Diego Muñoz

Tarea cumplida

El objetivo de brillar en Sudáfrica comenzó la misma noche en la que Uruguay clasificó tras el duro repechaje ante Costa Rica. En medio del festejo familiar, Alejandra Forlán le dijo a su hermano que el Mundial era un sueño para ella. Y Diego le prometió que iba a romperla.

Actualizado: 12 de marzo de 2015 —  Por: Diego Muñoz

A fines de enero de 2010 llamó a su personal trainer, Santiago Alfaro, y le dijo que se fuera a España para planificar el entrenamiento. Juntos armaron un gimnasio de cero en el garaje de su casa de Madrid y comenzó la preparación.

Forlán se levantaba a las seis y media de la mañana, tomaba un complemento, dormía 40 minutos más y bajaba al gimnasio para su primera sesión de entrenamiento.  Ahí entrenaba un estímulo corto y luego se iba a la práctica del Atlético de Madrid. Terminaba, almorzaba, dormía una siesta y volvía al gimnasio en su garaje para realizar la tercera sesión del día, un entrenamiento de regeneración y recuperación que sumaba un estímulo más. Todo esto mientras jugaba la Liga de España y la Europa League.

El futbolista asumió un riesgo tremendo en pos de un objetivo. Las cosas no pudieron salir mejor. Fue campeón de la Europa League con el Atlético y llegó en óptimas condiciones físicas al Mundial.

Pero no solo en lo físico sacó ventaja Forlán en Sudáfrica. También se apoyó en Kizanaro, el software que utiliza Óscar Tabárez, para conocer detalles de los defensores rivales. El futbolista pedía información y los ingenieros le preparaban videos de cómo se movía un golero o cómo marcaba la defensa. En ocasiones se llevaba un video editado con movimientos puntuales de los arqueros o de la defensa para su habitación, en otras se sentaba junto a los ingenieros frente a la computadora de estos y repasaba los detalles en el propio software.

Los dos ejemplos sobre la forma en la que Forlán encaró la Copa del Mundo de Sudáfrica hablan mucho de su forma de concebir la profesión.

Cuando Víctor Púa lo citó por primera vez a la sub 20 que jugó el Sudamericano en Argentina y el Mundial en Nigeria en 1999, pocos eran capaces de aventurar que ese rubio de pelo largo, con buena pegada pero entreverado con la pelota, sería capaz de hacer la carrera que hizo.

Su fortaleza mental, su auto exigencia, su espíritu competitivo, lo llevaron a creer en sí mismo y a perfeccionarse para poder cumplir con su sueño. Cumplió cada paso de aquel ‘Decálogo de las cosas necesarias para ser un gran futbolista’ que a los 10 años escribió, firmó y le dio a su madre para que lo guardara. Dedicación, sacrificio, control de la pelota, remate con las dos piernas y mucho trabajo eran algunas de las pautas.

No todos los años con la Celeste los disfrutó. Forlán la pasó mal en el Mundial de Japón y Corea y en las Eliminatorias para Alemania 2006. No solo jugaba poco y en posiciones en las que se sentía incómodo sino que además era visto como un bicho raro en el vestuario. Tan a disgusto estuvo que llegó a renunciar en medio de las Eliminatorias. Al poco tiempo revocó su decisión.  

“Venía con diferente mentalidad a nivel de entrenamiento. En ese momento era un sistema de trabajo totalmente distinto”, me dijo Forlán en una nota en 2012.  

Todo cambió cuando llegó Óscar Tabárez. El técnico decidió darle a la selección un perfil diferente y eligió referentes en consecuencia. A partir del 2007 se acentuó dentro y fuera de la cancha el liderazgo de figuras como Forlán. 

“Vos ves que los más jóvenes vienen y te preguntan. Viene Nico Lodeiro y me ve haciendo diferentes trabajos y me pregunta, Edi y otros jugadores ya tienen profes personales. Ves cómo marcaste una pauta de trabajo y que los jóvenes lo siguen. Es lindo que se preocupen y quieran trabajar. Llegar al gimnasio y ver a todos trabajando es lindo, porque sentís que marcaste un camino y está bueno ver cómo los demás lo siguen”, explicó Forlán en aquella entrevista.

La historia en la cancha es más conocida pero no está de más recordarla. El golazo ante Senegal en 2002, el penal al ángulo en el último instante el día que si Uruguay no ganaba en Quito quedaba afuera del Mundial 2010, los cinco goles en Sudáfrica, los dos en la final de América en Argentina. Son solo los más importantes de los 36 que marcó.

Fue el único uruguayo que ganó el Balón de Oro en un Mundial, el jugador más influyente de la selección que le dio al pueblo uruguayo la mayor alegría en 40 años y, con 112 partidos jugados, es quien más veces se puso la Celeste.

Con semejante palmarés suena ridículo que haya gente que piense que Forlán no se merecía a sí mismo cerrar de manera oficial su ciclo con Uruguay, más allá de que Tabárez ya no lo convocara.

Profesionalismo, adhesión a la causa, compromiso, referencia para los más jóvenes. Al anunciar su decisión dijo: “Uno no lidera con las palabras sino con el ejemplo”. Puede irse tranquilo. Durante estos años cumplió con su premisa y marcó un camino. 



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