“Ojalá las mujeres se atrevan a escribir tangos, yo los cantaría”

Tabaré Leyton tiene nuevo disco, “Vivo por el tango”, y este sábado lo presenta en la Sala Hugo Balzo del Sodre.

Actualizado: 05 de mayo de 2017 —  Por: Redacción 180

“Ojalá las mujeres se atrevan a escribir tangos, yo los cantaría”

Tabaré Leyton (Difusión)

Dice que todos los cantantes después de Gardel “nacieron perdiendo” porque el zorzal fue “un monstruo”. Prefiere el repertorio de las décadas del 20 y 30 del siglo pasado porque el gusta “el tango masculino con agudos” y no tanto el actual al que define como “más hablado”.

Sabe que trabaja en un género “en una lucha de superviviencia” y le gusta estar en esa trinchera porque “el tango no va a morir”, como dice uno de sus temas.

Una “batalla” que da vestido vestido de negro y con anteojos oscuros, su look permanente en el escenario. Toda una seña de identidad.

“Los lentes negros me hacen tener intimidad, sentirme alejado del público, con esa privacidad puedo dar lo más profundo que tengo”, explica. “La batalla la doy por ese lado, tratando de ser auténtico y no dejándome llevar por las tendencias más conservadoras que hay”.

Así llega Tabaré Leyton a la Sala Hugo Balzo del Auditorio Nacional del Sodre este sábado para presentar su tercer disco. El trabajo recoge sus últimos años de shows en vivo, acompañado de las guitarras de La Factoria.

Antes habló con 180.

¿Cuál es la idea de este tercer disco, Vivo por el tango?

Yo tenía planteado hacer un tercer disco con canciones nuevas para fines de 2017. A este no le llamo el tercer disco sino que es nuestro unplugged. Queríamos hacer un disco en vivo, empezamos a hacer recopilaciones de las canciones de todos los viajes, y todas tenían algún defecto técnico o alguna cosita. A veces cuando estaba muy bien cantada o tocada, había ruidos o cosas que no permitían hacer un disco en vivo con la calidad que pretendíamos. Entonces al productor de los discos anteriores, Max Masri, se le ocurrió que nos encerráramos dos días, no más de dos días, guitarrón, guitarra y yo, para generar ese efecto en vivo natural. Metimos 14 temas seguidos y surgió.

Cuando hubo que ponerle nombre yo peleé por “Unplugged” y ellos por “Vivo por el Tango”. No es mío el nombre, lo eligieron entre los guitarristas y el productor.

¿Por qué te interesa más el repertorio de las décadas del 20 y del 30, la época gardeliana?

Siempre me gusta más el repertorio de la década del 20 y me interesa matizarlo con canciones que escriba yo o mi grupo de trabajo. Encuentro en esa canasta tan honda que es el tango de la década del 20 y del 30 el repertorio que necesito y no me surge la necesidad de grabar autores actuales. Cuando tengo ganas de grabar algo actual directamente lo escribo yo o alguno de mis compañeros.

Lo único que he cantado fuera de eso son canciones de Horacio Ferrer que no hayan sido demasiado ejecutadas en vivo, como El Murguista o ahora Milongones montevideanos. Es una joyita. Con toda humildad digo que Horacio me la entregó en mano para que yo la cantara. Para mí es un orgullo enorme, poder haberla grabado y ser el portador de esta última obra de él.

¿La predilección por ese tango gardeliano viene desde siempre o la fuiste encontrando?

Me gusta el tango de esa época, definitivamente. No me siento muy identificado con el tango actual, más hablado. Me gusta el tango masculino con agudos y que suene a esa época.

Inclusive nosotros escribimos un tema para la voz de Ruben Rada, “No va más”, del segundo disco, que ahora lo traemos en el formato al que tuvimos que adaptarlo para tocarlo en vivo. Ese tema fue grabado por Tanghetto. Al adaptarlo quedó en dos minutos y poco como eran los tangos del 20. La idea era poder escribir sin abusar del lenguaje actual pero con los sentimientos atemporales del amor y el desamor. Pero tratamos que sonara a esa época. En la grabación de Tanghetto suena super moderno pero en este disco suena como si fuera 1921. La verdad es que es un contraste grande.

¿Qué lugar sentís que ocupa tu estética y el tango en general actualmente?

Yo siempre estoy recibiendo mucho cariño. Pero sé que el tango y el folclore están en una lucha de superviviencia. Es una linda tarea estar de este lado apuntalando un poco, no dejar que se nos venga todo el malón encima porque cuando uno viaja tanto se da cuenta de que esto es una bandera. Con nuestra cultura y nuestra manera de ser emocionamos mucho a la gente que está afuera. A los uruguayos y argentinos que están en exterior y también a los extranjeros que ven en esto una música exótica pero que les denota mucha autenticidad.

En una entrevista de hace unos años, con La Diaria, decías que has trabajado mucho en tu forma de cantar, en tu estética, en tus lentes negros, porque pensás que de esa manera podés atraer más gente al tango. Un cantante de música melódica o de rock no tiene esa responsabilidad de mantener vivo un género. ¿Cómo te relacionás con esa carga?

