Gabriel Quirici

El día que Artigas gobernó

La figura de Artigas está cruzada por infinitas sensaciones e interpretaciones, asociadas a la patria, el heroísmo, el nacionalismo, la cuestión social, el americanismo, el indigenismo, el nacimiento del ejército, los tupamaros, los gauchos, los católicos revolucionarios y podríamos seguir con el jacobinismo, el liberalismo, el federalismo.

Actualizado: 14 de setiembre de 2015 —  Por: Gabriel Quirici

Pero este bicentenario nos da la oportunidad de acercarnos a lo que Artigas efectivamente hizo cuando le tocó (por poco tiempo y provisoriamente) gobernar estas tierras y liderar a su gente y a la de las provincias hermanas. Más allá del mármol, de los documentos, intentaré recuperar dos cosas que el Pepe Artigas, aquel veterano “coquito de la campaña” como le llamaran los españoles (lo de coquito era por “cabeza”) hizo cuando le tocó mandar y ser Jefe.

Se cumplen 200 años de sus principales medidas de gobierno, realizadas desde un cuartel general provisorio, en medio de la guerra y la revolución. Lejos de una imagen de estadista sentado en un escritorio, tenemos que imaginar a un tipo de a caballo y de fuerte capacidad de diálogo con diferentes sectores sociales y culturales en una sociedad de frontera que se abría paso, un poco sin saber bien hacia dónde, para construir un destino americano independiente.

Un aspecto que me parece central es la combinación de la justicia social (el criterio de reparto de tierras es el que afirma que “los más infelices sean los más privilegiados”) con una concepción del trabajo (“brazos útiles” les llama) como factor dignificante de cara al desarrollo. No se le daba la tierra a cualquiera ni en cualquier situación. Sino que se exigía que la misma fuera poblada y trabajada como requisito para la efectiva apropiación. Hay que recordar que el reglamento se titulaba “para el fomento de la campaña y seguridad de sus hacendados”. Es decir que, más allá del igualitarismo que algunos intentan ver exclusivamente en el reparto, la propuesta global implicaba ser justos y a la vez exigir una conducta nueva (por ello doblemente revolucionaria) de parte de los beneficiados. En los hechos, Artigas combinó justicia social y seguridad con el trabajo como eje transformador.

La otra cuestión destacable tiene que ver con el reglamento de aduanas, en donde se establecen tasas diferenciales para el cobro de exportaciones e importaciones. Corrigiendo el liberalismo general planteado en las Instrucciones de 1813, se pueden observar medidas de promoción de los bienes regionales. Pero es necesario aclarar que tal propuesta, no constituyó un cerramiento de la economía, pues al mismo tiempo se promovía la libertad portuaria y las tasas puestas para los tejidos por ejemplo, lejos estaban de frenar la penetración de mercaderías inglesas: un poncho británico costaba 2 reales y uno americano 7, por tanto, el 40% establecido en el reglamento lejos estaba de hacer competitivos a los americanos y más bien parece ser un intento por afinar posibilidades de recaudación en virtud de las necesidades de la guerra.

Estos dos aspectos son útiles para pensar históricamente lo que el artiguismo realizó y revisar críticamente ciertas deducciones idealizadas y apresuradas que suelen divulgarse desde diversas versiones que tiñen el bronce pero poco acercan al conocimiento de lo que en aquellos momentos se intentó. Pasado 200 años parece buen momento para reencontrarse con el día en que Artigas gobernó. No para extraer lecciones morales o políticas, sino para entender cómo gobernar en tiempos de cambio fue una tarea compleja e innovadora a la vez, pero atada a la realidad y al contexto que se vivía.

 



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