“Son historias de personas, no de balazos ni de violaciones”

La reivindicación de la medicina legal y las ciencias forenses es una de las motivaciones que llevó a Hugo Rodríguez a escribir el libro Crónicas de un forense. Historias de personas. “Nos queremos hacer los machos, qué nos hace otra mancha de sangre. Pero, en realidad, sí genera un desgaste y apareja un costo”.

Actualizado: 09 de noviembre de 2014 —  Por: Redacción 180

“Son historias de personas, no de balazos ni de violaciones”

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Joel Rosenberg: ¿Por qué contar estas historias? ¿Qué te llevó a decir vale la pena?

Hugo Rodríguez: Hay una parte tal vez interior, subjetiva, una necesidad de mostrar esto que incluye aspectos de la subjetividad, de las cosas que uno vive, del sufrimiento que puede generársele, de la inseguridad, de la responsabilidad que hay frente a situaciones complicadas. Y hay otra que es muchas ganas de mostrar lo que para mí es la verdadera cara de la medicina forense, que está bien alejado de algunos paradigmas bastante impuestos en el imaginario colectivo.

JR: Sobre todo por la televisión y el cine.

HR: Claro, preocupación que comparto con los colegas norteamericanos. Si aparece un vidrio roto el criminalista tiene que decir qué comió anteayer el suegro que rompió el vidrio y no se puede, no hay forma.

JR: No hay forma más allá de la tecnología que se tenga. Contás la autorización que le pedís a una de las personas que está involucrada, a la viuda de Héctor Da Cunha, en cada caso llamaste para pedir autorización, en algunos casos cambiaste los nombres, ¿cómo fue que hiciste?

HR: En muchos casos que hay víctimas o personas que de alguna manera fueron influenciadas por el caso los llamé para contarles el proyecto del libro, en una especie de autorización tácita digamos. Yo sentía la necesidad de hacerlo aunque no había un impedimento formal porque más allá que lo viví, yo repasé todo a través de los expedientes que son documentos públicos, en los archivos judiciales como cualquier ciudadano, muchos funcionarios que no me conocían ya porque hay casos de muchos años atrás. Obtuve por las vías que corresponde los expedientes y reconstruí para darle precisión algunas cosas porque hay partes que importaba la subjetividad y otras que me importaba que fueran precisas.

JR: “Todo caso judicial es un escenario de peligro, es un conflicto entre partes sobre el que decide un tercero, el juez. Y el forense es un técnico al que el juez le hace algunas preguntas cuya respuesta considera importante para poder resolver el caso” ¿Qué hace un forense?

HR: Varía un poco con los modelos que hay en los países. En Uruguay, el forense es un modelo que lo podríamos llamar todo terreno, o polifuncional; en el cual tiene que actuar en todos los casos de violencia contra personas que llegan al Poder Judicial, en su jurisdicción. Entonces, por ejemplo, el forense de Montevideo que está hoy de turno está atendiendo todos los casos de Montevideo que incluye muertos y vivos. Si hay una persona que tiene una muerte que se sospecha que es de causa violenta, suicidio, homicidio o accidente; pero además todas las agresiones sexuales, agresiones interpersonales, violencia doméstica, deportiva, todo lo que se judicializa pasa por un informe forense porque lo pide el juez. Y nosotros actuamos siempre a pedido del juez competente.

JR: Y ustedes son parte de ese conflicto que hay ¿no? ¿Qué importancia tiene el informe del perito forense para la justicia? ¿Es relativa, depende del caso, de los jueces?

HR: Yo diría que en Uruguay, en la cultura y sistema nuestro, tiene un gran peso, que es muy difícil sobre todo en materia penal que se desconozca, aunque el juez pueda apartarse por motivos fundados de la pericia.

JR: A fallar en contra incluso de lo que sugiere el informe forense.

HR: Exacto, es poco común. Y me parece que sí deberíamos ser más controlados por la contraparte, deberíamos ser más exigidos y no debería ser que porque el forense dijo es así. Habría que poder fundamentarlo, sustentarlo, incluso documentarlo.

