Al rescate de frutas y hortalizas en buen estado

Portal 180 compartió una jornada de trabajo con los voluntarios de la Red de Alimentos Compartidos (Redalco), que recuperan frutas y verduras en óptimas condiciones pero que fueron descartadas y las distribuyen a más de 3.000 personas por semana.

Actualizado: 18 de setiembre de 2017 —  Por: Nicolás Kronfeld

El reloj marca las nueve de la mañana cuando Fátima Souza descarga ese carro lleno de lechugas. De repente Marcel Birnfeld asoma entre cajones para saludar, con su mano izquierda manchada de tierra. Son dos de los voluntarios que desde las ocho recorren cada puesto del Mercado Modelo (MM), con la intención de reunir los alimentos que luego clasificarán y distribuirán por la ciudad. Sus tareas están planificadas y sistematizadas pero la organización a la que pertenecen recién supera el año de existencia.

En realidad, seis meses antes de comenzar a operar de manera formal, sus tres fundadores (Birnfeld, Marcelo Sus y Yamandú Plada) ya recorrían el MM. En ese entonces, estos tres compañeros de estudios se propusieron reducir las pérdidas y desperdicios de frutas y hortalizas en Uruguay, eligieron el MM como lugar de trabajo y empezaron a recuperar alimentos, que por diversas razones eran desperdiciados sin estar degradados. Repitieron la acción siete veces y obtuvieron 100 kilos de frutas y hortalizas por jornada, entonces decidieron desarrollar un proyecto a gran escala.

Hoy impulsan Redalco, donde recolectan, clasifican y distribuyen más de una tonelada por día de trabajo y nutren a más de 60 organizaciones sociales vinculadas a población en situación socioeconómica vulnerable. Se apoyan en el trabajo de los voluntarios que se acercan a colaborar, que desde setiembre de 2016 hasta la actualidad fueron 150 diferentes, rondando los 30 en cada operativa.

“El primer día de funcionamiento formal juntamos unos 1.300 kilos que repartimos a cinco organizaciones. La comida fue muy bienvenida porque no es fácil acceder a esa cantidad de alimento, que puede ser muy bien aprovechado si se conserva y procesa como corresponde. Hoy llegamos a 60 organizaciones diferentes cada semana, o sea que nuestro trabajo llega a la boca de más de 3.000 personas”, dice Plada.

Redalco trabaja en el MM los lunes, miércoles y viernes, de 8 a 12, y sigue con el envío de alimentos por la ciudad hasta las 16. La primera etapa dura tres horas y consiste en recolectar los alimentos que los operadores comerciales del mercado descartan. Una de las razones por las que mucho alimento apto para el consumo termina en esos cajones es que los comerciantes necesitan generar espacio para el ingreso de nueva mercadería.

Leandro Ranuio, de Ranuio Hnos, destaca que “nos sirve a nosotros y a ellos. Me parece una buena movida porque una parte del stock que no está apto para vender tampoco está para tirar. Por ejemplo, ahora se viene la zafra del durazno y los más maduros son riquísimos para licuados. Eso es una pena tirarlo y me alegra saber que ellos lo aprovechan para la gente”.

El recorrido ya recibió la solidaridad de más de 40 puestos, cuyas donaciones son seleccionadas en el área de clasificación que Redalco tiene a pocas cuadras del MM. Ahí, más de 25 personas separan las frutas y hortalizas que pueden ser consumidas, las limpian y agrupan, al tiempo que tiran las que no pueden comerse.

Rescate individualizado

Ahí, dos mesas se dedican a manzanas y peras mientras que al costado, cinco mujeres seleccionan las frutillas más frescas, una por una. Guantes rojos, mesa roja y piso rojo, fruto del jugo que desprenden las más maduras.

“El potencial de este tipo de iniciativas es enorme y aunque lo que nosotros recuperamos es mínimo en comparación con todo lo que se desperdicia en el lugar donde se producen los alimentos, es importante en términos de dignidad y accesibilidad. A más de uno le sorprendería el esfuerzo que muchas familias hacen para poder cumplir con una cuota alimentaria básica”, reflexiona Sebastián Do Mato, que colabora con Redalco hace cinco meses.

Un poco más lejos de las demás mesas, un enorme cajón de mandarinas se va depurando: para un lado las que están perfectas y para el otro las que deben tirarse. En el camino, los voluntarios lustran la cáscara de las que van a comerse para que los hongos de las degradadas no se propaguen entre las que irán para distribución.

