Juan Carlos González

¡México lindo y... qué herido!

…así se leía en una pancarta de la manifestación el 20 de noviembre en la ciudad de México.

Actualizado: 27 de noviembre de 2014 —  Por: Juan Carlos González

Fecha de conmemoración de la Revolución Mexicana, ha sido tradición el desfile militar y deportivo; la entrega de ascensos superiores en las fuerzas armadas y los premios a lo más destacado del deporte. Desfiles en el pasado han juntado en el Zócalo a los contingentes militares y deportivos y a figuras como Hugo Sánchez o al beisbolista mexicano de los Dodgers, el Toro Valenzuela, mientras sobrevolaban los aviones de la fuerza aérea.

En esta ocasión el gobierno había preparado un escenario que incluía el estrado y una infraestructura de andamios de metal donde se harían mosaicos con figuras humanas. Todo debió ser desmontado en la madrugada anterior a gran velocidad; el motivo…llegarían al Zócalo tres columnas de manifestantes por los 43 estudiantes normalistas víctimas de desaparición forzada, posiblemente asesinados y quemados. El gobierno se replegó, cediendo el territorio tradicional de los festejos dando un discurso solamente frente a las fuerzas armadas. Los deportistas sin embargo han tenido otra participación más destacada: el Chicharito Hernández, delantero del Real Madrid subió su foto en internet vestido de negro y con capucha solidarizándose con la manifestación. En la plaza de toros México, un torero español, momentos antes de enfrentar al primer toro del encierro de la tarde, pidió el micrófono y habló consternado por los 43 desaparecidos. Nunca visto.

Una columna unía nuevamente en la Plaza de las Tres Culturas a todas las universidades, como el 2 de octubre de 1968, cuando la masacre de Tlatelolco. Otra partía desde el Monumento a la Revolución, y una más desde el Ángel de la Independencia. Las 3 columnas eran encabezadas por los padres de los estudiantes desaparecidos para confluir más tarde en el Zócalo de la ciudad, su plaza principal. Me uní a esta última y confieso que a medida que me aproximaba se me iba anudando la garganta de ver la dimensión y el clima imperante. Estudiantes, trabajadores, campesinos, comunidades indígenas, jóvenes, niños, ancianos de la capital y del campo, campesinos de a caballo y con machetes se mezclaban en un solo grito de exigencia: Respuesta y Justicia, y reclamaban la caída del gobierno. Portaban todo tipo de carteles, pancartas y mantas; y banderas mexicanas con sus clásicas franjas rojas y verdes remplazadas por unas de color negro.

La culminación en el Zócalo fue gigantesca, hablaron tres padres de los estudiantes: “vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Cuando finalizaba el acto, unos pocos enmascarados que surgieron de una boca del metro, atacaron con petardos y bombas molotov a los gendarmes que protegían el Palacio Nacional. Fueron tolerados primero y luego reprimidos, en la corrida “aprovecharon” y de pasada reprimieron con golpes y patadas a mujeres y niños que encontraban a su paso. Fueron filmadas y subidas a internet sus agresiones físicas y verbales.

La prensa se encargó de acentuar las imágenes de este episodio, desmereciendo lo imponente de la manifestación y su gran éxito de convocatoria. Ese día se llevaron a cabo manifestaciones en muchas ciudades del interior de México y en todo el mundo.

México está herido y exhibe al mundo su desgarro lacerante, al mismo tiempo que su gente indignada, rezagada y postergada muestra que no está paralizada.

La herida no es de ahora, está abierta desde la revolución mexicana, Revolución Interrumpida como la calificó certeramente Adolfo Gilly. Mientras los sucesivos gobiernos se han proclamado como sus continuadores, algunos la consideran concluida y cerrada. Otros que hay que “modernizarla”. Para Peña Nieto esa modernización pasa por sus reformas estructurales que buscan retroceder en la tenencia de la tierra; y con la reforma energética retornar a la propiedad y comercialización privada del petróleo.

Los protagonistas y postergados de siempre la saben interrumpida, y conocen como nadie en carne propia las políticas de despojo, corrupción y represión desde arriba contra ellos los de abajo, desde tiempos inmemoriales.