JR: La medicina legal es lo que lleva a llegar a ser forense. ¿Dónde y cómo estudian la medicina legal? ¿Hay mucha avidez por estudiar medicina legal?

HR: Yo diría que hay mucho interés en la medicina legal y la avidez no es tanta porque la competencia en el mercado hoy por las especialidades. Hoy los médicos ganamos muy bien en las especialidades clínicas, hay demanda, y los forenses no ganan bien. Entonces hay una situación de mercado desventajosa, pero sí hay un interés en la medicina legal. Es una especialidad que lleva tres años, como la mayoría de las especialidades en nuestro país, y que cuando se cumplen con todos los requisitos curriculares se otorga el título de médico legista o médico especialista en medicina legal.
JR: ¿Y qué otras ramas tiene además de ser forense un médico legal?
HR: Puede trabajar en el sistema de salud asesorando instituciones de asistencia médica, puede trabajar en forma privada, puede trabajar para seguros.

JR: Que eso es más rentable que ser forense seguramente.

HR: Es posible que sí. Sobre todo hay una cuestión que desde el punto de vista económico a los médicos legistas, yo creo que es la parte que nos rinde más, que son las pericias que se hacen en la justicia civil. Hay un accidente de tránsito, uno reclama por los daños que le causó y se requiere un informe de la valoración del daño que muchas veces lo hace un médico legista. Eso que se cobra y tiene una relación tiempo – precio que es muy superior al valor hora del médico forense.

JR: ¿Cuántos forenses hay hoy en el país?

HR: No sé exactamente. Yo ya no soy uno de ellos, porque yo hace unos años que renuncié y me concentré por entero a la facultad, aunque hago muchas pericias judiciales.

JR: Te piden igual.

HR: Sí, personalmente o a la cátedra. Pero en Montevideo hay ocho forenses de estos todo terreno, hay tres o cuatro que están en la clínica forense que solo ven lesionados, hay otros dos que están en menores, y luego en todas las ciudades grandes del interior hay uno o dos forenses y en otras ciudades que no son capitales también hay. El número exacto no lo sé, que lo tendría que saber porque hace poco escribí un informe de eso, pero me olvidé, son algunas decenas.

JR: Vos ponés en el libro y también en algunos artículos acerca de esa precisión matemática en las conclusiones que se le exige al forense; y decías que eso influye también en los colegas de Estados Unidos, que influye la televisión, CSI, Dexter, algunas de esas series que se convierten en emblemáticas porque los forenses tienen una precisión casi milimétrica. ¿Con qué instrumentos cuentan ustedes hoy? ¿Cuál es la diferencia con un país desarrollado y qué importancia tiene eso hoy en día?

HR: Nosotros en el desarrollo tecnológico en material de laboratorios, de infraestructura, y no me refiero solo a alta tecnología, sino desde la higiene, instalaciones y bioseguridad para trabajar estamos en un lugar que no es para nada alto. No comparado con Estados Unidos, en América Latina. Sin perjuicio de esto, que es así, yo he visto varios países de América y comparo las situaciones, la nuestra es desventajosa, yo sostengo que no son opuestos pero si hay que elegir entre un laboratorio de punta o un forense que estudió, que aprendió y que tiene entrenamiento, elijo toda la vida el forense formado. La enorme mayoría de los casos puede resolverse con pocos recursos tecnológicos. Para hacer una autopsia común, no se necesita ningún recurso sofisticado. Y si la persona sabe ver e interpretar los hallazgos va a ser un buen informe. Paralelamente, es muy riesgoso, cuando uno tiene mucha tecnología que pueda dar información muy fina, pero no la sabe leer bien. Entonces puede llegar a conclusiones disparatadas.

JR: ¿En qué casos de los que estudian los forenses la tecnología puede ser determinante y así sí quizás hay una desventaja?

