Vuelta a casa, en bici, desde Estados Unidos

Sebastián Remualdi y María Eugenia Olives son una pareja de uruguayos que en diciembre de 2015 decidió realizar el viaje de su vida, pedaleando desde Miami a Montevideo. Remualdi contó su experiencia a 180 y detalló cómo realizaron el trayecto prácticamente sin pagar hospedajes, enfrentando paisajes y climas agresivos, y participando de rituales de culturas que los sorprendieron.

Actualizado: 14 de enero de 2017 —  Por: Felipe Miguel

Vuelta a casa, en bici, desde Estados Unidos

(Foto: Deacullá - Sebastián Remualdi)

Fue un año de ruta que comenzó en diciembre de 2015 en Miami. A fines de 2016 llegaron a Montevideo.

Las ganas de viajar estaban presentes desde antes. Luego que su novia, María Eugenia Olives, se le unió en la última etapa de su viaje de arquitectura por Europa, les quedó la espina de hacer un recorrido solos en bicicleta por ese continente. Por problemas con las visas no lo concretaron pero él ya tenía el pasaje de vuelta desde Barcelona a Montevideo con escala en Miami.

La alternativa que se les ocurrió fue recorrer en bicicleta un poco de Estados Unidos y después volar hasta Uruguay. Pero una vez en ese país, comenzó a gestarse la aventura. “Cuando llegamos a Miami, compramos las bicis y arrancamos sin rumbo. Dijimos, ‘ya estamos acá, tenemos las bicis, vamos hasta Uruguay’. Así fue que surgió”. Con esa naturalidad contó a 180 Sebastián Remualdi cómo se dieron a sí mismos el empujón final para emprender el recorrido.

Lo realizaron en dos etapas, con desvíos necesarios debido a que querían llegar a Uruguay para las fiestas. El primer tramo fue de Miami a Cancún, México, unos 5.000 kilómetros por ruta. Allí bordearon todo el Golfo de México y visitaron Alabama, Luisiana, Misisipi y Texas hasta México. Desde allí tomaron un avión a Bogotá, Colombia, porque calcularon que saltearse Centroamérica era la forma de llegar a tiempo.

(Foto: Deacullá - Sebastián Remualdi)

El segundo trayecto fue de Bogotá a Montevideo, más de 6.000 km, con dos cortos pasajes realizados en ómnibus en Argentina y Bolivia porque se desviaron para visitar determinados puntos.

La experiencia a pedal

Remualdi y Olives se mueven en bicicleta habitualmente en Montevideo, y han realizado algunos viajes a ciudades como Minas o Florida por ese medio.

En promedio, realizaban unos 60 0 70 km por día durante el viaje pero Remualdi contó que se fueron acostumbrando a la exigencia física a medida que iban avanzando. “Al principio hacíamos 40 km y no podíamos más. Luego, hubo un día que hicimos 160 km, fue nuestro récord”, agregó.

Luego de tantos meses de pedalear a diario, se podría pensar que están agotados y prefieren dejar la bicicleta de lado por un tiempo pero no es el caso. Remualdi contó que desde que llegaron, las veces que fue a visitar a su familia, que vive en Sauce, lo hizo en bicicleta, lo que implica pedalear por unos 40 km.

Un día típico en el viaje implicaba salir a la ruta con el amanecer, tras un desayuno de avena con banana y azúcar. Paraban a mediodía para almorzar y volvían a salir a media tarde hasta antes que anochezca, para poder encontrar hospedaje.

La vida en la ruta

Los almuerzos y cenas habitualmente consistían de arroz, pasta, polenta o guisos de verduras que iban comprando a medida que necesitaban. Para cocinar habían comenzado con una garrafa pequeña de camping pero se les hizo difícil recargarla por lo que continuaron con cocinas a base de alcohol hechas con latas de refresco, de las que se suelen presentar en los videos de “soluciones de 5 minutos” que circulan en las redes sociales.

Cargaban una carpa y sobres de dormir y la primera medida para hospedarse era llegar a un campo y pedirles para acampar. Remualdi dijo que muchas personas accedían pero también otras los invitaban a quedarse en habitaciones que tenían vacías en sus casas.

“Muchos nos invitaban a cenar y a conocer a la familia y charlar. Eso fue una parte muy enriquecedora porque conocías a personas que no estaban relacionadas con el turismo, ni la bicicleta ni nada, era una familia al azar que conocías y fue súper interesante”, relató.

También utilizaron redes como WarmShowers o CouchSurfing que reúnen a personas que buscan dónde quedarse en todas partes del mundo y se conectaron con gente que les dio consejos sobre cómo hacerlo en varias ciudades.

(Foto: Deacullá - Sebastián Remualdi)

Pero no siempre tuvieron tanta suerte y hubo que acampar a la intemperie en varias oportunidades. “Varias veces íbamos en el medio de la nada y no encontrábamos casas o lo que fuera, había montes al costado de la ruta, nos metíamos al oscurecer y armábamos la carpa medio a escondidas. Eso fue al principio porque no dormías tranquilo. Nadie sabía que estabas ahí, estabas regalado. En Estados Unidos había lugares con carteles que decían ‘cuidado con los osos’ y mostraban cómo defenderse. Daba miedo”, contó Remualdi.

La pareja no tenía los costos de todo el viaje cubiertos, por lo que idearon un sistema para mantenerse: vender fotos de las maravillas que iban observando en el camino. Las imprimían en las ciudades, y los fines de semana se instalaban en plazas y se dedicaban a venderlas. Eso les ayudó a generar ingresos y también en algunos restaurantes realizaron trueques de comida por fotos, aunque varios propietarios les brindaban la comida solo por el placer de escuchar sus anécdotas.

Remualdi y Olives reunieron sus experiencias, fotos y otros relatos de su extenso viaje en un blog llamado Deacullá, que se puede visitar en este link. También se puede visitar su página de Facebook.