Denise Mota

“Final feliz”: Marina apoya a Aécio

El título de esta columna es, obviamente, una ironía. Trata de emular la expectativa cumplida de los grandes medios de Brasil y la superficialidad periodística que viene marcando la cobertura de la corrida presidencial este año. Del domingo 5 de octubre, cuando se supo que Marina estaba –oficialmente– fuera del juego, hasta hoy, el domingo siguiente, los “apoyos” a Aécio no pararon de llegar y a cada firma que el candidato de Minas Gerais sumaba a su bandera, la prensa más que noticiaba: celebraba. Hoy, después de obtener el tan anhelado apoyo explícito de Marina, Aécio afirmó que de ahora en más ellos conforman “un sólo cuerpo, un sólo proyecto”.

Actualizado: 12 de octubre de 2014 —  Por: Denise Mota

En nombre de un periodismo que alguna vez se pensó imparcial (siempre dentro de las posibilidades éticas de la subjetividad inherente al acto de pensar), es necesario señalar que –en medio al ruido causado por las adhesiones, por un lado, y el ataque sistemático a la biografía de Aécio que el PT está realizando sobre todo en las redes sociales, por otro– va a quedar herido de muerte el debate por la construcción de un Brasil mejor, que sigue estando (bastante) atrás de sus vecinos latinoamericanos, por ejemplo, en indicadores sociales importantisimos, en distribución de riqueza, en derechos ciudadanos.

El periodismo brasileño “mainstream” saltó del muro y eligió su bando con una claridad que ciega. Los más grandes diarios del país –O Globo, Estadão (que llegó a publicar un editorial pró-Aécio el mismisimo día de las elecciones), Folha de S.Paulo–, las dos revistas semanales de mayor circulación (Veja y Época, cuyas tapas hablan solas y por esto son reproducidas en esta columna), la todopoderosa TV Globo migraron sin escalas de un favoritismo contenido y porfiado por Marina hacia una euforia pornográfica con respecto a Aécio.

Sabemos por los diarios, además, de detalles como el de que algunos actores de TV Globo componen un grupo de WhatsApp que tiene por centro el apoyo a Aécio. La “noticia” ocupó espacio privilegiado en Folha de S.Paulo la semana pasada. El mismo día, Chico Buarque apareció en un post de Twitter, difundido por el ex vocero de Dilma, Thomas Traumann, en donde clasifica el voto en el candidato del PSDB como la “victoria de la derecha brasileña”. Chico Buarque no es una celebridad instantánea salida de Gran Hermano. Está entre las más grandes plumas de la nación y su talante intelectual es reconocido nacional e internacionalmente hace décadas. Pero entre los grandes medios, sobre esta su opinión –tan legitima como la de los actores de Globo–, reina el silencio.

Para el Brasil profundo, pobre y/o que sigue al margen, no importa si en la segunda vuelta, el 26 de octubre, gana Neves, su PSDB y la amplia colcha de retazos de tendencias políticas y sociales que se han sumado a su proyecto “innovador” (en donde entran, sin ninguna profundización crítica por parte de los “formadores de opinión”, desde evangelistas hasta el Partido Verde, desde supuestos socialistas hasta reconocidos neoliberales, desde la “nueva política” de Marina hasta el Club Militar). Tampoco importa si al final Dilma sale victoriosa, bajo la sombra de un omnipresente Lula y de un PT sumamente desgastado, que sí o sí necesitará sanear sus cuadros y refundarse, bajo pena de no seguir sobreviviendo a la justa indignación de una vasta parte de brasileños –indignación que se está vistiendo de odio, en algunos sectores.

Lo que importa de verdad, en el día a día de los marginados y en el largo plazo, es que Brasil, un país conservador que parecía pedir cambios profundos en junio de 2013, sigue siendo conservador, sigue votando de forma conservadora (¿cómo justificar, por ejemplo, la reelección imponente del gobernador de San Pablo, Geraldo Alckmin (PSDB), autoridad que reprimió violentamente las mismas manifestaciones de hace un año?).

