Jorge Sarasola

El Parlamento Británico: dinamismo político en un entorno tradicionalista

“Siempre son los mismos dinosaurios en el Parlamento.” ¿Cuántas veces se ha escuchado esta frase entre jóvenes desencantados de la política uruguaya? No es sorprendente que en las últimas elecciones, apostar a la renovación y diversidad se haya transformado en la plataforma electoral de varios políticos, como la senadora frenteamplista Constanza Moreira. Asimismo, el país se unió a la tendencia global implementando una ley de cuotas para mejorar respecto a la representación por género.

Actualizado: 07 de setiembre de 2015 —  Por: Jorge Sarasola

Si se genera un paralelismo entre el parlamento uruguayo y el británico, varios quedarían boquiabiertos. Cualquier persona que mire la BBC Parliament se percatará instantáneamente de lo ceremonioso y tradicionalista que resultan las discusiones legislativas, quizás influenciadas por la formalidad monárquica y eclesiástica que caracterizó a estas islas por siglos. Sin embargo, un elemento asombraría de inmediato: la juventud de muchos de los políticos en posiciones de poder. David Cameron tenía apenas 44 años cuando fue electo Primer Ministro en 2010. Para aquellos preocupados con la igualdad de género, el Reino Unido tuvo a su primera mandataria mujer ya en 1979, nada menos que a la inquebrantable Margaret Thatcher.

Debajo de esa máscara tradicionalista y conservadora, existe un gran dinamismo político en la formación de la cámara parlamentaria británica. Eso obedece, creo yo, a tres razones: la cultura de la renuncia, la cámara de los Lores y un peculiar sistema de votación.

La Cultura de la Renuncia

Alex Salmond fue electo Primer Ministro de Escocia dos veces en forma consecutiva; ha liderado al SNP (Partido Nacional Escocés) por 24 años, y estuvo a punto de cumplir su sueño y el de muchos más el año pasado: lograr la independencia escocesa. Sorprendentemente, su reacción luego de perder el referéndum fue renunciar sin titubeos (aún teniendo dos años de mandato por delante).

Cuando Ed Miliband perdió la última elección frente a David Cameron también declinó en ocupar su posición como líder del Partido Laborista (teniendo sólo 45 años de edad). El número uno de los Demócratas Liberales, Nick Clegg (48), vio su bancada reducirse a menos de la mitad de asientos en las últimas elecciones e inmediatamente abandonó su rol. Nigel Farage (51) condujo a UKIP a lograr la mayor cantidad de votos en la historia del partido (cerca de 4 millones). Igual, al no haber logrado ganar en su localidad para ser parlamentario, optó por renunciar.

Esta tendencia no parece limitarse sólo al ámbito político. The Guardian publicó un artículo el 29 de agosto sobre una maestra de secundaria que decidió renunciar luego de que sus alumnos no lograran alcanzar la meta establecida por la institución educativa: 75% de aprobación en los exámenes GCSE.

Para alguien que vio a Jorge Larrañaga renunciar y reaparecer en las últimas elecciones nacionales, no logro contener mi asombro ante esta marea de renuncias, en especial considerando la juventud política de muchos de los líderes del Reino Unido. Esta “cultura de la renuncia” que parece ser cuenta común frente a la derrota genera un constante recambio legislativo.

La Cámara de los Lores

El Parlamento británico está compuesto por la Cámara de los Comunes (650 miembros) y la Cámara de los Lores (de cantidad indefinida). Mientras que la primera es integrada por políticos electos por la sociedad, la segunda está formada por miembros apuntados por la Reina, bajo el tutelaje del Primer Ministro y una comisión especial. Lord Sewel – recientemente humillado ante el público por consumir cocaína junto a prostitutas – era miembro de la Cámara de los Lores.

Está segunda cámara escudriña proyectos de ley y puede sugerir cambios y vetos, pero estrictamente hablando, no tiene el poder de detener su transformación en leyes. Lo único que pueden hacer es ofrecer recomendaciones. En términos más vulgares, muchos de los carcamanes de la política (ex–parlamentarios, ex–ministros) tienen su lugar asegurado en la Cámara de los Lores donde su influencia es limitada, mientras la Cámara de los Comunes se ve invadida por jóvenes promesas políticas cada año.

Un Peculiar Sistema de Votación

A diferencia de la mayoría de los sistemas democráticos, el proceso electoral británico es uno muy peculiar. El territorio total del Reino Unido está dividido en 650 localidades, cada una representando una demografía similar. Cada uno de los 650 parlamentarios de la Cámara de los Comunes corresponde a una de esas localidades. Si uno está registrado para votar en una localidad determinada (por ejemplo, Londres Sureste), estaría votando sólo por el parlamentario que represente esa región.

El mayor problema de ese sistema es que los votos de los candidatos que no ganen en su localidad no cuentan para nada. Imaginemos el siguiente ejemplo: el partido que voto obtiene el segundo lugar en las 650 localidades, logrando millones de votos. Pero como no obtuvo el primer lugar en ninguna localidad, no tendrá representante en el Parlamento. La conclusión parece absurda: un partido con millones de votos sin representación parlamentaria.

Eso es lo que le ocurrió a UKIP en los últimos comicios: obtuvo el 12.6 % de los votos pero ganó en una sola localidad, conquistando apenas el 0.15 % de la Cámara de los Comunes.

Lo interesante – debatible si es positivo o negativo – del sistema reside en lo fácil que es para parlamentarios de renombre perder su bancada, si consideramos que su destino será decidido por una localidad de aproximadamente solo 100.000 personas.

El ejemplo más claro de esto ocurrió en las últimas elecciones. Paisley (Escocia) vivió una intensa contienda entre Douglas Alexander (Partido Laborista) y a Mhairi Black (Partido Nacional Escocés). El primero es un referente de su partido, con experiencia parlamentaria y roles importantes en los gabinetes de Tony Blair y Gordon Brown; la segunda es una estudiante de 20 años. Los resultados de las últimas elecciones decidieron que Black fuese la que viajara a Westminster. Sí, una mujer de veinte años se transformó en parlamentaria antes de terminar su tesis mientras que un ex ministro y senador quedaba sin empleo.

Es muy curioso cómo una sociedad que le tiene tanto respeto a las normas y a la formalidad, que celebra las tradiciones del pasado estoicamente, y que ha sido gobernada por conservadores durante gran parte de su historia, presenta tanta diversidad cuando se integra cada legislativo. En este reino, una profunda reverencia por el pasado no es incompatible con una visión progresista y de constante renovación en el presente.  

 

Jorge Sarasola es máster en Filosofía y Literatura Comparada de la Universidad de St. Andrews, Escocia. Actualmente vive ahí.




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