El primer movimiento agrario fue la rebelión de Julio López Chávez en Chalco, estado de México, que encabezó una banda campesina en 1868 levantándose contra la explotación de los hacendados, el gobierno y la iglesia. Fue fusilado. Cuarenta años después casi con las mismas consignas y reivindicaciones se levantaron Zapata en el Sur y Villa en el Norte, ambos movimientos de origen agrario y armados en respuesta a la severa explotación, despojo de tierras y represión del gobierno porfirista, el ejército, los hacendados y sus guardias rurales paramilitares de la época. Villa aprenderá a leer y escribir en la cárcel y se convertirá en un estratega militar superior, pactará su rendición esperando mejores momentos para continuar su lucha, fue asesinado. Zapata, al tiempo que liberaba territorios, repartía tierras y construía un programa nacional, el Plan de Ayala. En la elaboración y redacción de este programa participó Otilio Magaña, también maestro rural. Los maestros y sus escuelas rurales son una tradición de defensa del artículo tercero constitucional que proclamaba la educación socialista en México. De esas escuelas rurales surgirá un movimiento guerrillero en la década del 70 encabezado por dos maestros: Lucio Cabañas y Genaro Vásquez, en el mismo estado de Guerrero, casualmente ambos estudiaron en la Escuela Rural de Ayotzinapa.

La Revolución Mexicana es una Revolución Interrumpida pero no apagada. En los sucesos de Ayotzinapa afloran también sus reivindicaciones inconclusas. Bastó una brasa como la de los 43 estudiantes para que el viento de las movilizaciones encendiera a los postergados, a los que nada tienen, como se podía leer en una pancarta en la manifestación: “Nos han quitado todo…hasta el miedo”. Y en esa movilización arrastrar a los demás sectores de la sociedad urbana. Los reclamos empiezan a trascender el hecho reprobable en sí, y denuncian años de atropellos a los derechos humanos en México, de corrupción, despojo y represión a los que margina el sistema. Ayotzinapa reaviva y trae a la memoria la interminable historia de desapariciones, asesinatos perpetrados desde el poder. Pero el poder hoy muestra otras alianzas. Ya no es el de antes, de los gobernantes con los latifundistas, banqueros y hacendados, los gobernantes con la burocracia sindical y los patrones, los gobernantes con los arrebatadores de tierras para instalar fraccionamientos privados, con las trasnacionales.

Además hoy se mezclan con los poderes del narcotráfico, con las alianzas por territorios. El pecado de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa –pertenecientes a la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México- fue alterar el territorio, e interferir con sus movilizaciones en el clima de los negocios, en la paz pactada entre el gobierno municipal y los narcos. Si no hubieran desaparecido a los 43, Iguala sería una expresión más de la corrupción, los negociados, los acuerdos con el crimen organizado que han invadido todos los poros del Estado y los gobiernos sucesivos. Municipales, estatales y nacionales. Ayotzinapa puso al descubierto de la manera más salvaje y pública el blanco del terrorismo… la población, todos. Ya no fueron víctimas pertenecientes a tal o cual cártel en sus luchas por la supremacía que aparecían decapitados, o colgados de los puentes como era costumbre. O víctimas inocentes que casualmente pasaban cuando había un enfrentamiento. Ahora fueron estudiantes de magisterio, normalistas rurales, de una escuela como otras con profunda tradición de defensa de la educación popular. Apresados por el gobierno municipal y entregados a los sicarios de los narcos. Orquestado y organizado desde las instituciones del Estado. Desde la llamada narco política, espacio donde no se sabe quién trabaja para quién. Los maestros rurales, sus escuelas normales, tienen una larga tradición de lucha. Y por ello han sido blanco permanente del poder.

La pregunta de todos es cuál será el futuro de estas movilizaciones, qué pasará si el gobierno no da respuesta a la exigencia de justicia. A la aparición con vida de los 43. ¿Este movimiento perdurará? ¿Se desgastará con el tiempo? ¿Podrá avanzar y crecer en sus reclamos?