Además, según la observación del Departamento Intersindical de Asesoría Parlamentaria, aunque el Parlamento se haya renovado en términos de estrenantes en las funciones legislativas, subió sensiblemente el número de representantes vinculados al conservadurismo. Los planteos de la comunidad LGBT, por ejemplo, parecen estar más lejos de ser reconocidos que nunca, en la opinión de varios analistas de los derechos civiles en Brasil. Lo que están diciendo es que cambiamos la marcha, es cierto: dimos marcha atrás.

Mientras las señales sean estas, no hay fórmula mágica, ni del PT ni del PSDB, que rescate el país de su aún escandaloso retraso (olvidémonos por un rato del discurso de “potencia sudamericana”: una potencia en serio no tiene 13 millones de analfabetos ni un millón de abortos “clandestinos” al año, entre outras vergüenzas).

Una Argentina de “enajenados electorales”

Aunque la gran mayoría de analistas políticos y periodistas especializados estén esforzándose por vincular lo que fue la suba de Marina y ahora la ascensión de Aécio a las manifestaciones de junio de 2013, no se da la misma atención a un número expresivo de blancos, nulos (9,6%) y ausentes (19,4%) en las votaciones de este año: los llamados “enajenados electorales”. El 5 de octubre se abstuvieron de cumplir su deber, efectivamente, el 29% de los 142 millones de electores habilitados para votar. En 2010, este índice fue de 18%.

El 29% de “enajenados” representa algo así como 40 millones de brasileños, una Argentina. Una Argentina de electores que decidieron votar en nadie.

En realidad, son estos brasileños los que ocupan el tercer lugar en la pelea electoral, ya que suman casi el doble de los 22 millones que optaron por Marina en las urnas.

Me parece bastante más lógico pensar que entre estos 40 millones de insatisfechos están los que sostienen el espíritu tan contundente cuanto confuso de junio de 2013 –un fenómeno que nadie aún, vale recordar, supo comprender y traducir completamente. Serían, pienso, los “desconfiados” de la política actual y que estarían lejos de ser una minoría –según el Instituto Data Popular, en encuesta difundida antes de la primera vuelta, un 73% de electores expresan “desconfianza” con relación al sistema político en general.

Pero la “gran prensa” no viene problematizando demasiado y prefirió identificar “el cambio” con quien le parece más conveniente: no da realmente para pensar que tanta simpatía por Aécio sea desinteresada. Marina Silva, después de ser tajante al decir –cuando vivía Eduardo Campos– que no haría campaña “de ninguna manera” para dirigentes del PSDB, ahora se junta a la ensalada de Aécio (“la” figura del PSDB hoy), en pro de un acuerdo “programático”. En esta última semana que separó las elecciones de primera vuelta y el momento actual, ¿qué cambió? No cambió Brasil. Cambiaron la posición y consecuentemente los planes de Marina.

Parecería que los 40 millones de enajenados son los más lúcidos (aunque tal vez no los más responsables y constructivos) del momento actual. Desconfianza es lo mínimo que puede inspirar el panorama actual diseñado por situación, oposición, medios y congéneres (incluyamos las encuestadoras y sus resultados equivocados). No es un detalle menor que, a esta altura, tanto Dilma como Aécio aún no hayan difundido sus programas de gobierno oficiales. En el fondo, más allá de la retórica de campaña, estamos votando en la nada misma pero la prensa “imparcial, plural y vigilante” no lo considera tan relevante.

Junio de 2013 no murió y vive en los enajenados. Que no están interesados ni en el bombardeo de los dos partidos contrincantes de siempre, mucho menos en las portadas espectaculares de los medios populares. Con los enajenados, el silencio y la gestación, quién sabe, de un nuevo Brasil de verdad. Pero que no nacerá el próximo 26 de octubre – ojalá me equivoque.



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