Joel Rosenberg

Paco, el Robin Hood que se convirtió en sheriff

A fines de la década del 90 cuando Francisco Casal se quedó con los derechos de televisión del fútbol local dijo que iba a darle el dinero a los jugadores. Hoy, casi 20 años después de fundar Tenfield, los jugadores del fútbol local y la selección se unieron para reclamarle a Casal el dinero que les corresponde, el dinero del fútbol con el que la empresa se quedó sin compartir. Los beneficiarios de Casal, aquellos por los que iba a dar pelea, son los que lo enfrentan hoy.

Actualizado: 15 de noviembre de 2017 —  Por: Joel Rosenberg

El conflicto de los jugadores es un problema de plata, cierto. Pero es también una batalla de poder que trasciende a la pelotita y atemoriza al gobierno y a casi todo el sistema político. Los jugadores se enfrentan a un empresario con nulo respaldo popular pero con el poder del miedo en lugares clave.

Y en el fútbol su poder era casi absoluto hasta que se levantaron en armas los propios jugadores, aquellos a los que iba a destinar todo su esfuerzo. Primero reaccionaron las estrellas de la selección nacional. Con ese impulso los futbolistas locales también dijeron basta y decidieron ir a por sus derechos, ir por parte del dinero que generan.

El conflicto actual comenzó cuando los jugadores locales armaron el colectivo Más unidos que nunca y fueron a plantear el tema a su gremio. Ahí se toparon con una directiva de la Mutual que es un brazo ejecutor de Tenfield. Desde esa directiva hacen mandados hace años: fueron capaces de elevar una denuncia penal contra Eugenio Figueredo o de tirar al presidente de la AUF Sebastián Bauzá.

Es cierto que los futbolistas se dieron cuenta tarde de esta realidad, recién el año pasado. Ese es un error que cometieron.

Pero se dieron cuenta y no hay marcha atrás.

El conflicto actual empezó hace un año con una escena impactante: el único día que Tenfield se juntó con los jugadores para discutir sobre los derechos, la directiva de la Mutual se sentó en la mesa de Tenfield. Para que se entienda: la directiva se sentó con el empleador que paga por los derechos y los jugadores se sentaron en otra mesa, enfrente.

Algo se le puede reconocer a la directiva: han sido -desde ese momento- tan coherentes como obscenos en sus prácticas. La última asamblea trunca es una muestra. Había más de 500 jugadores, veedores del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), todos los medios del país en la cobertura. Les dio igual: pusieron de garante a una escribana que sería burda en un programa de Capusotto, violaron todas las normas de su gremio y de cualquier asociación civil. El escándalo terminó con 500 jugadores, todos los del fútbol local, pidiendo a coro que se vayan todos. Un episodio insólito en la historia sindical del país.

Acá se puede ver un sindicato amarillo, también se pueden ver elefantes azules y árboles que caminan. Cada uno toma las pastillitas alucinógenas que quiera. Pero si uno observa con atención hay un gremio en manos de una empresa, nada más y nada menos que eso.

Ahora es momento del Ministerio de Educación y Cultura. Desde febrero el Ministerio y la Fiscalía de gobierno duermen la denuncia de los jugadores, y no encuentran una razón para intervenir la Mutual. Es raro, porque a la luz de los hechos parece tan sencillo como buscar abejas en un panal.

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Además, una intervención es una investigación a fondo, no es darle la razón a nadie: cuesta creer que el MEC no vea motivos para ingresar a mirar los papeles en la Mutual.

Pasa que lo obvio y lo legal no siempre se impone. Los más de 500 jugadores profesionales de Más unidos que nunca quizá sabían del poder del empresario en el fútbol. Ahora empezaron a conocer el poder de Casal en otros ámbitos más importantes. Están sintiendo la misma impotencia que Astori, que el ex ministro de Economía Fernando Lorenzo, que los ex directores de la DGI.

Casal es un empresario que pudo contratar a casi todos los abogados tributaristas del país para enfrentar al MEF y, al mismo tiempo, mover los hilos de la Presidencia de la República para que le archiven una deuda con la DGI.

Es un empresario capaz de trancar fuerte en la Justicia Penal y en la Justicia Civil. Por eso no llama la atención este trancazo en el MEC.

Lo más fácil para buscar las relaciones de poder de Casal es mirar a José Mujica. El expresidente jugó siempre para el empresario.

Pero eso es mirar una parte, Casal logra influencias mucho más allá de Mujica.

Me remito al informe de No toquen nada sobre la Fiscalía de gobierno.  

El expediente de Más Unidos Que Nunca en el Ministerio estuvo en manos de una fiscal de gobierno que fue acusada por el senador Pedro Bordaberry de falta de independencia por responder al secretario de Presidencia, Miguel Ángel Toma.

A su vez, Toma fue cuestionado dentro del propio gobierno por enviar un proyecto de ley que favorecía al empresario Francisco Casal en su pelea por los derechos de los partidos de la selección. Toma sorprendió hasta a la secretaría antilavado con su proyecto. Y esta no fue la primera vez, Toma también hizo un dictamen a favor de Casal en su caso ante la DGI cuando era fiscal de gobierno. Puede ser casual, pero Toma siempre aparece en los casos de Casal y siempre a favor del empresario.

A eso se enfrentan los jugadores. Al poder. Y, sobre todo, al miedo que reina cuando aparece el nombre mágico de Casal

Ni los líderes políticos más fuertes se animan. Tabaré Vázquez evita las declaraciones del tema mientras su gobierno es omiso.

Luis Lacalle Pou, que es el líder de la oposición, elude el tema, se oculta tras la ambigüedad.

Y ambos saben perfectamente lo que está pasando.

Ese temor es generalizado. Incluso el presidente del Pit Cnt quiso mediar y la Mutual le tomó el pelo, le mintieron en la cara.

Es imponente ver cómo Casal mantiene el halo de miedo a pesar de enfrentar al rival más fuerte de su trayectoria.

Casal enfrenta a ídolos populares, a los jugadores más exitosos en Europa de la historia del fútbol uruguayo. Suárez, Cavani, Godín y Lugano, cuentan con el cariño de todo el país y, además, con dinero para asesorarse con los mejores estudios y consultores de Europa. Y a eso se suman todos los jugadores del medio local. Aquellos desprotegidos que Casal iba a cuidar y salvar hoy le disputan la plata a ese Robin Hood que se convirtió en Sheriff.

Pero el sheriff aún mueve los hilos del poder, se mantiene.

Casal no es un cuco, no es eso. Es un empresario en busca de lucro, uno de los que fuerza los límites hasta donde lo dejan. El problema grande, el tema que va más allá del fútbol, es que lo dejan hacer, que temen enfrentarlo.

El conflicto nos deja una situación compleja: tenemos líderes futbolísticos con más determinación y fortaleza que los líderes políticos para enfrentar los  posibles desbordes del sheriff.

Eso va mucho más allá del fútbol, eso es preocupante para el país. Eso sí da miedo. 

 

(*) Esta columna fue escrita y leída antes de que se conociera la decisión del MEC de intervenir la mutual, anunciada por Televisión Nacional en el mediodía de este miércoles 15.



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