La Sala Verdi enciende “otra luz” en el centro de Montevideo

La Sala Verdi está buscando su lugar en el complejo de espacios públicos del centro de Montevideo. Su director, Gustavo Zidán, trabaja con una premisa bien sencilla: buenas propuestas y que la gente vaya a verlas. Un desafío posible sin “estresar” a una burocracia “a veces irracional”, dijo.

Actualizado: 19 de mayo de 2015 —  Por: Mauricio Erramuspe

La Sala Verdi enciende “otra luz” en el centro de Montevideo

Gustavo Zidán, director de Sala Verdi (foto: 180)

Hace cuatro años que Zidán ganó el concurso para dirigir la Sala Verdi, ubicada en la calle Soriano. El edificio se inauguró en 1894 como un auditorio y desde los años 50 forma parte del complejo de salas de la Intendencia de Montevideo. Sin embargo, esta es la primera vez que tiene al frente a un director.

Tradicionalmente asociada a la actividad de la Comedia Nacional, la sala busca consolidar esa faceta pero incorporar otras como la música de cámara o propuestas artísticas internacionales acordes a un espacio pequeño y “frágil”, según definió Zidan.

La reciente incorporación de equipamiento de aire acondicionado permite trabajar más días en el año e hizo que en enero, por ejemplo, pudieran realizar un festival de teatro en el marco del Programa de Fortalecimiento de las Artes a sala llena.

“Creo que una de las cosas más interesantes en el sector público es no estar condicionado por las reglas del mercado y en algunos casos ir contra las reglas del mercado, ser una alternativa. No quiere decir que uno sea una herramienta para lograr eso pero plantear como otra luz en el camino”, dijo Zidán en diálogo con 180.

180: ¿Qué rol pensás que debe tener la Sala Verdi, en el marco de la red que pueden conformar el resto de las salas públicas del centro de Montevideo: el Auditorio del Sodre, el Solís, la Sala Zitarrosa?

Gustavo Zidán: Hace cuatro años que estoy en la gestión de la sala y hemos trabajado mucho en afirmar una identidad en el contexto de un mapa de salas, por un lado de la Intendencia de Montevideo, pero que a su vez se integra a otro que es de todos los espacios de la ciudad.

La identidad parte un poco de lo que era. Por un lado sigue siendo una de las sedes de la Comedia Nacional y hemos retomado un poco la presencia de la música. El origen es el Auditorio Verdi, del Instituto Verdi, en 1894. De alguna manera con ciertas cosas que hemos venido programando hemos retomado ese contacto de la sala con la música.

La hemos pensado en el marco de ese puzzle que integra la sala junto al Solís, la Zitarrosa, el Florencio.

180: Es una propuesta "más boutique", por decirlo de alguna manera.

GZ: Más de cámara, sí. Por ejemplo tratamos que la sala sea una puerta de entrada a artistas. En lo que refiere a propuestas internacionales tratamos que sea una puerta de entrada a la ciudad. Por eso intentamos no repetir la presencia de artistas. Por lo general nunca programamos una segunda vez de una propuesta, siempre tratamos de correr ese riesgo de presentar algo nuevo. Es una de las premisas fundamentales.

Alguna vez hemos dicho radicalmente que nos animamos a presentar lo que ningún empresario teatral se anima a presentar. Podemos correr esos riesgos, citando una premisa que planteaba Gonzalo Carámbula, exdirector del Departamento de Cultura de la Intendencia, que decía que los teatros públicos “tienen el derecho al fracaso”.

180: Allí hay un desafío porque hay otros espacios que han consolidado mucho su nombre y su perfil, se han transformando en referentes. Ustedes están empezando a correr esa carrera.

GZ: La gran diferencia es un tema de escala. Nosotros somos una sala pequeña, de 250 espectadores. Entonces, la trascendencia de nuestras propuestas no se da por la masificación sino por la calidad de las cosas que pasan. Es a lo que nosotros nos tenemos que jugar. No somos un Solís chico, no somos un Sodre chico, somos una sala con una identidad, una escala, que trabaja de acuerdo a eso.

No es que acá haya espectáculos menores a los de otras salas sino que tienen otras características.

180: ¿Notaste cambios en estos años, ha venido más gente?

GZ: Nosotros tenemos una buena corriente de público. Trabajamos con una media interesante, atractiva, y sabemos que hemos fidelizado mucho público. Muchas de las propuestas que hemos hecho han estado vinculadas a la presencia de jóvenes y eso es interesante.

