Palazo

Defensor quedó eliminado de la final de la Libertadores a pesar de ganarle 1 a 0 a Nacional de Paraguay y de hacer todos los méritos para clasificar. Dos pelotas en los palos impidieron al violeta llegar a los penales. Nicolás Olivera, Andrés Fleurquin y Ramón Arias fueron figuras de un equipo que se va del torneo sin nada que reprocharse.

Actualizado: 30 de julio de 2014 —  Por: Diego Muñoz

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Nicolás Olivera sentado sobre la pelota, con la mirada perdida, inmóvil. A dos metros Andrés Fleurquin en cuclillas, tapándose la cara con la camiseta. Los dos estandartes de Defensor se muestran de forma descarnada una vez que el árbitro pitó el final. Saben que se les escapó de forma cruel una oportunidad irrepetible para ellos y, probablemente, para el club.

Mientras el diluvio le da un marco todavía más dramático a la escena, surge espontáneo un aplauso de todo el público uruguayo. Fueran o no fueran hinchas de Defensor. La herida abierta dolerá hasta que cicatrice. Entonces, todos se darán cuenta de la importancia de lo conseguido por el equipo violeta.

Claro que no será fácil sobrellevar la angustia de saber que no fue feliz el final del sueño, la sensación de vacío por no tener esa ilusión en el horizonte.

Es improbable tener otra Libertadores así de redonda, con un equipo que juegue tan bien y un camino tan allanado. Eso lo saben los jugadores y sus hinchas. A Defensor se le fue una chance fantástica. Y, para que duela todavía más, se le fue en un partido que hizo todos los méritos para ganar por la diferencia que necesitaba.

Pero en los cruces de ida y vuelta, por más lugar común que sea, los partidos son a dos tiempos de 90 minutos. Y en el primero Defensor jugó pésimo. Aquel 2 a 0 en contra, por más barato que le haya salido, lo terminó condenando.

En la revancha Curutchet tiró toda la experiencia a la cancha. Olivera, Fleurquin e Ignacio Risso fueron titulares. Y los tres rindieron en gran forma. Al igual que Ramón Arias, de colosal partido. Ellos fueron el sostén de un equipo que salió concentrado, decidido, dispuesto.

El ímpetu inicial lo pudo controlar Nacional a partir de los 15 minutos y Defensor se entreveró. El violeta se mostró tan intenso como repetitivo. Terminó una jugada sí y la siguiente también con centros que la infranqueable defensa paraguaya devolvió sin inconvenientes.

En el final del primer tiempo se lesionó Matías Cardaccio y Curutchet apostó por Adrián Luna. Pero la variante más importante fue a la hora de interpretar el partido. Olivera se tiró más atrás, se juntó con Fleurquin, el equipo tomó riesgos al quedar con solo dos defensas y apostó a generar superioridad por los extremos.

A la presión que no cesó, Defensor le agregó pasajes de buen juego y Nacional ya no lució tan firme. A los 55 Fleurquin peleó, De Arrascaeta mandó un centro y Luna marcó el 1 a 0.

El violeta vio que podía, que no era inalcanzable. Redobló el esfuerzo y desbordó a un rival del que ya no le quedaban rastros de solidez.

Fleurquin se encargaba de ordenar al equipo en el medio, Nico le ponía pienso en ataque, Risso las peleaba todas y Gedoz generaba peligro a pura velocidad por izquierda. Nacional no podía salir del fondo casi nunca y las pocas veces que lo lograba los defensas violetas no los dejaban avanzar.

El brasileño metió un tiro en el palo y en el rebote Arias, que a esa altura ya era un puntero derecho, remató desviado. Minutos después, el arquero paraguayo le sacó un tiro bajo a De Arrascaeta. Sobre el final, Joaquín Boghossian primero y De Arrascaeta después no pudieron definir en el área y en la hora Robert Herrera reventó el palo con una media vuelta dentro del área chica.

Defensor se despidió de la Copa. Con mucho dolor pero sin ningún reproche, terminó una aventura que valió la pena.