Por Mitch Moxley
Esto ocurre pese a que el país se encuentra al borde de una crisis de salud mental, en la medida que la población afronta una gran agitación social y los fantasmas del pasado.
El sector de la salud mental padece de una carencia crónica de recursos económicos y muchos terapeutas no cuentan con una formación adecuada, lo que deja a quienes necesitan tratamiento con opciones limitadas.
Aunque las estadísticas oficiales señalan que 7 % de los chinos padecen algún desorden mental, otros estudios apuntan a una tendencia mucho más prevalente.
Según un estudio de la revista médica británica The Lancet, uno de cada cinco adultos en China padecen un desorden mental.
La investigación concluyó que apenas uno de cada 12 chinos que necesitan ayuda psiquiátrica consulta alguna vez a un profesional.
Según un estudio del Ministerio de Salud, entre 2003 y 2008 los episodios de desórdenes mentales aumentaron más de 50 %, y los médicos señalaron que la depresión y la ansiedad van en aumento.
Durante buena parte de la historia china, el tratamiento de las enfermedades mentales quedó en manos de quienes ejercían la medicina tradicional. En la época de la Revolución Comunista, China tenía apenas 60 psiquiatras para 500 millones de personas.
Pese al trauma causado por el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural, la idea de que una persona hablara sobre sus problemas quedó estigmatizada mucho después de Mao Zedong (1893-1976).
Muchos chinos nunca abordaron adecuadamente esos traumas, y aunque sin dudas el auge económico del país mejoró las vidas de millones de personas, también ha dado pie a realidades nuevas y complejas, cuyas presiones se vuelven cada vez más evidentes.
El suicidio es la principal causa de muerte entre los jóvenes y los trabajadores migrantes. El año pasado, una serie de suicidios con mucha repercusión tuvo lugar en el Foxconn Technology Group, que fabrica productos para Apple Computers.
El verano boreal pasado, hombres de mediana edad cometieron una serie de mortales ataques contra niños. La presión sobre los hombres solteros --exacerbada por una brecha de género cada vez más amplia—fue identificada como una de las principales causas.
Pero el país padece una severa escasez de institutos de control y prevención, así como de terapeutas, dijo Fan Li, vicepresidente del Hospital General del Ejército Chino de Liberación Popular, en una entrevista con la agencia de noticias de China.
Según él, la proporción de niños pequeños que padecen problemas mentales ha llegado a entre 15 y 20 %, mucho más que en el plan internacional.
El gobierno se comprometió a invertir más en salud mental, asignando miles de millones de dólares a nuevos hospitales psiquiátricos. Entre 2003 y 2008, el país sumó unas 50.000 camas en esos centros.
Cheng Xi, terapeuta certificado y miembro de la Sociedad Psicológica China y de la Asociación de Salud Mental de China, dijo que el gobierno ha reconocido el aumento de los problemas mentales y los está abordando, estableciendo una línea telefónica para atender a potenciales suicidas, exigiendo que los hospitales tengan departamentos psiquiátricos y creando programas de orientación psicológica en las escuelas.
Pero China nunca adoptó una ley nacional sobre salud mental, y pocas personas cuentan con un seguro que les cubra la atención psiquiátrica.
Pese a compromisos para mejorar esa situación, el año pasado un funcionario del Ministerio de Salud dijo que apenas 45.000 personas tenían cobertura para tratamientos externos, y solamente 7.000 para hospitalizaciones.
También faltan camas para los pacientes que deben internarse, los profesionales acreditados son demasiado pocos y prácticamente no existe la atención en áreas rurales.
Como hay tan pocas opciones de tratamiento, a menudo los hospitales psiquiátricos cobran cifras exorbitantes. Según un informe publicado el año pasado en el Shenzhen Special Daily, los precios llegan a 46 dólares la hora para ver a un terapeuta registrado.
Quienes pueden pagar esa suma a menudo tienen expectativas poco realistas en relación al tratamiento. Algunos terapeutas fueron víctimas de abusos verbales y físicos por parte de pacientes que no obtuvieron los resultados que esperaban.
Chen dijo que el gobierno necesita crear mejores instituciones, mejorar la capacitación de los terapeutas y bajar los precios de los tratamientos.
Según él, aunque haya más chinos dispuestos a hablar de sus problemas, el alto costo y la pobre formación de los profesionales desalientan a muchos. "Muchos terapeutas no pueden aconsejar a sus pacientes, simplemente porque no saben cómo", dijo Chen.