Gustavo Viñales

Lo peor del aumento de la Tasa Consular, no es precisamente el aumento de la Tasa Consular

En este artículo de temas tributarios & afines, he optado por un título que resulta tan confuso a primera vista, como sencillo y simple pretende ser su desarrollo.

Actualizado: 01 de agosto de 2017 —  Por: Gustavo Viñales

El objetivo es compartir cuestiones de la temática tributaria con los lectores, ciudadanos comunes, a los que el tema les afecta cuando les cuesta dinero de su bolsillo, pero más les debiera interesar cuando lo piensen como el costo o instrumento necesario para que los seres humanos vivamos en sociedad. Y diría más - citando el reciente libro “Consensos y conflictos en la política tributaria de América Latina” - CEPAL (2017, pág.22) - que resulta imprescindible para vivir en democracia, puesto que “la tributación también fortalece la democracia y la rendición de cuentas por parte de los gobiernos, al mismo tiempo que promueve una mayor participación ciudadana en el proceso político al exigirse que los ingresos tributarios se inviertan de una manera inteligente y en pos del bien común”.

Ahora vayamos a la Tasa Consular y lo del título, pues intentaré explicar por qué creo que lo peor de la propuesta de aumentar la Tasa Consular en la Rendición de Cuentas, no es precisamente el hecho concreto de proponer el incremento de la alícuota del 2% actual al 5%, o al 3% para bienes de origen Mercosur, sino por el hecho de seguir proponiendo ajustes parciales al Sistema Tributario con una mirada puesta principalmente en la recaudación y en el corto plazo, postergando algunas discusiones de fondo que hacen a la sostenibilidad del Sistema Tributario y su objetivo de contribuir al desarrollo productivo de nuestro país.

Con un contexto mundial marcado por la economía digital, el cambio climático, la movilidad de capitales, y la globalización de la información y los negocios, es que se propone un aumento “arancelario”, es decir un instrumento antiguo, fuente principal de ingresos en casi toda la historia fiscal del país y en particular durante el segundo batllismo; así que políticamente mantenemos nuestra tradición y aceptamos nuevamente los tributos sobre las importaciones como una fuente genuina de recursos. Naturalmente, en la época actual esta fuente de recursos fiscales es cada vez menos aceptada y es menos relevante, a nivel internacional y en nuestro país, donde los ingresos fiscales provenientes del comercio exterior son muy minoritarios, por ello decimos que esta propuesta va en sentido contrario a la tendencia de las últimas décadas.

La principal función u objetivo es la suficiencia, los fines recaudatorios para equilibrar las cuentas fiscales. También podría pensarse que tiene un efecto proteccionista en favor de los bienes nacionales, al gravar los bienes importados, pero en tanto son alícuotas bajas y se prevé un período breve de duración para iniciar su reducción - prevista a partir del 2020 - no creemos que tenga un verdadero efecto proteccionista.

Desde el punto de vista del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) y de la Administración Tributaria, pareciera ser éste un instrumento de fácil implementación, de bajos costos de gestión, baja evasión, fácil estimación e implementación, y fácil reducción posterior, por tanto, ser el instrumento menos nocivo que se encontró a efectos de aumentar la recaudación, máxime si consideramos las propuestas alternativas de algunos sectores del Frente Amplio (FA) referidas al aumento del IRAE, al impuesto al Patrimonio, al IRPF sobre el capital, al impuesto a las herencias, etc., que tendrían mayores efectos negativos sobre el actual nivel de actividad y del estado de ánimo propio de los negocios y la inversión productiva.

No obstante, es claro que la propuesta es un agregado con fines meramente recaudatorios en un sistema tributario que en 2007 se planteó de manera integral, y que por efectos de las mayores e incrementales necesidades fiscales se va modificando con ajustes que alteran el análisis y el propio diseño integral original. Es un impuesto que básicamente afecta al consumo y es regresivo, aun considerando que los productos importados pueden ser consumidos mayoritariamente por sectores de ingresos medios y medios-altos, hay bienes importados de consumo masivo en los alimentos y en la salud, por tanto, si bien se hizo un esfuerzo muy importante por disminuir los impuestos al consumo, esta medida va en el sentido opuesto; adicionalmente y sin ser proteccionista, es un impuesto que también va en un sentido contrario a la apertura comercial que se reclama para un país que crece hacia el exterior y que su productividad no se forja desde el proteccionismo. Por otra parte, la reducción prevista a partir del 2020 dependerá de los actores de ese momento, pues sabemos - por las mismas razones de necesidades fiscales actuales - que no siempre se logran las reducciones comprometidas.

En resumen, son visibles las posiciones políticas que están detrás de un aumento tributario de este tipo, ante necesidades fiscales y sin capacidad para evitar un aumento tributario, el MEF opta por aumentar tributos a las importaciones que tienen apoyo político de amplios sectores del FA, tratando de preservar los impuestos que afectarían más directamente los niveles de actividad productiva o los impuestos al consumo interno en general, optando por una herramienta políticamente aceptada en la interna, de fácil estimación, de eficiente gestión y rápida recaudación, no necesariamente muy visible, en tanto impuesto que se traslada y se oculta en el precio, que obviamente aumentará para los bienes importados.

¡Ah, lo del título! es que seguimos proponiendo cambios parciales en el Sistema Tributario sin discutir a fondo – como sociedad – temas más relevantes, como son: la calidad del gasto público que se financia con estos impuestos, o el déficit del sistema de seguridad social que el BPS estima en el orden de los 700 millones de dólares para 2018, o la posibilidad de iniciar reformas fiscales verdes cuyo propósito sea gravar las externalidades negativas que afectan el medio ambiente, o discutir con transparencia la amplia lista de exoneraciones totales y/o parciales que siguen teniendo algunos sectores de actividad regulados por el Estado. Por todo esto, el aumento de la Tasa Consular, me resulta lo menos malo de las propuestas.

Gustavo Viñales Guillama es contador público, máster internacional en Administración Tributaria y Hacienda Pública. Profesor Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, UdelaR.

Twitter: @Vinalesgustavo



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