Gabriel Quirici

Al principio Mahoma no tuvo más que siete seguidores

Hoy 1.200 millones de personas siguen su prédica alrededor del mundo.

Actualizado: 25 de setiembre de 2017 —  Por: Gabriel Quirici

En el 622 d.C Mahoma realizaba “la Hégira”, o la emigración, desde la ciudad de La Meca hasta la de Medina y nacería la era de los musulmanes (*). Luego conquistaría Arabia y de allí sus seguidores, en el siglo siguiente llevarían la nueva religión por todo el mundo para ellos conocido y accesible.

Mahoma y sus pocos fans

Mahoma (o Mohamed) nació por el 570 en La Meca, centro comercial y religioso en medio del desierto de Arabia. Quedó huérfano de pequeño y lo crió su tío, Abu, perteneciente a una de las tribus más influyentes de la ciudad. Tuvo varios oficios y acompañando caravanas conoció Siria e Irak. Parece que era muy pensativo y resolutivo a la vez. Se iba de tanto en tanto a reflexionar a una cueva pero resolvía pleitos entre vecinos y hacía buenos negocios. Con esas artes sedujo a Jadiya, una comerciante rica y viuda, con lo que logró posicionarse socialmente en su comunidad.

Sus reflexiones y contactos con las religiones monoteístas le llevaron a tener revelaciones de grande: a los 40 años aproximadamente (por el 610) se le apareció al Arcángel Gabriel y le dijo que tenía que continuar con el mensaje de los antiguos profetas Jesús, Moisés, Abraham, sobre la existencia de un solo dios.

Al principio se puso nervioso pues no sabía si se trataba de alguna alucinación maligna. No tenía tampoco mucho auditorio con quien compartir sus experiencias pues el politeísmo era la norma en La Meca y plantear la idea de un solo dios era política y económicamente peligroso.

Pero su mujer le dio para adelante, le dijo que atendiera bien qué le decían las revelaciones y luego el suegro, su primo Alí (hijo del tío que lo criara y futuro yerno de Mahoma) y unos vecinos también empezaron a creerle. Esos fueron los primeros siete.

Lo corren de La Meca pero encuentra su lugar

Mahoma empezó predicar sin mucho suceso y en un ambiente hostil. Cuando el tío Abú murió, fue desgraciado en su tribu y corriendo peligro su vida atendió el llamado desde Medina para interceder en la lucha entre dos clanes y emigró.

Su capacidad de negociación y convencimiento no solo terminó con la rivalidad entre clanes de Medina sino que logró que la ciudad siguiera su prédica y se convirtiera al Islam. Allí comenzó una guerra entre las dos ciudades que si bien tuvo un desarrollo inicial favorable a los politeístas, terminó por confirmar las habilidades de Mohamed como líder.

No solo fue un predicador sino un estratega militar y dirigente político (redactó la primera constitución de Medina). También fue un hábil conciliador social: a través de varios casamientos tejió una red de alianzas con los clanes de Medina –recordemos que la poligamia es una práctica común en la cultura árabe y luego en el Islam- incluyendo una esposa judía y otra cristiana copta.) Finalmente logró derrotar a La Meca en 628 y convertirla también en ciudad sagrada de su religión. La unificación de La Meca y Medina duró hasta la muerte del Profeta en 632 y luego la disputa por la sucesión daría origen a las dos ramas que hoy más conocemos.

Sunnitas y Chiítas

La oficial sunnita o sunní, que dirigió Abu Bakr, suegro de Mahoma (padre de Aisha, una de las esposas posteriores de Mahoma) y que se consideran los fieles seguidores de la tradición (sunna) a partir de la cual se establece la línea de los califas o jefes del Islam. Con ellos el Islam se expandió de forma vertiginosa en menos de una generación ocupando una ancha línea horizontal desde la península ibérica a la China que tuvo como eje a las ciudades de Bagdad y Damasco.

Pero por otra parte aquel primo Alí, el hijo del tío que cuidara a Mahoma huérfano, se había casado con Fátima (hija de Mahoma y Jadiya) y era por eso primo y yerno a la vez del Profeta. Entonces reclamó la continuidad sanguínea de la sucesión. Una minoría de fieles, que conocemos como chiíes o chiítas, no reconocieron la autoridad de Abu Bakr y los Califas y elaboraron su propia versión de la continuidad del Islam a través de la sucesión de Imanes descendientes de Alí y por ello “puros” sucesores del Profeta. De aquellos descendientes, once murieron (en batallas o asesinados por los califas) y el duodécimo (Muhamed ibn Jasan) se fue y para los chiíes permanece oculto y vivo, y espera el momento de volver como Mesías (sí, junto con Jesús, creen algunos) para restaurar un gobierno justo. Esta versión chií tuvo mayoritaria acogida en la sociedad persa, que hoy conocemos como Irán.

Después de la expansión

Más allá de las corrientes y las dinastías, el Islam resulta un fenómeno destacadísimo de la historia de la humanidad porque permite acercarnos a la construcción y expansión de la última gran religión monoteísta.

Recordar su aniversario sirve de pretexto para acercarnos un poco a ella y tratar de comprender algunos eventos colectivos de la aventura humana que tiene un peso estructural en el presente por su larga duración.

Más allá de la llamada inicial de los siete seguidores del inicio y los 1200 millones de hoy, no deja de asombrar la capacidad de expansión y convencimiento. Pero acercándonos un poco a la historia del propio Mahoma podemos ver que no fue sencillo ni que se trató de un fenómeno fanático o de fiebre colectiva. Fue una construcción política, amorosa (por los casamientos y la comprensión de su mujer), militar y también influida por las otras religiones monoteístas precedentes a las que el Islam respeta.

Hay una anécdota sobre un converso al Islam que empezó a practicarlo con demasiado fanatismo (oraba más de la cuenta, ayunaba más que los demás, en vez de entregar el 20% de sus riquezas lo regaló todo) al que Mahoma le puso freno y le dijo que había que creer, venerar pero también vivir, que la exageración no era un mensaje divino.

La recuerdo porque sirve para ver otras caras del Islam, más terrenales, menos asociadas a las versiones fanáticas que los eventos contemporáneos ponen en primera plana. Hace poco un profesor de formación cristiana conversando de estos temas me dijo “asociar el Islam con el fanatismo es como decir que la versión que KKK tiene de la Biblia es la cara del Cristianismo”. Y creo que con esta actitud uno tiene que tratar de conocer las diversas expresiones culturales de la humanidad, sabiendo que pueden dar lugar a fanatismos sí, pero no desconociendo su trascendencia social más amplia.

Y en este sentido, la inmensa mayoría de los musulmanes no islamistas, son herederos de aquellas revelaciones que dieron lugar a una religión muy práctica, sencilla, abstracta e intimista, que da sentido a sus vidas sin que se trate necesariamente de una religión de guerra.

(*) Como el calendario musulmán es lunar, y tiene entre 11 y 10 días menos que el solar, la fecha se va corriendo y por eso, si bien hacen 1395 años solares que Mahoma marchó para Medina, los musulmanes celebran el año 1439 de su era.

 



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