HR: En todo lo que es criminalística, en la búsqueda de indicios, para la recogida e interpretación luego de esos indicios que se transforman en prueba, una gota, una mancha, en todo eso la tecnología ayuda mucho. Como pasa con todo, si yo tengo por ejemplo para el adn, que es la vedette, un enorme equipo de última generación que es capaz de amplificar muestras muy muy pequeñas, entonces eso genera un gran valor, yo también tengo que saber que es capaz de amplificar cualquier contaminación que haya, porque son muestras tan pequeñas que si logro amplificarlo. Entonces si yo no manejo bien eso y vengo acá y hago un crimen, puedo mandar preso a cualquiera que haya pasado por acá en la última semana, porque amplifiqué un pedacito de un pelo que encontré acá.

JR: Hay que saber trabajar con eso.

HR: Hay que saber interpretar qué significa eso y no sacar una conclusión televisiva digamos.

JR: Algunas soluciones parecen más simples aunque supongo que habrán tenido su complejidad. Hay un caso muy sonado: la muerte de Rodrigo Aguirre en 2007, de 23 años, hermano de Diego Aguirre, por lo que se convirtió en un caso muy mediático. Un capítulo cuenta: “cada protagonista ingresó al quirófano y brindó su versión sobre lo ocurrido. El último en ingresar fue el anestesista y no pudo sostener la declaración brindada en la sede judicial en dos hechos fundamentales”, y a partir de allí los cuenta. Creo que es bastante comprensible para cualquiera la resolución del caso. Por una parte, el anestesista había sostenido que la ausencia de los terminales de los electrodos en el pecho del paciente confirmada por múltiples testigos, se debía a que al advertir el paro cardiorespiratorio, él mismo había retirado bruscamente el campo que cubría al enfermo y que en esa maniobra después del paro se habían despegado. Pero no pudo reproducir in situ esa maniobra. Invitado a que reiterara el movimiento realizado en oportunidad de la cirugía, los terminales de los electrodos permanecieron adheridos al tórax del paciente, más allá de repetir esa maniobra que él había dicho fuera del quirófano. Por otra parte, el anestesiólogo había explicado que las alarmas no se habían escuchado a causa del sonido producido por el medidor de radiación con el que se buscaba el ganglio centinela. Esta versión tampoco se sostuvo en el lugar del hecho. El juez Olivera pidió que se hiciera sonar el medidor de radiación a un volumen diez veces superior al empleado para la localización del ganglio centinela y al activar la alarma del monitor, este último sonido se escuchó de una manera estridente. Imposible de no ser advertida. En pocas horas, el anestesista estuvo procesado, luego de esta reconstrucción”. ¿Cómo recordás este episodio?

HR: Este episodio fue extraordinario porque es el único caso que recuerdo en el que la mal praxis médica se resolvió con la reconstrucción judicial, que es un método que se utiliza más para homicidios intencionales o accidentes de tránsito. Es decir que se intenta reproducir materialmente, en el lugar mismo, las versiones que cada uno da para ver cuál es posible y cuál no. Cuando el juez quiere trabajar y se toma el tiempo, es muy buena. Es muy difícil inventar una versión de la nada. Yo puedo inventar acá que estaba en la parada de 18 de julio y tal esquina y vino un tipo y… Cuando voy al lugar me encuentro que un contenedor no me deja ver para el otro lado y se me despatarró.

JR: Eso pasa en las reconstrucciones.

HR: Sí, claro. En la mal praxis médica es de muy difícil aplicación. En este caso sí porque la versión implicaba algunas cuestiones materiales. Se trataba de si había sido monitorizado el paciente por el anestesista. Le preguntaron por qué no tenía los terminales puestos. Dijo que cuando hizo el paro hizo un movimiento brusco y se cayeron. Le preguntaron cómo no sonó la alarma y dijo que lo tapaba el ruido del medidor de radiación. Materialmente, decayeron las explicaciones de él, a la vez que se afirmaron otras que decían otra cosa. Fue una prueba fundamental para lograr el procesamiento.

JR: No tenés dato de que haya habido otra.

HR: Nunca más vi que en un caso de responsabilidad médica se hubiera recurrido a la reconstrucción judicial.

JR: En el último capítulo del libro realizás una recorrida por Las Piedras, donde comenzaste a trabajar de forense. Contás como cada esquina, cada cruce de la ciudad te va recordando viejos crímenes. “¿Cómo es que nadie parece darse cuenta de que estamos en una ciudad teñida de sangre? Yo sé que cada barrio, cada esquina de la ciudad encierran historias violentas”, planteás. ¿Cómo llevas y procesás todo esto?

