo estaban los soldados. Otros jefes fueron nefastos porque desaparecieron antes de finalizar la guerra; se habían ido al pueblo antes que nadie", relata Volpe, presidente del Cecim, una de las más activas entidades de exsoldados.

La impericia de la mayoría de los jefes castrenses argentinos generó hechos como el derribo de un avión propio cuando arreciaban los enfrentamientos cerca de Puerto Argentino, la capital de las Malvinas.

"Formaba parte de una brigada antiaérea y la orden de los jefes era tirarle a todo lo que volaba por la zona. Impactamos un avión y mientras festejábamos, nos comunicaban por radio que era una nave propia. Por suerte, el piloto se pudo eyectar", narró Gleriano.

De su lado, Volpe contó que el 13 de junio, un día antes de la rendición argentina, fueron bombardeados por la artillería británica a unos 800 metros de Mount Longdon y resultó herido en un hombro y terminó con un pulmón perforado por las bombas que explotaban cerca suyo.

"Me hirieron justo en el primer tiempo de Argentina contra Bélgica en el Mundial de España. Logré llegar hasta un camino donde pasó una camioneta llena de heridos. Tuve suerte porque en el hospital me encuentro con un compañero de la facultad de Medicina y entonces me operaron muy rápido", añadió Volpe, quien pese a ser un estudiante avanzado de medicina fue destinado como radioperador.

Reflexivo y algo parco, Volpe sin embargo se emociona cuando recuerda a sus compañeros caídos en combate, cuyas fotos llenan las paredes del Cecim.

"En el recuerdo aparecen aquellos jóvenes que vi momentos antes del combate. Vi sus últimos momentos: algunas sonrisas, algunos miedos, algunas preguntas, algunas despedidas", señaló sobre los 33 soldados muertos de su regimiento.