Jorge Sarasola

Jeremy Corbyn divide a la izquierda británica

El líder de la oposición británica – Jeremy Corbyn – ratificó su mandato en las recientes elecciones internas frente a Owen Smith, pero la gran interrogante recae en si su partido logrará unirse detrás de él.

Actualizado: 26 de setiembre de 2016 —  Por: Jorge Sarasola

En mayo del 2015 el Partido Conservador ganó las elecciones nacionales en el Reino Unido bajo la tutela de David Cameron con una mayoría parlamentaria tan significativa como inesperada que lanzó al tradicional rival – el Partido Laborista – a un extenso período de crisis existencial del que aún no ha emergido.

La principal consecuencia de esta derrota fue la renuncia de su candidato – Ed Miliband –, dejando un vacío en la dirigencia que debía ser llenado luego de unas elecciones internas. Cualquier miembro del Partido Laborista que pagara las tres libras anuales podía votar en estos comicios internos.

Cuando se esperaba que triunfara otro candidato centrista hijo de la línea del exitoso Tony Blair, Jeremy Corbyn colmó las portadas de la prensa internacional como el nuevo líder de la oposición británica hace aproximadamente un año.

Parlamentario por Islington Norte (Londres) desde 1983, este veterano del ala socialista de su partido saltó a la fama por su oratoria anti-austeridad, su trabajo con causas relativas a los Derechos Humanos, su vegetarianismo y ecologismo.

Desde el día uno de su mandato, una porción sustancial de los parlamentarios laboristas anunciaron que bajo el liderazgo de Corbyn su partido nunca iba a poder triunfar en una elección nacional, y que mantenerlo al mando solo aumentaba las posibilidades de una hegemonía total del Partido Conservador en el poder, iniciando lo que sería una cruenta guerra civil.

Las credenciales de “socialista radical” que muchos le atribuyen por políticas como la nacionalización de compañías energéticas, su oposición a cualquier tipo de intervención militar y su pronunciación a favor del desarme nuclear unilateral lo convierten en un candidato que – aunque es muy popular dentro de los votantes de izquierda – nunca podrá ser elegido por el público nacional, argumentan muchos de sus colegas laboristas.

La evidencia parece avalar esta lectura: ya un año desde su elección, una encuesta reciente realizada por Sky Data preguntando quién inspiraba mayor confianza como Primer Ministro pone a Theresa May en un 62% y a Corbyn sólo con el 18%, detrás de “No Sé” que se llevó el 20%.

Desde la otra campana, los llamados corbynistas aseguran que estos intentos de desestabilización interna revelan el desinterés de la clase política por lo que piensan los miembros ordinarios del partido; llaman la atención sobre la intensa campaña de demonización en la prensa que Corbyn ha tenido que soportar; y enfatizan los logros del último año: cuatro alcaldías ganadas en ciudades claves (Londres, Bristol, Liverpool y Salford), triplicar la cantidad de miembros en el partido y detener propuestas conservadoras como los recortes en el presupuesto a personas discapacitadas.

Luego del terremoto desatado por el voto pro-Brexit, los parlamentarios laboristas anti-Corbyn vieron su oportunidad. Muchos de ellos percibieron el voto a favor del Brexit como un fracaso de su líder en movilizar al público tradicionalmente laborista.

En la política británica, tanto el partido de gobierno como la oposición tienden a dividir a sus parlamentarios en dos tipos: aquellos que se sientan en el primer banco (el front bench) y aquellos que están en los bancos detrás (los backbenches) en la Cámara de los Comunes. En el “front bench” de los conservadores se sientan Theresa May y sus ministros, mientras que en el “front bench” opuesto se sientan el líder de la oposición y sus potenciales ministros si llegara al poder.

Un día después de Brexit, la amplia mayoría de los parlamentarios laboristas del “front bench” renunciaron a sus responsabilidades como parte del círculo íntimo de Corbyn en una señal de rebelión hacia su líder. El mensaje fue claro: Jeremy falló en forma desastrosa en el voto por la Unión Europea, nosotros le retiramos nuestra lealtad.

Coincidiendo con la renuncia de David Cameron, muchos creían que esta migración en masse de los pesos pesados del Partido Laborista del “front bench” lograría tambalear también a Corbyn. Pero el líder laborista hizo oídos sordos a la polifonía de voces que pedía su renuncia e intentó completar su “front bench” diezmado con los pocos colegas que aún le mostraban lealtad dentro del partido.

Luego, 172 parlamentarios laboristas escribieron una carta donde declaraban que Corbyn no tenía lo necesario para ser líder, retirándole su confianza, y revelando una fractura irreconciliable entre el cabecilla del partido y la amplia mayoría de los representantes.

Como consecuencia, estos laboristas rebeldes tomaron la única opción legal a su alcance para derrocarlo: presentar a un nuevo candidato y llamar a elecciones internas.

Así apareció Owen Smith, parlamentario por Pontypridd (Gales) desde 2010, como el candidato elegido para vencer a Corbyn, unir a sus parlamentarios detrás de él, y prepararse para intentar llegar al poder en las próximas elecciones nacionales.

Luego de una intensa campaña veraniega donde el Partido Laborista se deshizo internamente mientras los conservadores se unían detrás de Theresa May, la gran mayoría de los 640.506 miembros de esta facción política fueron a las urnas para decidir sobre el futuro de su partido.

Corbyn ratificó su mandato el pasado sábado con un 62% de los votos frente a un rezagado Smith, quien se llevó un mero 38%.

La pregunta que titulará todas las editoriales periodísticas en estos días es qué le ocurrirá a este Partido Laborista con un nuevo mandato corbynista. En el escenario hipotético más idealista y positivo, los parlamentarios rebeldes intentarán cruzar los puentes que el líder seguro tenderá y trabajarán junto a él para realizar una efectiva oposición al gobierno de May. Algunos pocos se han animado a decir que considerarían volver al “front bench” si se les pide.

En el escenario más realista, la mayoría de estos rebeldes se limitarán meramente a coexistir con el liderazgo de Corbyn desde los “backbenches”, esperando a que pierda las elecciones nacionales y eventualmente abandone su posición.

En el escenario más pesimista, las fracturas que este partido ha mostrado en el último año se transformarán en grietas irreconciliables que podrían disolverlo, con algunos parlamentarios amenazando con irse y fundar un nuevo partido. Tim Farron – líder de los Demócratas Liberales – ya ha anunciado que aceptaría en su facción política a aquellos representantes que desearan abandonar el Partido Laborista.

En el corazón de esta polémica se encuentra un complejo debate sobre validez democrática. Aquellos que defienden a Corbyn aseguran que éste tiene un claro y sustancial mandato democrático de los miembros del partido que los otros representantes simplemente desean ignorar. Aquellos en su contra afirman que un líder no sólo debe tener un apoyo de los miembros del partido, sino que también debe ser capaz de unir e inspirar lealtad entre sus parlamentarios, que a su vez también poseen un mandato democrático del pueblo proveniente de las elecciones nacionales. La supervivencia del partido recae en resolver esta tensión. 



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