¿La oposición organizada de la política mexicana dónde está? El PRD es el partido de la alcaldía y del gobernador del estado de Guerrero implicado en la desaparición forzada de los estudiantes. Desde su origen perfilado como de centro-izquierda, muchos de sus integrantes entre sus discursos y su acción, han imitado al boxeador… “pegan con la izquierda y cobran con la derecha”. Hoy se encuentra en una profunda crisis de dirección y ha transitado en alianzas continuas electorales con el PAN de la derecha, para enfrentar regionalmente al PRI. La esposa del alcalde fugado del PRD y luego apresado es denunciada como hermana de un narco que opera en la región. Cuauhtémoc Cárdenas, fundador y referente moral de este partido acaba de renunciar.

Este movimiento, aún no encuentra un punto de alianza con una dirección política independiente, con los obreros y trabajadores de las fuerzas productivas. Porque no la hay, no hay la dirección ni el partido que los represente. Los próximos días mostrarán la evolución del movimiento, sus limitaciones o su vínculo con otras fuerzas que refuercen su accionar y le den perspectiva de largo alcance. De lo contrario la táctica oficial será apostar a su desgaste. Los organismos internacionales por los Derechos Humanos han reclamado la resolución de este crimen. Y lo han catalogado como crimen de estado. Hay declaraciones de diferentes organismos internacionales que presionan a México, lo ponen al descubierto y en la lupa internacional.

En Uruguay ha habido dos importantes manifestaciones solidarias y de denuncia y exigencia por la aparición con vida de los estudiantes. Cuando el presidente Mujica declara que México es un “estado fallido con poderes públicos que están perdidos totalmente de control, están carcomidos”… aludiendo a la corrupción imperante, desata la protesta mexicana. La cancillería llama al embajador uruguayo en México. Las redes sociales en el país Azteca se saturan de pedidos a Mujica de que no se retracte, que mantenga su declaración. Pero Mujica debe dar marcha atrás y a través de ambas cancillerías se resuelve el diferendo. En la siguiente declaración pública el presidente uruguayo confirma que todo está arreglado a través de las cancillerías, agregando que no es con manifestaciones que se resuelve el problema del narcotráfico, que solo el Estado es capaz de llevar adelante esa lucha, y que hay que unirse a él en esa tarea. Caramba presidente, a qué estado se refiere; ¿al que apresó a los estudiantes y los entregó a los sicarios de los narcos?

¿Al que a través de la PGR (Procuraduría General de la República), órgano federal encargado de investigar y perseguir los delitos federales, mostró pruebas de los supuestos cuerpos de los estudiantes que no tenían concordancia alguna con su ADN? La lucha de los estudiantes no es contra los narcos, y el reclamo de la sociedad es contra el estado del terror.

El embajador mexicano en Uruguay consultado por la prensa declaró que se había dado vuelta la página y que había temas muy importantes pendientes con el TLC entre los dos países… como la carne, la leche y los quesos, como recordando con diplomacia y al pasar la importancia comercial para nuestro país que tiene México. Seguramente por ahí venía la rectificación presidencial: el comercio exterior, las exportaciones del sector agropecuario, los intereses superiores del mercado, las divisas. Sobrevuelan en la marcha y contramarcha diplomática, la necesidad de alinearse con esos intereses comerciales. Pasando a “aconsejar” que no se crean que con manifestaciones se arregla el asunto. Más un guiño a Peña Nieto, que un consejo a los manifestantes de dentro y fuera de México.

Seguramente gran parte de la sociedad mexicana estará disgustada con estas declaraciones finales, y la “imagen” que tenían de Mujica@* que en este episodio termina apoyando tácitamente al gobierno mexicano- se verá en el mejor de los casos des dibujada.
El 20 de noviembre en la Ciudad de México se podía leer en uno de los carteles de la manifestación: “si los 43 no te conmueven... entonces el muerto eres tú”.

Juan Carlos González Nicola
Licenciado en Educación Fisica y Fisioterapia. Vivió asilado en México entre 1976 y 1988. Trabajo en distintos clubes de fútbol y básquetbol, preparador físico de Club Toluca, Neza, UNAM, Defensor Sporting, Aguada, Bohemios. Fisioterapeuta de la URU y Carrasco Polo Club. Asesor del Gobierno del Estado de México en Cultura Física y Recreación, coordinador responsable de Fisioterapia y Rehabilitación del Consultorio Médico del Deportista en la actualidad. Autor del libro UNA HISTORIA OLVIDADA, El Agregado Cultural Mexicano y Los Refugiados Políticos, Ediciones de la Banda Oriental.



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