¿Quién anda limpiando gente, Freud?

A partir de la investigación policial y el psicoanálisis, dos jóvenes profesionales intentan desenmascarar a un asesino en serie.

Actualizado: 11 de febrero de 2014 —  Por: Miguel Ángel Dobrich

¿Quién anda limpiando gente, Freud?

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A comienzos del siglo XX, Nueva York sufrió cambios profundos: se alzaron rascacielos, la fisionomía de muchos barrios se reconfiguró a consecuencia de la oleada de inmigrantes, se triplicó el índice de delincuencia y los caballos comenzaron a ser desestimados como medios de transporte ante los vehículos con motor a explosión. Por esos años, Estados Unidos parecía abrirse al mundo y las “nuevas ideas”. En ese contexto, en 1909, Sigmund Freud viajó a la Gran Manzana junto a sus acólitos, Carl Jung y Sándor Ferenczy, con motivo de dictar unas conferencias en la Universidad de Clark. Esas jornadas marcarían el desembarco oficial del psicoanálisis en el Nuevo Mundo.

La interpretación del asesinato juega con hechos y datos históricos para edificar un policial en el que el anfitrión y seguidor de Freud, el doctor Stratham Younger, un personaje de ficción, se ve forzado a tratar a una joven que padece de amnesia. Ella es la pieza clave para identificar al asesino que ronda las calles de Nueva York, y el alcalde necesita que se resuelvan los crímenes a la brevedad. Justamente por ello es que permiten que un psicoterapeuta colabore con la investigación que realiza el coroner de la ciudad junto a Littlemore, un detective con pocas horas de vuelo.

¿Qué es lo tentador de la novela? Aunque suene vulgar, su autor, Jed Rubenfeld. Él es uno de los teóricos estadounidenses más importantes sobre Derecho Constitucional que, desde 1994, se luce como catedrático y vicedecano en la Facultad de Derecho de la Universidad de Yale. Para tranquilidad de los lectores, el académico especializado en la Primera Enmienda no escribe como abogado: su primera novela es clara e intensa.

Una segunda vulgaridad atractiva se concentra en el juego especular que propone la obra. En las páginas de La interpretación del asesinato se explora la relación entre Freud y Jung, y la de Jung con otros seguidores de Freud. Y son más que interesantes las charlas de consulta que tiene Stratham Younger con el viejo Sigmund.

Si no les interesa para nada la psicología ni las batallas de ego, no pasa nada. Están ante una obra poblada de buenas incógnitas, historias de amor imposibles y damas peligrosas que, además, comparte la fundación de un investigador que tiene el potencial de ser legendario.

Ahora, si les cuelga la añeja doctrina terapéutica, un detalle que eleva a la novela son las lecturas de Shakespeare que hace Younger. A partir de su interpretación, el ficcional acólito de Freud termina proponiendo una nueva lectura sobre el complejo de Edipo.

La interpretación del asesino

Jed Rubenfeld

Anagrama

537 páginas