O'Neill, el genio de los excesos

Fabián O'Neill fue un genio con la pelota en los pies. Tanto, que Zinedine Zidane lo catalogó como el mejor futbolista con el que jugó. Pero sus excesos fuera de la cancha hicieron que la magia se terminara demasiado rápido. El libro "Hasta la última gota, vida de Fabián O'Neill" cuenta la vida de un hombre que a los 39 años se dio cuenta que todavía está a tiempo.

Actualizado: 27 de setiembre de 2013 —  Por: Redacción 180

O'Neill, el genio de los excesos

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Abrió los ojos y se dio cuenta de que estaba en el bar. Adormecido todavía por el alcohol, miró a los costados, vio la hilera de botellas, las sillas arriba de la mesa y se levantó de ese colchón pelado en el que había pasado la noche en un rincón detrás de la barra del bar Los Fresnos, un boliche de mala muerte que quedaba en la avenida Larrañaga esquina Serrato en diagonal donde hoy está el esqueleto del Cilindro Municipal. Era la una menos cuarto del mediodía y tenía que estar en el estadio Centenario en media hora para jugar contra Central Español. Fabián O’Neill, una de las figuras del Club Nacional de Football, estaba llegando tarde al partido. Y con resaca.

Así comienza el libro Hasta la última gota, vida de Fabián O´Neill, escrito por los periodistas Federico Castillo y Horacio Varoli y editado por Sudamericana.

En No toquen nada Castillo contó que al comienzo pensaban en hacer un reportaje periodístico. “Pero luego nos dimos cuenta que daba para más y propusimos hacer el libro”, dijo. Se trata de “una vida súper interesante, que ha atravesado una especie de montaña rusa continua”, dijo.

Castillo y Varoli entrevistaron a O´Neill varias veces. “En Paso de los Toros siempre lo entrevistamos en la cantina del Club Defensor que es su living. Está siempre ahí. Cuando fuimos por primera vez nos dijeron que podía estar en el Bar de Carlitos, que es donde arrancaba la mañana, y luego a la cantina donde es amo y señor”, indicó Castillo.

Darío Silva agarró su celular y llamó a Fabián O’Neill para ver en qué andaba. Estaban los dos en la isla de Cerdeña, en Italia. Era un día libre de prácticas en el Cagliari y hacía mucho calor.@*Estoy cazando pájaros, Negro –le respondió Fabián.@*¿Lo qué?@*Sí, estoy cazando pájaros.@*¿Pero pájaros con qué estás cazando? –preguntó perplejo Darío, que se imaginó al jugador con al menos una jaula para atrapar a las aves, y con una chumbera o con una honda en el medio de la zona residencial donde vivían.

Pero el sistema de captura de pájaros de O’Neill era bastante más rústico, artesanal, y sobre todo ingenioso. Estaba en una campiña cerca de la casa de un conocido. Había pasado una vez por el lugar, vio que había toda clase de aves y se le ocurrió una técnica para cazarlos. Lo único que necesitaba era un charquito de agua, una ramita y pegamento. Nada de jaulas y disparos pero sí cierta paciencia. La trampa consistía en que los pájaros llegaran a tomar agua al charquito previamente elegido y se posaran en una de las ramitas que estaban untadas con pegamento. “Y los tipos quedaban pegados ahí, nosotros los agarrábamos, les limpiábamos las patas y los llevábamos para comer”, cuenta Darío.

“Nunca supo cuánta plata tuvo y regaló mucha plata, hasta lo ridículo. Regaló casas y autos. Se vino del Peruggia con un cheque de 250 mil dólares que nunca pudo cobrar. Eso en ese momento no le importaba pero hoy le vendría muy bien”, comentó Castillo.

El autor contó que O´Neill está “menos rodeado que antes” y que le quedan pocos amigos. “Familiares y amigos de fierro. Los amigos del campeón se fueron”, aseguró.

Ese campeón al cual Zinedine Zidane admiraba. “Zidane dice que es el mejor jugador con el que jugó en su vida. Nos contó Paolo Montero que lo decía todo el tiempo. Se elegían para jugar juntos en la práctica y era un placer”, dijo Castillo.

Ese O’Neill al que advirtió ni bien llegó a Nacional, Héctor “Chino” Salva.

“Entra y de repente para una pelota y sale bien, jugando. Toma una segunda pelota, la baja con el pecho, la prepara y la mete cruzada a la izquierda. Después sale con otra pelota dribleando porel medio del campo. Toma una pelota por allá y con la zurda cruza a la derecha”. Salva, desde su humilde casa del barrio Jardines del Hipódromo disfruta de su propio relato y se ríe como maravillado por aquel recuerdo. “A la pucha, ¿éste quién es? ¿Este fantasma de dónde salió”, se preguntó ese día. Y sigue el relato: “Baja una pelota pasado el medio campo con el pecho, la pone en el piso, driblea a uno, driblea a dos, no llega a salir del círculo central y le prende al arco ¡Fumm! Y pega en el palo, una fuerza bárbara”.

El libro cuenta que a los nueve años empezó a tomar y a hacerle los mandados a las prostitutas del pueblo. Cuenta anécdotas y repasa los mejores momentos de un jugador de extraordinarias condiciones que no pudo mantener nunca una conducta profesional. Está el O’Neill gracioso pero también el O’Neill enfermo. Está el padre alejado de sus niños y el niño alejado de sus padres. Está el genio con la pelota y el hombre que confiesa: tengo 39 años y ya llevo 30 tomando. Es momento de parar”.