A medida que los que participaron de la recolección terminan de traer lo conseguido, empieza la tarea de llenar los cajones que repartirán. La composición depende de lo que obtuvieron, pero se intenta que pueda mezclarse un poco de cada alimento para que las organizaciones que lo reciben encuentren más variedad.

El ambiente es distendido y se nota que muchos voluntarios se hicieron amigos. “Nos sentimos bien, como una familia. Está bueno venir a colaborar y a hacer algo por alguien, además es como una terapia. Yo le cuento lo que hacemos a mi familia y de a poco vienen cada vez más: ya se sumaron mis nietas, mis hijos y mi yerno”, cuenta Souza.

Do Mato, de 39 años, también resalta el beneficio que obtienen los voluntarios: “En mi caso personal, estaba con un tiempo de ocio importante y entendí que era algo que necesitaba hacer en este momento de mi vida, para aportar y aprender. Creo que todos deberíamos hacerlo, no importa si acá o en otro contexto de voluntariado, pero está bueno poner en acción la solidaridad y no quedarse con las llamadas a los 0800 o los cinco pesos de donación en la caja del supermercado”.

A medida que la hora del mediodía se acerca, empiezan a llegar algunos representantes de las organizaciones sociales beneficiarias de Redalco. Dentro de la lista figuran clubes de niños, escuelas y liceos, centros juveniles, CAIF, refugios de mujeres víctimas de violencia, asentamientos y más.

Cuando una organización pide para ingresar, Redalco la suma a una base de datos, analiza su situación y el tipo de población con la que trabajan. Además, revisan si se acoplan al mapa de distribución. En caso de que no estén cercanas a los puntos que recorren con el flete, está la opción de ir a buscarlos al MM.

Eso es lo que hace Diego Martínez, del Centro Educativo Los Tréboles, de Flor de Maroñas, que reconoce que “la propuesta le cambió la dieta a nuestra gente, nos ayuda a ahorrar y también a poder gastar en otros alimentos ese dinero recuperado”.

Las organizaciones deben contribuir con los gastos operativos que Redalco tiene en flete, alquiler de carros, guantes, cajones, entre otros. “Esta es la base de nuestro modelo de sustentabilidad, para no tener que depender de ayudas externas. Hoy pedimos cinco pesos por kilo al que lo retira en el MM y siete a los que lo reciben por envío”, detalla Plada.

Dar y recibir

Es momento de cargar el camión y salir a repartir. Se arma una cadena humana que empieza en donde se acumulan los cajones preparados y termina en la parte trasera del vehículo. Los voluntarios se pasan los envíos de mano en mano hasta que el flete se llena.

En el camión hay lugar para un máximo de cuatro voluntarios y algunos quedan fuera del equipo de reparto a pesar de sus ganas de ir. Zulema Jafif se sube corriendo y le promete a Ana Clara Suárez que la dejará ir la próxima vez.

Souza se sube y comenta: “Esta semana salí en la camioneta y me encantó ver cómo los niños salen a recibir la fruta y la verdura. Te quiebra la situación de los barrios pero está bueno lo que hacemos”.

El vehículo sale del estacionamiento lleno de alimento recuperado y empieza la distribución, que tomará casi cuatro horas. El recorrido de esta tarde incluye los barrios Goes, Aguada, Centro, Ciudad Vieja, Palermo, Cordón, Unión y Malvín Norte. Al llegar al hogar La Milagrosa, en la calle Agraciada, un usuario está sentado en la puerta de entrada y al reconocer a los voluntarios, los saluda con alegría. Ellos responden y siguen con el alimento hasta la cocina.

En el camino saludan a la directora, Gabriela Horn, que reconoció que “realmente les ha cambiado la vida. Les ponemos fruteros y hacemos dulces con lo que adquirimos. Ser parte de este proyecto es muy gratificante”.  

Pero Redalco no beneficia solamente a los que consumen las frutas y hortalizas recuperadas, también es aire fresco para los comerciantes -que evitan dedicar recursos a transportar desechos-, los funcionarios de organizaciones sociales -que ahorran y mejoran la alimentación de sus integrantes sin gastar más- y los voluntarios, que encuentran un espacio para brindar su tiempo y solidaridad.

“Es un tema de brindar cariño a otros sin obtener dinero a cambio. Yo entrego tres horas de mi tiempo cada lunes y viernes para ayudar a los demás y lo que recibo se traduce en gratificación y sonrisas”, concluye Do Mato.