La media lata de refresco llena

Todos los cuartos viernes de noviembre nos llegan imágenes estremecedoras del fervor consumista norteamericano, que tiene carta libre en esa jornada sagrada del libre mercado llamada Black Friday. Turbas de compradores arrasando con todo, golpeando las persianas de los locales, pisoteando a otro zombie para llegar primero a esa tablet o ese televisor LCD, vendedores tomados del cuello de la camisa y zarandeados para consultarle un precio, o un jean siendo desgarrado por sus dos pretendientes. Una imagen apocalíptica que en Uruguay tuvo su versión en el clásico pasado, nuestro Domingo Negro.

Actualizado: 02 de diciembre de 2016 —  Por: Gomez

La media lata de refresco llena

MIGUEL ROJO / AFP

"Que el clásico se juegue en Miami", dicen que dijo el Dr. Etchandy, y los miamitas temblaron como palmeras al paso de un huracán, no una tormenta tropical llamada Bryan o Catherine, sino una llamada Fútbol Uruguayo. Las casas de electrodomésticos planeaban cerrar sus puertas mientras los cubanos pensaban en construir una balsa para volverse a la isla. Pero finalmente entre la marcha atrás de Etchandy y la muerte de Fidel Castro, en Miami se vivió una fiesta. El partido se jugó* acá nomás y resultó un huracán de penillanura templada suavemente ondulada bautizado El clásico de la garrafa.

Pero hay que ver, tampoco hagamos juicios apresurados. Tal vez fue el refresco cola lo que alteró al público, al igual que un niño en cumpleaños. El azúcar, la cafeína y el fútbol uruguayo son una mala combinación, cualquiera podría perder la cordura. No seamos prejuiciosos y le echemos la culpa al consumo de otras sustancias ilegales. Porque te tomás unos vasos de refresco y tirás una garrafa de 13 kilos desde 30 metros de altura. Clásico. No estigmaticemos. En vez de ello rescatemos lo positivo, miremos la media lata de refresco llena, porque algún destello en las sombras se pudo divisar. Saquemos en limpio las lecciones aprendidas.

1- El perro policía llamado Duque (gracias diarios uruguayos) sobrevivió al garrafazo. No es menor, quiero ver si Rambo te aguantaba una de 13 de Acodike. El can fue muy afortunado, casi tanto como la ciudad entera: ¿se imaginan un enfrentamiento total entre los defensores de los animales y los hinchas de Peñarol? Se estremecen los habitantes de la siria Aleppo de solo pensarlo; "nos quedamos con nuestra guerra civil", aclaran por las dudas.

2- La mala imagen que desde el domingo ostentan las garrafas puede ser un nuevo paso en nuestros esfuerzos por migrar de matriz energética. Si un ciudadano deja de usar gas, ganamos independencia petrolera y ahorramos malos humores cuando el producto escasea, como en cada invierno. También quedamos tranquilos de que la vecina vieja de al lado no dejó la llave del gas abierta y volemos por los aires.

3- Gracias a La Empresa aprendimos que "suspención" tiene una falta de ortografía y que la forma correcta de escribirlo es "suspensión". Otra de sus tantas causas nobles emprendidas, una nueva cruzada exitosa de la organización favorita de todos los uruguayos (menos del rebelde, sedicioso, ¿resentido?, de iniciales DM, que regentea este medio digital). ¡Los niños uruguayos te agradecen Francisco! ¡Eres el José Pedro Varela de nuestro siglo! 

4- El Dr. Jorge Barrera luce más delgado. Me dio la impresión, ¿a ustedes no? Me alegro por él.

5- Nos quedó claro que en la dictadura se vivía mejor. Terminado el partido el popular comentarista nos contó lo bien que se pasaba en la época del Mundialito del 80, tiempos dorados en que se podía compartir tribuna con el hincha del tradicional adversario, concurrir al Estadio sin miedo y caminar tranquilo por la calle (si uno no andaba en el comunismo y esas cosas raras, claro). ¡Gracias, paladín del comentario deportivo! ¡El pueblo te ama!

6- No se presentaron bochornosos episodios de canibalismo. Algo que cualquier ser humano civilizado destacaría como positivo luego de ver a las hordas fuera de control el domingo pasado.

7- Por último aplaudamos a esos ciudadanos ejemplares que, sí, está bien, tal vez luego de haber arrancado butacas con una pala o lanzado hamburguesas como frisbees, pero terminaron su latita y la dejaron apoyada sobre la mesada del puesto que habían saqueado brutalmente minutos antes, aunque después salieran del Estadio a cargar contra los escudos de La Republicana. Los buenos modales aun sobreviven. Hay esperanzas.

* Es un decir. Está claro, ¿no?