Los políticos del sur no vienen con el chip incorporado de la integración como sus similares europeos. Ni siquiera como los norteamericanos que ya tienen asumida la importancia de México y Canadá en su mapa geoeconómico nacional.
Todavía hablan de una Latinoamérica que existe sólo en la literatura. Han perdido el sentido del ritmo. Por eso no se entienden. La agenda internacional de México, Centroamérica y el Caribe está copada por los norteamericanos, pero en América del Sur tiene mayor importancia el sudeste asiático, y China en particular. Los temas del norte son migraciones, narcotráfico, seguridad, comercio más justo con EEUU. Los temas del sur son el comercio mundial, la democracia de los Estados, la integración con los vecinos, el medio ambiente y la energía. En principio falta un diálogo entre el norte y el sur de Latinoamérica, para ponerse al día.
Los Estados de América del Sur gozan de una autonomía inédita a partir de la Declaración de Bush de los 90, mediante la cual llamaba a crear una asociación comercial de Alaska a Tierra del Fuego. Una iniciativa que no prosperó, y que sin embargo, cambiaba el lenguaje y el trato. Ya no buscaban aliados, sino socios y la iniciativa en sus detalles era cuestión de todos.
En la década de los 90, mientras terminaba de desaparecer el campo soviético, emergía un mundo regido por una superpotencia global que alentaba el comercio libre, las democracias y los valores de la ONU. La época de Clinton, la conformación del Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte que empezó a regir el mismo día en que se alzaba la guerrilla zapatista. La Comunidad se transformaba en la Unión Europea y se reproducían los tigres asiáticos. Sería “capitalismo contra capitalismo” como predecía Albert. Mientras que en América del Sur, el Mercosur rivalizaba con el Pacto Andino y Chile se mantenía al margen buscando firmar acuerdos de libre comercio con quien pudiera. Ocupado en dirigir el mundo, EEUU perdió interés por Latinoamérica, salvo con su entorno inmediato que se corresponde con México y el Caribe.
El atentado a las Torres Gemelas cambió todo aquello. EEUU comenzó a librar una batalla larga y prolongada contra el terrorismo islámico y concentró sus energías y dólares en el centro de Asia. Se comenzaba a digerir el tema del Choque de las Civilizaciones del que nos alertaba Huntington. Con una creciente autonomía, en la cumbre del Milenio los países suramericanos iniciaron un proceso inédito de integración política. Han pasado más de 10 años para crear UNASUR, finalmente ratificado el pasado marzo.
Cuando todo indicaba que la próxima discusión importante del nuevo bloque sería la convergencia del Mercosur y el CAN, para crear la zona de libre comercio de América del Sur, al presidente peruano se le ocurre -a punto ya del retiro- lanzar una nueva alianza en la región, la de los países del Pacífico. Perú, México, Colombia y Chile están entre los gobiernos impulsores. Ecuador está expectante.
Mientras tanto, UNASUR está estrenando a su nueva Secretaria General, la ex –canciller María Emma Mejía, actualmente en gira por los países miembros. La personera ha sido cuidadosa, trabaja en la institucionalización del organismo en un ambiente un tanto confuso protagonizado por el adiós de García.
Los acontecimientos están en curso y la próxima elección peruana es clave. Es difícil que Humala integre una coalición de derecha alejada de Brasil, Argentina y Venezuela. Pero la hija de Fujimori sí. Por ello, gran parte del futuro de la nueva alianza del Pacífico se jugará en cancha peruana.
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