Jorge Sarasola

El enjambre que asedia a Cameron

Las declaraciones de Cameron refiriéndose a los inmigrantes en Calais como un “enjambre” revelan la poca solidaridad británica en torno a los problemas migratorios de la Unión Europea.

Actualizado: 04 de agosto de 2015 —  Por: Jorge Sarasola

Un día despejado, cualquier persona en Calais (Francia) puede vislumbrar los famosos precipicios blancos de Dover (Inglaterra) separados por el Canal de la Mancha. El túnel que los une (unos 90 minutos en auto) acaparó la atención mediática en los últimos días, generando candentes debates respecto a la política migratoria del Reino Unido. No se hablaba tanto del pueblo galo en tierras británicas desde 1558, año en que Queen Mary perdió a su preciada Calais frente a los franceses.

Aproximadamente unos 4.000 migrantes (aunque la cifra exacta es difícil de determinar y aumenta diariamente), provenientes en su mayoría de Eritrea, Etiopía, Sudan y Afganistán, viven en un precario campo de refugiados en Calais. Todas las tardes, muchos de ellos se dirigen a la boca del túnel a buscar maneras de cruzar hacia Inglaterra, en camiones o trenes. Recientes incidentes involucrando a estos migrantes – donde se destaca la muerte de un Sudanés el martes pasado – causaron horas de colas y demoras en el túnel, en lo que es la temporada alta de viajeros británicos que veranean en Francia; además de retrasar a miles de camiones que realizan este trayecto a diario por razones comerciales.

Mientras anunciaba nuevas medidas para fortalecer la seguridad en la frontera francesa, el Primer Ministro David Cameron se refirió a los migrantes como un “swarm” (“enjambre”) que intenta ingresar ilegalmente al país. Ese uso de lenguaje donde el mandatario trata a los inmigrantes como un grupo de insectos provocó críticas incendiarias desde todos los ángulos: diversas organizaciones se sumaron a condenar el lenguaje “divisivo” y “deshumanizador” del líder conservador.

Lo curioso es que mientras Cameron define a un grupo de migrantes como un enjambre invasivo de peligrosos insectos, el resto del mundo individualiza y humaniza a un león llamándolo Cecil.

Un estudio exhaustivo llevado a cabo por “The Migration Observatory” en la Universidad de Oxford analizó el lenguaje utilizado por todos los medios de prensa británicos entre el 2010 y el 2012 a la hora de describir a los inmigrantes. Entre los descubrimientos se destaca el hecho que la palabra “ilegal” es la que se utiliza con mayor frecuencia para acompañar a “migrante”. Los tabloides también tienden a utilizar palabras como “terrorista” o “sospechoso” para referirse a los mismos. Las metáforas acuáticas son las más populares para describir a grupos de inmigrantes, como “ola” o “inundación.” Ese lenguaje metafórico implica la existencia de una masa invasiva y peligrosa que arrasará con todo, tal como un tsunami. Por otro lado, el lenguaje utilizado para describir a “refugiados” tiende a ser radicalmente diferente, focalizándose en las condiciones atroces que han llevado a estos individuos a emigrar.

Los tabloides derechistas británicos amanecieron con titulares que seguían la línea del Primer Ministro, cómo “Manden al Ejército” o “La locura de Calais tiene que detenerse”, en general culpando a los franceses por su ineficacia a la hora de controlar la frontera.

En los cuatro años que llevo viviendo en Reino Unido, he observado como la hostilidad hacia extranjeros ha escalado con velocidad, y esto no se restringe a inmigrantes ilegales. Por si el monitoreo orwelliano al que los estudiantes internacionales son sujetos no fuese suficiente, el gobierno anunció que obtener visas de estudio y trabajo resultará más difícil que nunca a partir del 2016. Beneficios que yo experimenté como poder trabajar veinte horas por semana y tener salud gratuita, mientras cursaba la Universidad, probablemente no existan en un futuro cercano.

