Miguel Ángel Dobrich

Cosas que te pasan cuando estás con mp3 (o flac)

Lo impalpable versus lo material.

Actualizado: 30 de abril de 2012 —  Por: Miguel Ángel Dobrich

III. Sony hizo negocio con la muerte de Whitney Houston: subió los precios de sus discos en iTunes del Reino Unido, de 4,99 libras a 7,99. Ante las protestas de los compradores, la empresa pidió disculpas y se retractó (tras haber juntado sus cobres).

II. Guns n´Roses tuvo un 86% más de ventas. En sus respectivas plataformas, Google y Amazon ofrecieron los grandes éxitos de la banda en MP3 a 25 centavos de dólar. La “oferta-ta” se tradujo en la venta de 85 mil copias. La estrategia Chiquitolina también se aplicó en los trabajos de Lil Wayne, Drake y el último álbum de Coldplay. Mylo Xyloto estuvo a la venta, por un día, a 25 centavos, y esa semana vendió 100 mil copias. La revista Rolling Stone sostiene que la maniobra provocó un crecimiento del 567%.

I. En 2011 la música digital superó la venta de la música en soporte físico. ¿Qué provocó esto? Que se insista en la inminente muerte del CD@*algo que se repite desde los 90-. Según SoundScan la venta de CDs descendió un 68% con respecto a las ventas de 2008.

Pero, en paralelo al dato, Adele sigue vendiendo con violencia en CD el álbum 21 y la industria reedita obras con contenidos extra y con DVDs a precios gorditos.

0. En su informe anual, la Federación Internacional de la Industria Discográfica sostiene que los ingresos por las ventas de música digital crecieron un 8% a nivel mundial en 2011, dato que se traduce en unos 5.200 millones de dólares.

En la actualidad, los canales digitales representan cerca del 32% de los ingresos mundiales de los sellos. Los grandes mercados perciben más de la mitad de sus ingresos a partir de los negocios digitales: tal es el caso de los Estados Unidos (52%), Corea del Sur (53%) y China (71%). La IFPI estima que en 2011 la compra de descargas -de álbumes y sencillos- ascendió a 3.600 millones a nivel mundial.

Los números pueden ser agotadores. Pero se está ante, por los menos, tres fenómenos: a) el cambio de hábito de los consumidores de música, b) el constante discurso llorón de una industria “en crisis” y c) ante el discurso esquizoide-carpetero de una industria que no se “durmió” como otras industrias creativas (por ellas entiéndase: cine, TV y la industria editorial).

Acceso o Posesión

La música en formato digital está segmentada en dos modelos de consumo: el de posesión y el de acceso. La IFPI afirma que los servicios por suscripción “se expandieron y formaron alianzas con nuevos socios con miras a alcanzar mayores audiencias” -algo que pudo haber notado cualquier usuario de Facebook-. Por su parte, las tecnologías basadas en la “nube” comienzan a reestructurar la manera en que los escuchas administran y almacenan su música. Y, como es de público conocimiento, hay más oportunidades para la Industria encadenadas a la demanda de teléfonos inteligentes y de tabletas. Si a esos aparatos se les suma el wi-fi, damas y caballeros, se está ante un mercado interesantísimo de potenciales consumidores de servicios de descarga y de suscripción.

Las tiendas de descargas constituyen el grueso de los ingresos del rubro digital. Pero los servicios de streaming desde la “nube” tientan a base de ofertas. Apple lanzó en noviembre de 2011 iTunes Match, un servicio que permite acceder a una biblioteca musical desde diversos dispositivos por una tarifa anual de 25 dólares. También en 2011, Google lanzó Google Music, un servicio para la plataforma Android, en donde los usuarios pueden adquirir canciones sueltas o álbumes completos que, tras ser ingresados a la nube, pueden ser reproducidos en streaming en múltiples dispositivos.

En consecuencia, hay vida post Napster y a pesar de la piratería.

Modelo versus Escucha

La industria discográfica tiene múltiples plataformas de negocio. ¿Qué pierde y qué gana el escucha ante todo esto? Está claro que con una tarjeta de crédito y un par de piques básicos se puede acceder, de modo legal, a casi cualquier álbum o canción. ¿Se está ante la fantasía perfecta del melómano o ante una trampa?

La comercialización de canciones individuales descontextualiza las obras; atenta contra el potencial trabajo conceptual de un artista. Como la piratería, la venta de temas “desarraigados” o de álbumes a precios irrisorios promueve una nueva forma de bulimia: se estimula la acumulación, no la escucha.

Ante las faltas de disquerías, el proto-melómano se pierde el placer de revisar: de tocar y explorar álbumes. Además, la música que no está en formato físico desestimula la escucha colectiva -y el diálogo ulterior tras sacar, con método, el nylon del CD-.

Disculpen la anacronía, pero la música digital impalpable es música de walkman. Es música de uno. ¿No extrañan compartir, descubrir y discutir discos con amigos?



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