La Copa rota

Peñarol perdió 3 a 2 con Palmeiras en el Campeón del Siglo y quedó último en su grupo. Con goles de Affonso y Arias el aurinegro sacó ventaja en el primer tiempo pero en el segundo la visita hizo lo que quiso, dio vuelta el partido en 18 minutos y dejó a Peñarol al borde de la eliminación. En el final hubo una batalla campal dentro y fuera del terreno.

Actualizado: 26 de abril de 2017 —  Por: Diego Muñoz

La Copa rota

MIGUEL ROJO / AFP

Las patéticas imágenes del final quedan grabadas a fuego. Los jugadores de Peñarol desencajados, corriendo a Felipe Melo, la trifulca general desatada en el campo que luego derivó hacia las tribunas.

El cierre de la noche se pareció mucho al de un equipo que sabe que la clasificación se escapó definitivamente, por más que en el calendario haya dos partidos por jugar.

Cuando se exacerban los ánimos hasta el límite con el objetivo de tener un equipo comprometido y aguerrido, se corren determinados peligros. Uno de ellos es que algunos partidos terminen como terminó Peñarol-Palmeiras.

Mientras hubo juego, hubo fuego. Y volvió a ocurrir lo mismo que en Brasil. Lo de Peñarol fue en el primer tiempo un juramento y en el segundo una traición.

Lo que más impactó fue la forma en la que perdió. Luego de un primer tiempo sensacional, en el que sacó ventaja en todos los sectores del campo ante un rival abrumado, en el segundo se paralizó. Quedó tieso el Carbonero, que fue incapaz de atinar a algo a pesar de ver cómo Palmeiras se lo llevaba por delante.

La gran diferencia estuvo en la estrategia. Peñarol salió como si la meta estuviera a 100 metros y Palmeiras como si estuviera a 42 kilómetros 195 metros. Los hechos demostraron que la carrera era una maratón.

Con una intensidad propia de quien sabe que se juega el futuro en el torneo, Peñarol tiró desde el comienzo una presión alta asfixiante sobre el rival, lo que le permitió conseguir la pelota cerca del arco de Prass.

Al ritmo de Nahitan Nández, exuberante en cualquier parte del campo, acompañado por un sector derecho conformado por Hernán Petryk y Alex Silva que funcionó bien y con la movilidad de Cristian Rodríguez, Arias y Affonso, el local no dejó pensar a su adversario.

A los 13 minutos Nández corrió desde el medio hacia la derecha, desbordó, mandó el centro y Affonso, luego de cometer infracción no sancionada por el árbitro, adelantó a Peñarol.

Palmeiras lució confundido ante el despliegue aurinegro. El equipo brasileño fue sometido por su adversario y la pasó muy mal. Sin control de balón ni espacios para jugar, jamás pudo correr hacia el arco de Guruceaga.

Plantado en campo rival, con movimientos de defensa y de ataque sincronizados, Peñarol aprovechó el momento. A los 38 Petryk y Silva hicieron una gran jugada por derecha que Arias terminó con una tijera para el 2 a 0.

Mejor primer tiempo imposible. Dos goles de ventaja y una superioridad indiscutible en todos los rubros del juego.

Pero, como dos semanas atrás en Brasil, en el segundo tiempo todo cambió. Palmeiras salió con otra predisposición desde el inicio y Peñarol no ofreció respuestas. El técnico, Eduardo Baptista, sacó a Vitor Hugo y a Egidio para poner a Tchê Tchê y a Willian. Los cambios modificaron la postura de un equipo dispuesto a plantarse en campo rival y a someter a su rival.

Cuando Willian descontó a los cuatro minutos con una media vuelta los fantasmas sobrevolaron el Campeón del Siglo. Ahora era Peñarol el que no podía salir, el que no conectaba, el que tenía líneas separadas.

Las inseguridades que transmitían los de Ramos, su falta de criterio para reacomodarse en el campo, impulsaron aún más a los brasileños, desbocados en busca del empate. Quedó Palmeiras con dos jugadores para marcar, un mediocampo ordenado y el resto se posicionó en los alrededores del arco de Guruceaga.

Desde el banco aurinegro se intentó frenar el impulso con el ingreso de Ángel Rodríguez por Silva. Fue como querer detener el agua de un caño roto con un chicle.

A los 63, tres minutos después de la variante, llegó el 2 a 2 anotado por Yerri Mina. El defensa se filtró por detrás de Petryk y Quintana y aprovechó que Guruceaga se quedó clavado en su arco cuando debió salir.

Aturdido y abrumado, Peñarol jamás se detuvo a pensar cómo seguir. El desorden en el campo era notorio, con jugadores nublados que querían resolver por sí mismo cada situación de juego. A su frente, Palmeiras controlaba el juego más entero en lo físico y claro en lo mental.

A los 72 Willian anotó el tercero luego de una jugada por la derecha.   

El cambio de Nicolás Dibble por Marcel Novick a 11 del final fue una muestra del desconcierto en el que estaba sumergido el equipo.

Peñarol peleó hasta el final con hidalguía, pero ante un rival como Palmeiras hace falta además piernas, criterio e ideas.

La goleada en contra en Bolivia y las dos derrotas ante los brasileños dejan a los de Ramos últimos en el grupo y con una diferencia de goles de -5. Si bien debe enfrentar a Atlético Tucumán en Argentina y a Wilsterman en Uruguay, probablemente con el Campeón del Siglo suspendido, ya no depende de sí mismo para avanzar. 

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