El estilo de vida de los pescadores artesanales

El pescador artesanal de Salto Ismael Sequeira habló del vínculo con el agua y de lo que implica dedicarse a esta actividad.

Actualizado: 10 de junio de 2017 —  Por: Nicolás Kronfeld

El estilo de vida de los pescadores artesanales

Ismael Sequeira (Todos los derechos reservados)

Ismael Sequeira nació en Salto pero su rol como representante de la pesca artesanal ante el Sindicato Único de Trabajadores del Mar y Afines (Suntma) le permitió conocer la realidad de sus compañeros en el resto del país. Empezó embarcado en su ciudad pero la falta de espacio y la abundancia de competidores lo llevaron a donde acampa hoy: 20 kilómetros hacia el sur, cerca de la frontera con Paysandú.

“Cuando tomé la pesca como un medio de vida, busqué rentabilidad y para eso tuve que desplazarme hasta un lugar con mejores capturas. En la ciudad es muy variable y a veces te da para el pan y no para la leche”, dijo a 180.

Sequeira, de 54 años, está casado y tiene cuatro hijos (tres hombres y una mujer). Dos de ellos lo acompañan a pescar, mientras su hija trabaja junto a su esposa en una pescadería de la ciudad. Uno de ellos no trabaja porque padece de autismo.

La rutina del grupo de pescadores que acampan junto a él comienza a las cinco de la madrugada, con una salida al río de tres horas. Al regresar a tierra, es momento de limpiar los elementos y filetear el pescado; esta tarea puede llevar de cuatro a ocho horas, dependiendo de la cantidad que traigan del agua. A la tarde vuelven a salir y terminan sobre las 23, momento en el que algunos deben llevar el pescado a la ciudad.

“Aunque tenemos casa en Salto, vivimos más tiempo en el monte”, explicó Sequeira. “Mi casa se inunda con mucha frecuencia porque está a la vera del río. Además, las jornadas de trabajo son tan extendidas que solo vuelvo a la ciudad si me toca transportar el producto”, agregó. Durante el invierno, cuando el pescado resiste mejor en las conservadoras con hielo, puede pasar hasta 10 días sin volver a Salto.

Sus capturas se venden a un solo cliente: la pescadería que impulsa el Suntma frente a la Prefectura del Puerto de Salto (donde trabajan su mujer y su hija), que ofrece hamburguesas y empanadas a precios accesibles.

La realidad de Ismael y los pescadores que lo acompañan difiere de la de muchos otros artesanales que venden lo que extraen a intermediarios. “La empresa brasileña que hoy tiene el monopolio de la intermediación en Salto llegó y superó los precios de los demás. Al principio te daba la red, conservadoras de frío y hielo, pesaba tus pescados con una balanza y te pagaba en el momento. Después que logró el monopolio, tenés que llevar el pescado hasta la planta, traerteel hielo y cobras en el momento solamente si hay plata, si no te dan un recibo”.

“Como pez en el agua”

Sequeira aclara que en el agua hay que tener “precaución” más que “miedo”. Su experiencia le enseñó que las crecientes esconden las redes más abajo de lo que fueron colocadas y que al salir en la noche es necesario circular con cuidado. Advierte que siempre prefiere ir solo, incluso cuando los otros tripulantes pudieran ser sus hijos, y la razón está completamente vinculada a los peligros: “Estando solo, el movimiento de la embarcación depende de lo que haga yo y eso me da una seguridad importante”.

Vivió un tiempo en Montevideo pero no logró adaptarse a la vida en la ciudad y defiende su estilo de vida porque le permite ser más independiente: “Por qué vivir de una manera que implica despertarse a la mañana, hacer dos o tres horas en ómnibus para estar en tu lugar de trabajo a tiempo, cumplir un horario, comer fuera de tu casa y acostarse a descansar para repetir esa misma rutina al otro día”.

Su profesión lo lleva a estar más tiempo en el agua que en la tierra. Parado en la punta de su barca durante horas, su paisaje es casi todo río. Sequeira se acostumbró a un estilo de vida en el que, según sus palabras, se mueve “como pez en el agua”.

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