HR: Para mí, el trabajo de médico forense tiene un costo emocional muy importante. Nosotros nos queremos hacer los machos y que no pasa nada, que venga este otro cadáver, qué nos hace otra mancha de sangre… Pero, en realidad, sí genera un desgaste y apareja un costo, no por el hecho físico de ver un cadáver sino por las historias que hay detrás. Eso es lo que a mí me importa mucho. Por eso es que insistí tanto con la editorial y fue algo que no negocié, y es que Historias de personas tenía que ir en el libro porque no son historias de balazos ni violaciones, son de personas. A mí me afecta mucho y eso que escribo de que Las Piedras se iba quedando teñida de rojo, por decirlo así, de alguna manera, uno también va quedando con esas marquitas en algún lugar.

JR: Contabas en algunos de tus trabajos académicos que la situación de tomar contacto con una víctima de violencia, con esas personas e historias, moviliza. ¿Cómo se maneja el profesional? Son situaciones en general trágicas, de muertes, violaciones, abusos y hay que mantener el centro porque hay que dar un informe técnico.

HR: Es una de las cosas más difíciles, eso que entraña un desafío profesional desde el punto de vista pericial pero además un desafío ético. Siempre digo@*y eso lo discutí muchas veces y lo he planteado en eventos científicos- algo que suena raro pero es así: es imposible que uno no tenga una movilización afectiva, una determinada empatía ante una situación de estas. Viene una mujer golpeada por el marido, y uno siente algo.

JR: Acá está el testimonio del hijo de Da Cunha en el juzgado. Testimonio frío, de los más calientes que he leído en el libo y el que más moviliza, es impacta a cualquiera.

HR: Después viene el que le pegó a la mujer y me genera otras cosas. Yo puedo decir “mi lucha es porque no me provoque nada”. No, yo quiero que me provoque cosas esto porque yo no puedo ser neutro ante la violencia. Lo que sí tengo que hacer es tener claro en dónde está mi afectividad y que cuando escribo el informe, escribo lo que veo objetivamente. Si yo veo que tiene una equimosis de diez centímetros, tengo que poner: “equimosis violácea de diez centímetros de diámetro mayor en el ojo izquierdo”, no puedo poner “se la pegó un sinvergüenza”. Yo describo lo que veo.

Además, esa pericia debería ser sometida al control de un perito de otra parte, ponerla a prueba, cuestionarla. En lo que estoy absolutamente convencido es que no podemos o no debemos dejar afuera nuestra sensibilidad y la movilización que nos generan los hechos que se ven en el trabajo forense. Con la misma fuerza que tenemos que luchar para dejar afuera toda esa parte afectiva de los informes, no de nuestra cabecita.

JR: A veces, ¿la línea que los divide es difícil?

HR: Puede ser pero es un esfuerzo. Sobre todo, hay que en tener claro que los peritos no somos quienes van a hacer Justicia. Hay una juez que es el decisor. Nosotros no tenemos que hacer el mandado de ver cómo viene el juicio, quién es el bueno y quién el malo, y en función de eso informar para que el caso cierre. Muchas veces hay una tentación inconsciente. Pasa que uno ve el caso y ya vio en noticiero cuál es la noticia, quién es el nuevo y el malo. El proceso viene muy hasta mediático. Es muy fácil encontrar las cosas a favor y así han pasado cosas muy trágicas: han linchado gente por violador y no era una violación. Hubo casos sumamente famosos que fueron concluidos antes que concluyera hasta el proceso. A mí me da mucho miedo el peligro de caer en la inercia y sumarse a cómo viene la mano. De repente, a veces, uno queda antipático y dice: “yo no encuentro prueba de esto”. Capaz que fue, yo no las encuentro, no puedo inventar lo que no vi. Siempre hay otros medios probatorios que podrán llegar. Además, siempre podrán quedar casos sin resolver porque esto es una actividad humana, no divina y tiene fallas e insuficiencias y no se puede llegar a la Justicia perfecta.