Es una doble batalla. Por un lado el género está sobreviviendo, siempre luchando por estar. Pero por otro hay una tendencia bastante grande de mantenerlo como pieza de museo, por cantar siempre lo mismo, no permitir ningún tipo de cambio. En mi caso, cada vez me importa menos lo que opinen los ortodoxos del género, por suerte para mi salud mental.

A mí me gusta vestirme así, no me siento representado con el traje ni la estética del tango de siempre, ni tampoco con la masculinidad que implica. No me interesa mostrar ese tipo de cosas en el escenario. Sinceramente adopté la estética de Roy Orbison que es un ídolo absoluto para mí y que me hace sentir cómodo.

Los lentes negros me hacen tener intimidad, sentirme alejado del público, con esa privacidad puedo dar lo más profundo que tengo. La batalla la doy por ese lado, tratando de ser auténtico y no dejándome llevar por las tendencias más conservadoras que hay.

Sería un tango con un reportorio clásico pero sin preocuparse por los estereotipos.

Si, siempre mezclándolo con canciones nuevas que escribimos y el folclore. A mí no me interesa ir a ver un espectáculo solo de tango, me termino aburriendo. Me interesa como concepto la música criolla. No vivo el tango como algo religioso. Cuando tengo la oportunidad de presentarme ante la gente lo que hago es mezclar las canciones que escribo con otras canciones criollas que me gustan.

Cuando el tango se transformó prácticamente en solo una música para bailar, hubo que reducir todo a estar en función de la danza. Entonces lo que decidí fue no poner danza en mis espectáculos directamente y darme esa libertad de poder cantar el tango y sus parientes, la familia de la música criolla en general.

Busco que una persona que ve el espectáculo por primera vez sienta cierta perplejidad por lo que pasa en el escenario y escuche un sonido tan arraigado en lo que se escuchaba 100 años atrás. Realmente para nosotros es un orgullo muy grande tener momentos del espectáculo donde suena igual a lo que sonaría 100 años atrás, con otros instrumentos y amplificados. El resto es igual porque lo hemos estudiado muy a fondo. Yo he pasado años cantando al lado de los otros cantores copiándoles todo lo que puedo y tratando de formar algo nuevo. El arte se hace sobre el arte. Estilo no tiene nadie. Me da mucha gracia cuando la gente dice “yo tengo mi estilo”. El estilo es una conjunción de todo lo que hemos escuchado.

La poesía del tango es una de las más ricas de la música popular. ¿Hay letras que no cantarías?

El tango tiene una poesía muy profunda que a veces aborda demasiado las cuestiones de la pareja rota y el hombre dolido. Han faltado quizás letristas mujeres que reivindiquen lo que siente la mujer. En el tango siempre se habla de lo que siente el hombre. El hombre se victimiza. Hay canciones que he dejado de cantar porque no les aguanto el argumento a pesar de que estén muy bien escritas.

¿Cuáles?

Por ejemplo yo grabé y canté “Tomo y obligo” pero lo dejé de cantar en público. Siento que estoy dando un mensaje errado, más en este momento tan tremendo que está pasando. Me llama la atención cómo no me di cuenta antes de que ese tango tan querido podía ofender a las mujeres a las que les debo todo. Fui criado entre mujeres. Mis amigas son mujeres. Siempre prefiero la compañía femenina en todo sentido. Y cantarles una letra donde el hombre se arrepiente o se cuestiona por qué no la mató, es un verdadero disparate. Me costó darme cuenta de lo ofensiva que podía ser porque siempre la aplaudían mucho. Perdí un número importante de mi repertorio pero por otro lado me quedo más tranquilo.

La falencia que tiene el tango es que termina siendo de hombres cornudos o que no saben perder. Ojalá que las mujeres se atrevan a escribir. Ahí sí le cantaría un tema a un autor nuevo. Si fuera una mujer que escribe sobre su punto de vista se lo cantaría con mucho gusto.

¿Seguís dando clases de canto?

Si, doy clases online como una manera de poder viajar. Y doy talleres gratuitos para discapacitados y personas con depresión. Lo hago con la Intendencia de Cerro Largo. Son talleres con piques para cantar y de cómo resolver situaciones del canto que fui encontrando con los viajes y los conciertos. Es una tarea que me gusta mucho. La hago para vivir y también para ganarme el cielo (risas).

Cuando me toca despedirme hasta el otro mes y me dan el abrazo, el besito, la verdad es que me voy con mucha alegría, eso es impagable, son como siete sesiones de terapia en una hora y media. Yo no enseño a cantar tangos, enseño a cantar diversos estilos. Pero en uno de los lugares donde lo hago hay personas muy viejitas y cuando empezamos a cantar algún tanguito muy antiguo y se les viene a la memoria uno les ve en los ojos cómo el cerebro arma las letras y empiezan a surgir recuerdos que quizás ni ellos sabía que lo tenían.

 

Tabaré Leyton en la Sala Hugo Balzo

Sábado 6 de mayo

21 horas

Entradas: anticipadas, 300 pesos; mismo día, 350 pesos.