Ernesto Rodríguez

Crisis en España y Portugal: Contrastes con América del Sur

Observar en directo la crisis en España y Portugal, permite realizar comparaciones con América del Sur, para poder valorar aún más nuestros avances y caer en la cuenta de lo relativo que puede ser todo en materia de crecimiento, integración y desarrollo.

Actualizado: 15 de julio de 2013 —  Por: Ernesto Rodríguez

Después de mucho tiempo, pude concretar unas vacaciones de invierno, disfrutando del verano en la península ibérica, junto con mi esposa. Recorrimos varias ciudades portuguesas y completamos el paseo con la visita a varias ciudades en Galicia, casi una continuación (territorial, histórica y hasta idiomática) de Portugal, y más allá de los paisajes, las culturas y las comidas disfrutadas intensamente, pudimos corroborar -en vivo y en directo, como suele decirse en estos casos- la tremenda crisis que azota al sur de Europa en general y a la Península Ibérica en particular. Desde las conversaciones informales con muchos “sudacas” que viven desde hace mucho tiempo por allá y también con muchos españoles y portugueses que nos fuimos encontrando en el camino, hasta la lectura de algunos rigurosos informes analíticos y las noticias que a diario se iban acumulando a nuestro paso, todo ha servido para medir la dimensión de esta tremenda crisis, y para tratar de imaginar las posibles salidas a la misma, ejercicio nada sencillo, por cierto.

Entre otras cosas, leí tres rigurosos informes, que brindan aportes de gran relevancia y permiten comprender más y mejor estas particulares dinámicas. Por un lado, el “Informe sobre la Democracia en España 2013” con un subtítulo muy claro: “un gran salto hacia atrás”, editado anualmente por la Fundación Alternativas. En simultáneo, un riguroso conjunto de artículos compilado por Raquel Varela sobre “Trabalho, Estado e Segurança Social en Portugal”, que desde su propio título anuncia su claro propósito: “A Segurança Social é Sustentável” (Bertrand Editora). Por último, un estupendo ensayo de Ulrich Beck (el de “la sociedad del riesgo”) titulado “Una Europa Alemana” (Editorial Paidos), que muestra claramente las causas y las consecuencias del protagonismo alemán en estas dinámicas en general y en el manejo de esta crisis en particular.

El Informe de la Fundación Alternativas es lapidario en su diagnóstico del caso español: “Parafraseando al poeta Miguel Hernández -se enfatiza desde el inicio- la gente se ha encontrado en el primer año de gobierno del Partido Popular (PP) con la confluencia de tres heridas: la profundización de una crisis económica que por su profundidad y duración constituye ya el acontecimiento central de nuestra época y que cambiará sin duda la forma de pensar y vivir; una deriva política en la que se pone en cuestión casi todo lo conseguido y ante la cual las principales formaciones políticas no solo no han encontrado modos de consenso, sino que se han visto afectadas por fenómenos de corrupción que han generado decepción y una fuerte alarma social; y un deterioro institucional acentuado, que conlleva la percepción de que pocos de los organismos de los que nos habíamos dotado para convivir en la joven democracia española (desde el más alto de ellos, la monarquía, como forma de Estado, hasta la propia configuración territorial autonómica) continúan vigentes y son eficaces para seguir transitando”. No hace falta brindar indicadores al respecto, pues las noticias diarias nos muestran cotidianamente las “evidencias” del caso. El Informe, de todos modos (disponible en www.falternativas.org, junto a muchos otros igualmente valiosos, por cierto) brinda todos los detalles y vale la pena revisarlo a fondo.

El panorama portugués, por su parte, es aún más crítico, en la medida que se trata de un país con menores niveles de desarrollo relativo que España y que todavía no ha superado algunas vulnerabilidades claves en varios planos relevantes del mismo. Incluso, si se toman en cuenta los notorios avances producidos en este país en las últimas décadas, se puede caer en la cuenta de que los mismos se han ido acumulando -apenas- desde 1974 (año de la “revolución de los claveles” que dio inicio al ciclo democrático) y que se vieron reforzados a partir de 1986 (con el ingreso a la Unión Europea). La actual crisis, por tanto, encuentra a Portugal con muchas asignaturas pendientes y con una notoria falta de consensos sobre cómo salir de la crisis (evidenciada, una vez más, con la reciente crisis política, todavía sin resolver en estos momentos).

Ya se conocen muchos informes analíticos sobre la crisis en el mundo industrializado en general y en estos casos en particular. En general, todos coinciden en señalar que las soluciones que se están intentando poner en práctica (más recortes, más ajuste …) no solo no brindan las soluciones esperadas sino que ahondan -incluso- la crisis existente. Importantes economistas como Joseph Stiglitz y Paul Krugman, entre otros, han demostrado fehacientemente por qué no se sale (ni se saldrá) de la crisis por esta vía y hasta qué punto lo que habría que hacer es -exactamente- lo contrario, poniendo en práctica medidas “contra cíclicas”, incluyendo grandes inversiones públicas y programas sociales que permitan reactivar la economía. Y otro tanto han planteado las y los ciudadanos movilizados en un gran abanico de movimientos y “movidas” sociales (incluyendo al conocido 11M) que ven con gran indignación, cómo se salvan bancos (que han sido responsables de la crisis) mientras no se brinda ninguna ayuda a los principales damnificados por dicha crisis.

Beck, por su parte, agrega otro de los elementos fundamentales, hablando claro de algo que todos saben y dicen en todos los rincones de Europa, pero que las clases dirigentes europeas pretenden seguir ignorando: quien manda actualmente (mucho más que en cualquier otra etapa de la historia) es Alemania. El Parlamento alemán (y no el griego) decide el destino de Grecia, y así sucesivamente. Estas son las noticias que a diario se ven en los principales titulares de la prensa, y ya a casi nadie le llama la atención. “¿Cómo se resuelve la incompatibilidad entre las decisiones de dos democracias nacionales?” se pregunta Beck (alemán, por cierto); “¿qué democracia se impone?, ¿con qué derecho?, ¿con qué legitimidad democrática?”, agrega enfáticamente. Y remata con el comentario ineludible: “¿En qué país vivimos, en qué mundo, en qué crisis, para que semejante tutela de una democracia por parte de otra no provoque ningún escándalo?”.

El tema da para mucho, sin duda, pero el espacio disponible no permite ir más allá. En cualquier caso, una conclusión se impone: los notorios avances producidos en las últimas décadas en España y Portugal, se están cayendo a pedazos, y esto muestra lo relativo de tales avances, cuando no van acompañados de bases sólidas de sustentación. La propia Unión Europea, admirada en gran parte de América Latina, está demostrando una gran fragilidad, frente al desmesurado poder de “los mercados” (eufemismo que oculta el poder de los grandes capitales especulativos). En todo caso, es más que evidente que la crisis está permitiendo la puesta en práctica de recortes salvajes en los “estado de bienestar” construidos en el sur europeo, y que los países del norte está volviendo por sus fueros, en el dominio internacional respecto a sus pares del sur. Lecciones, todas ellas, que deberíamos tener centralmente en cuenta en América del Sur, pero eso si ya es para otra nota.



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