Todo esto obedece a una necesidad electoral: en 2014, UKIP, el partido por la independencia del Reino Unido de Europa, que prácticamente quiere anular cualquier tipo de inmigración laboral, obtuvo una victoria sorprendente en las elecciones europeas. El mensaje del público fue claro: culpaban a los inmigrantes por el desempleo y los bajos salarios durante la crisis. Los conservadores leyeron el mensaje y una de las puntas de flecha de su campaña electoral fue focalizarse en los controles migratorios que implementarían para robarle esa parte del electorado a UKIP y triunfar sobre los laboristas, misión que cumplieron.

Por esa razón, no es sorprendente que la retórica del gobierno tienda a distinguir entre “refugiados” (buenos) e “inmigrantes económicos” (malos). Para el Primer Ministro, los migrantes en Calais son un enjambre conformado por inmigrantes económicos en su mayoría, por lo que deberían ser deportados a su país de origen.

El problema es que esto no es del todo cierto. Una investigación de "The Guardian" en el campo de refugiados en Calais revela cómo la mayoría de estos inmigrantes están escapando de guerras civiles, persecución y extremismo religioso. Hannah, por ejemplo, de 24 años y embarazada, escapó de la guerra en Siria y cruzó ocho países diferentes con la esperanza de encontrarse con su marido en Inglaterra, al que sí le han concedido asilo como refugiado.

Es más, la distinción entre “refugiado” e “inmigrante económico” es problemática, ya que individuos que están escapando de situaciones atroces tienen que, como cualquier persona, pensar cómo se ganarán la vida. Mientras el vacacionista británico que quiere llegar a Francia inspira simpatía en la retórica gubernamental, el inmigrante que se encuentra en condiciones inhumanas genera miedo y desprecio.

Por si fuera poco, enfocar el problema como netamente británico, que se resolverá con mandar al ejército o fortalecer la frontera, revela cómo esa retórica se acerca más a una maniobra electoral para mantener al público satisfecho que a intentar resolver el problema de raíz. De los 200.000 migrantes y refugiados que llegaron a Europa a través del Mediterráneo este año, los que se encuentran en Calais representan entre el 1% y 2% de los que arribaron a Grecia e Italia. Estos países que se encuentran en agudas crisis económicas (sobretodo Grecia) deben lidiar con ellos mientras sus vecinos más ricos del norte miran de costado. Mientras que Alemania ha dado asilo a 175.000 refugiados el año pasado, el Reino Unido se lo ha otorgado sólo a 24.000 personas.

En perspectiva, la histeria británica respecto a Calais es desmedida. La retórica gubernamental y de ciertos sectores de la prensa revela la actitud hostil de gran parte del público hacia los inmigrantes. Peter Sutherland, representante de las Naciones Unidas, criticó duramente la exageración elaborada por el gobierno y la prensa respecto a la amenaza que estos inmigrantes representan, y llamó al Reino Unido a ayudar a resolver el problema aceptando más peticiones de asilo.

Que no se malentienda esta línea de argumento: sería absolutamente desmedido acusar a Cameron y al electorado británico de xenófobos, como varios han hecho. Como se publicó recientemente en este portal, la inmigración es uno de los temas que más preocupa a los europeos, y esto es por razones más que válidas. El problema es el contraste: uno escucha a muchos británicos vanagloriarse de los grandes números de refugiados que aceptaron en el pasado, durante el Nazismo o el genocidio en Ruanda, por ejemplo. Esa idea del Reino Unido como un asilo que le abre las puertas a los perseguidos, que generaba orgullo entre sus habitantes y se ha transformado en un valor británico, es lo que se está perdiendo lentamente. Obtener votos hoy parece ser la prioridad.

Se estima que éste es el mayor movimiento migratorio desde lo ocurrido después de la Segunda Guerra Mundial. Resolver esa crisis humanitaria no será cosa fácil pero continuar erigiendo muros y mandar soldados hará poco para resolverla. Muchos en Escocia creen que todos sus problemas se resolverán una vez que salgan del Reino Unido, y muchos en el Reino Unido creen lo mismo una vez que salgan de la Unión Europea. Siempre es más fácil culpar al otro ¿no?

 

Jorge Sarasola es máster en Filosofía y Literatura Comparada de la Universidad de St. Andrews, Escocia. Actualmente vive ahí.




Las opiniones vertidas en las columnas son responsabilidad de los autores y no reflejan necesariamente posiciones del Portal 180.