Un agradecimiento multitudinario

Uruguay empató 0 a 0 ante Jordania y cerró con el trámite que había dejado pronto hace una semana. La Celeste clasificó por segunda vez consecutiva al Mundial, donde será cabeza de serie. A pesar de que el equipo tuvo la cabeza en otra parte, al final hubo festejos ante un Centenario repleto y agradecido a un grupo que le regaló otra alegría al pueblo futbolero.

Actualizado: 21 de noviembre de 2013 —  Por: Diego Muñoz

Un agradecimiento multitudinario

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Tal vez como nunca antes había sucedido con la selección uruguaya, la gente no fue a ver el partido. Todo lo contrario. Se preparó para asistir a una fiesta con canilla libre. Y disfrutar hasta el último trago. Sin nervios, sin tensión, sin desbordes. Nadie se comió las uñas cuando el juez sueco pitó el comienzo del partido, ni resopló ante el primer pase que buscó al compañero y terminó en los pies del rival. Menos aún se inmutó ante la pasividad del primer tiempo.
Estaba ahí para verlos a ellos, para retribuirles, para agradecerles. Los jugadores, alejados del glamoroso mundo de las celebridades, hacen todos sus esfuerzos en dar muestras de seriedad aún en una cita en la que ya conocen el final de antemano. A pesar de los intentos les resulta imposible olvidar que la clasificación está consumada. Juegan por jugar la primera parte. Intentan algo más en el segundo tiempo. Nunca pueden evadirse de que el objetivo estaba cumplido desde hace una semana. Eso es lo importante. Y sobre el final comienzan los festejos.
Los futbolistas, humildes, no tienen inconvenientes en dormir en el piso de un aeropuerto mientras esperan el vuelo que los traiga de regreso. Con esa misma simpleza, horas más tarde se suben a un avión privado para cumplir con los tiempos establecidos ante los poderosos clubes que los emplean. El fútbol es su objeto de pasión. Y en la selección lo comparten con el público, muestran su lado más amateur.
Si algo no tiene la selección uruguaya es vedetismo. Con la corrección de un agregado cultural, vive un grupo en el que todos sus integrantes aceptan las reglas de juego impuestas por Óscar Tabárez. El mismo que le cambió la cara a una selección en estado ruinoso.
La planificación del cuerpo técnico y el compromiso de los futbolistas potenciaron la capacidad individual en beneficio del grupo. Fue la combinación justa para producir la alquimia. Por ello se dieron los éxitos en estos años. Y el último, conseguido este miércoles, es un eslabón más de una larga cadena.
Uruguay participará en el Mundial por segunda vez consecutiva, tras el cuarto puesto en Sudáfrica 2010. Será cabeza de serie en Brasil 2014, a donde llegó tras sacarse de encima a Jordania con la facilidad con la que un liceal se deshace de su mochila al regresar de clase.
A pesar del deslúcido partido en el Centenario no faltará a la cita la Celeste, quien jugará en Brasil otro Mundial, con toda la significación que eso tiene. Tampoco faltarán Luis Suárez y Edinson Cavani, dos de las grandes figuras del fútbol mundial en la actualidad.
El camino fue sinuoso, complicado, con subidas y bajadas. Tras un comienzo arrollador en el que obtuvo siete puntos sobre nueve y dos goleadas, llegó el empate en el Centenario ante Venezuela y los primeros nubarrones. La tormenta se instaló cuando Colombia goleó a Uruguay en Barranquilla. A partir de ahí los de Tabárez lucieron tambaleantes, erráticos, irreconocibles, hasta la fecha 14. Quiso el destino que una rueda después despertara ante los mismos rivales. Primero le ganó a Venezuela en el Cachamay para recuperar el aire y luego concretó su remontada con victorias en Lima ante Perú y en el Centenario frente a Colombia.
Otra vez ante una situación límite, la selección uruguaya mostró rasgos que la identificaron en todos estos años. Concentración, decisión, tensión competitiva. Como en la Eliminatoria para Sudáfrica, como en el Mundial, como en la Copa América de Argentina.
Ya no hubo más reproches hacia Tabárez, más pedidos irreflexivos de convocatorias, más comentarios improvisados poniendo en duda el proyecto.
El partido en Ammán aseguró la clasificación. Entonces la vuelta fue, nada más ni nada menos, un baño de masas.
Desde que Tabárez se hizo cargo de la selección en este período, la Celeste ganó una Copa América de Argentina y estuvo entre los cuatro mejores del Mundial de Sudáfrica, la Copa de las Confederaciones en Brasil y la Copa América de Venezuela. Eso, sin contar que los juveniles clasificaron a todos los mundiales y fueron finalistas en dos de ellos.
Pero lo más importante de todo es la identificación del pueblo ante un grupo honesto, profesional, entregado a la causa. Al que se le congregó ante Jordania para agradecerle otra alegría. Después, como canta Serrat, volvió el pobre a su pobreza, volvió el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas. Hasta que jueguen los muchachos de Tabárez de nuevo y, otra vez, todos se olviden por un rato que cada uno es cada cual.

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El festejo celeste en el Centenario. (AFP)


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(MIGUEL ROJO / AFP)

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