Pessimildo se enoja para ayudar a Dilma

Para él, todo está mal. Ni siquiera a punto de subirse a un avión, en medio a la lectura de una revista de surf, logra relajarse. Es que “el aeropuerto es nuevo pero la gente...”. Este es el guión de uno de los episodios que muestran partes del día a día de la nueva estrella de la propaganda electoral en Brasil: el muñeco Pessimildo.

Actualizado: 19 de setiembre de 2014 —  Por: Denise Mota

Pessimildo es una crítica directa a los “pesimistas” de Brasil, expresión adoptada con exclusividad por Dilma Rousseff desde julio para definir aquellos que, en su visión, apuestan al fracaso como forma de promocionarse. El discurso “triunfalista” de la presidente cobró fuerza al final del Mundial de este año cuando –pese al 7 a 1 del Brasil vs Alemania--, la evaluación general en el país fue la de que el campeonato había transcurrido de forma exitosa y sin las catástrofes anunciadas: explosión de la violencia, protestas masivas adentro y afuera de las canchas, muestras públicas del poderío del narcotráfico, caos en los aeropuertos, falta de opciones de hospedaje para los turistas, etcétera.

Con el aumento de la artillería entre los principales candidatos al Palacio de Alvorada, especialmente entre Dilma (PT) y Marina Silva (PSB) –que aparecen en empate técnico según todas las encuestas de intención de voto--, la mandataria decidió tirar algunas fichas en el humor para tratar de subir en la preferencia del electorado.

Pessimildo disfruta tanto del fracaso que se rehusa a dormir porque quiere estar despierto “para ver llegar lo peor”:

La marioneta es una mezcla del Gru de “Mi Villano Favorito” con referencias ultra populares de Brasil, como “Seu” (señor) Saraiva, iracundo personaje que está entre las creaciones más antiguas del humorístico nocturno “Zorra Total”, de TV Globo.

Por su parte, tanto Saraiva como Pessimildo beben en la fuente de una figura real: “Seu Lunga”, el comerciante Joaquim dos Santos Rodrigues, que tiene 87 años, vive en Ceará y es considerado “el hombre más amargado de Brasil”. Las groserías perpetradas por Seu Lunga (o fantasiosamente atribuidas a él) se popularizaron en el país después de ser reproducidas en historietas de humor muy difundidas en el nordeste. En 2011, Seu Lunga demandó a uno de los más conocidos narradores de sus presuntos actos y pensamientos, y logró prohibir judicialmente el uso de su nombre. Por supuesto, esto sólo contribuyó para reforzar la leyenda y, con la llegada de los cuentos a las redes sociales, su fama no hizo más que crecer.

Así como pasa con el Lunga de las historietas, la rabia también es el deporte favorito de Pessimildo, que tiene opinión formada sobre, por ejemplo, los Juegos Olímpicos de 2016 en Rio: “Esto no va a funcionar”, dice, mientras se lava los dientes.

Recuerdos de la dictadura

Es obvio que la risa conquista, más en un país al que le encanta reirse -- incluso de lo que no tiene gracia--, como Brasil. Pero no se trata de una estrategia obvia, viniendo de Dilma.

En las bambalinas de Brasília, periodistas, parlamentarios, empleados del Palacio de Alvorada tienen sobradas anécdotas que dan muestra del “autoritarismo” y de las “pocas pulgas” de Dilma, que se ha vendido, desde su primera campaña electoral, en 2010, como una mujer de línea dura, ejecutiva implacable e inflexible, y que maneja el país con mano de hierro. Una de las principales quejas del sector empresarial con relación a su gestión es la dificultad que dicen sentir en transmitir sus preocupaciones y puntos de vista a la presidenta. Dilma, dicen, no escucha y a ella no le gusta negociar. El buen humor no es un rasgo que defina su personalidad.

Pero en un momento en el que la tensión crece y se palpa, en medio a la eclosión de escándalos como el esquema de corrupción de Petrobras –denunciado por el ex director de la estatal, Paulo Roberto Costa, y que involucran representantes de diversos partidos-- y ante el archicomentado llanto de Marina Silva al decirse “blanco de injusticias”, en razón de las crítica de Lula hacia su candidatura, los publicistas de Dilma se acuerdan de que el electorado está “de mal humor”. No hay que empeorarlo. Basta de drama. A ver cómo nos va con la comedia.

El “mal humor” electoral es como encuestadoras y analistas políticos decidieron tildar al alto índice de indecisos, votos nulos y electores que desean cambios, un fenómeno particularmente llamativo en la carrera electoral de este año. En agosto, por ejemplo, la encuesta Datafolha mostraba que 67% de los brasileños decían no tener preferencia partidaria, un porcentaje inédito hasta entonces en los sondeos del país.

Al PT le parece buena idea, por lo tanto, hacer que el elector sonría, al mismo tiempo en que trata de mostrar a Dilma como alguien blindado a las críticas, alguién que ríe –y no llora-- frente a las adversidades.

No se trata de una lectura unánime.

A la oposición y a los ciudadanos anti Dilma, Pessimildo les cayó bastante mal: sería la ridicularización del espíritu crítico. Medios de comunicación de gran penetración recordaron la predilección de las autoridades de la dictadura militar (1964-1985) por los sloganes fáciles y palabras imperativas como “Brasil, amálo o dejálo”, que no dejaban margen para una comprensión dialética de la realidad.

Para ellos, Pessimildo entró en la galería de consignas de este tipo, a servicio de la interdicción del pensamiento.