Como decía Nelly Goitiño, los teatros públicos son “para todos pero no para todo”. Por ejemplo, no hacemos música popular porque la Intendencia tiene una inversión muy importante en la Sala Zitarrosa que es la sala de los músicos. Sería ridículo superponer programaciones. Además la estructura de la sala es frágil.

En lo que refiere a la música clásica o instrumental sí tenemos programación pero con formatos de cámara, desenchufados, transitamos el género lírico. Uno de los íconos de la sala ha sido la Escena Vocal que este año tendrá su cuarta edición. Ahí tenemos la curaduría de María Julia Caamaño, la presidenta del Centro Cultural de Música, y han participado grandes exponentes del arte lírico mundial, sin exagerar, y eso tiene que ver con su figura y sus redes de contacto y prestigio internacional.

Nosotros tratamos que esos artistas de gran renombre puedan llegar a los espectadores con un precio accesible para todos. Una entrada a la Escena Vocal el año pasado costó 150 pesos y veías a Olga Makarina, una cantante rusa que actuó en el Metropolitan, por ejemplo.

180: ¿Cómo pensás tu rol como director de la sala?

GZ: Para afuera es fundamental que sea una presencia imperceptible. Para mi una sala de espectáculos es algo bien sencillo, tiene que haber buenas propuestas y que la gente venga a verlas. Creo que por un lado la presencia pública del director tiene que ser imperceptible, no se tiene ni que ver, y el acento tiene que estar puesto donde debe estar: un teatro es un lugar para el arte. Todo lo demás está al servicio de eso.

Yo como director trato de plantear una programación que a priori me parezca atractiva. Tratar de dialogar con el tiempo que estamos transitando, con el lugar, con el espacio, con la ciudad, con el país. Tratar de que sea algo vivo en cuanto al diálogo que pueda generarse entre el escenario y la platea.

180: ¿Qué papel juega tu gusto?

GZ: En muchos casos trato de que tengan que ver con mi gusto, me hago cargo, soy el director y soy el que tengo que programar.

Por ejemplo, sucede que hemos abierto un espacio a las danzas tradicionales, nos pidieron hacerlo porque es un género bastante marginado en la ciudad. Ese no es un género que yo frecuente ni que me guste pero vi que hay gente que está trabajando en ese sentido y bastante bien, con ciertos estándares de calidad. Ahí me senté en la platea y fui uno más de los que descubrió el género.

En otros casos, uno trata de andar buscando materiales, propuestas que puedan ser interesantes. Seleccionar, estar atento.

Yo tengo un recorrido que trato de sostener en el año. Hago cinco o seis viajes al exterior que es lo que me permite estar actualizado con cosas que van pasando y materiales que puedan ser compatibles con nuestra propuesta.

180: Vos trabajaste mucho en el ámbito privado. ¿Qué diferencias hay con lo público?

GZ: Hay un chiste que hacía un amigo colombiano que decía “pasaste al sector privado... privado de sueldo, de licencia”. De alguna manera las estructuras públicas generan ciertos pisos, ciertas estabilidades que a uno le permiten estar más concentrado en lo que tiene que estar. De repente en el sector privado uno tiene que trabajar en lo que refiere a la autosustentabilidad. Uno tiene que tratar de bajar el factor riesgo porque sabe que la vida se le va en otras cosas. Podés estar más condicionado por las reglas del mercado.

Creo que una de las cosas más interesantes en el sector público es no estar condicionado por las reglas del mercado y en algunos casos ir contra esas reglas, ser una alternativa. No quiere decir que uno sea una herramienta para lograr eso pero plantear como otra luz en el camino.

Esa es una de las grandes diferencias.

En el caso de nuestro país, la estructura pública está inserta en un contexto donde los gobiernos lamentablemente todavía no han encontrado cómo destrabar la burocracia. Nuestro Estado tiene muchas cosas fuertes, a favor, pero a su vez una de las grandes debilidades es la rigidez o irracionalidad que en algunos casos tiene la burocracia.

Pero uno encuentra las formas para moverse, uno va aprendiendo que tiene que tener mucha paciencia y las cosas se pueden lograr. De repente se demora un poquito más, de repente hay que tratar de no acelerar e ir acompasando las posibilidades que uno tiene, tratar de no estresar a la estructura. Eso ha sido parte del buen camino que hemos recorrido en la sala. Una cosa interesante es que el 100% del personal es municipal y cada uno ha respondido bien desde su lugar.