Denise Mota

Lula allá… ¿y el pueblo dónde?

La campaña presidencial de 1989 fue histórica en Brasil por muchos motivos, el principal de ellos el de ser la primera elección directa desde 1960. También por llevar al poder a Fernando Collor de Mello, que pasaría por un impeachment poco más de dos años después de asumir, y por presentar como posibilidad presidencial, por primera vez, a un candidato que en ese momento no saldría vencedor: Luiz Inácio Lula da Silva.

Actualizado: 19 de julio de 2016 —  Por: Denise Mota

Aunque no haya sido ganador, desde su primera disputa Lula encontró el tono que no abandonaría jamás, el de conversar de igual a igual con la gente, con el objetivo de mostrar que “uno de nosotros”, los del pueblo, podría decidir los destinos del país. Desde 1989, su mítica se funda en la posibilidad de una entonces hazaña: la de que el país podría no ser gobernado por una elite, sino por alguien que “vino desde abajo”. El jingle que tradujo esta promesa hace casi tres décadas fue la banda de sonido de Lula hasta el 2002, cuando finalmente llegó al Palacio del Planalto. La canción decía “Lula allá, brilla una estrella. Lula allá, valió la espera (…) para hacer brillar nuestra estrella”. Nuestra estrella. Lula representaba la oportunidad de cambio de la suerte del brasileño marginado.

De hecho cambió. Nadie con honestidad histórica puede negar las conquistas de la gestión Lula, un logro que le dio capital político para hacer elegir a su poco carismática sucesora, Dilma Rousseff, no solo una sino dos veces.

Ahora que Rousseff está alejada del poder y con reducidas chances de vuelta (aunque, en la calculadora de Lula, el regreso a la presidencia dependa de “sólo seis senadores”), y que el PT vive el peor momento de sus 36 años de existencia, involucrado hasta el cuello en escándalos de corrupción (y en esto no está sólo, siempre es necesario recordar: ex aliados, como el PMDB, o rivales inmediatos, como el PSDB, también lo están), en este momento de desconcierto generalizado, el expresidente se propone para “arreglar” el país.

Lula lidera en primera vuelta

Una encuesta del instituto Datafolha difundida este domingo registra que Lula tiene ventaja, en primera vuelta, sobre sus potenciales rivales a la presidencia. La situación cambia en las proyecciones de segunda vuelta. En este escenario, Marina Silva vencería a Lula por 44% a 32%. Si el contrincante es José Serra (actual canciller de Brasil y uno de los nombres más fuertes del PSDB), Lula perdería también, por 35% contra 40%. El margen de error es de dos puntos percentuales. Pero lo que más llama la atención es el índice de indecisos y blancos/nulos: casi un cuarto de los encuestados.

En gira por distintas capitales del Nordeste, su cuna familiar y política, Lula –candidato asumido para las elecciones de 2018, después de emitir consideraciones de desánimo, como la de que dejaría la competencia para “gente más joven”—da marcha atrás a este discurso sin parecer desdecirse, obra de su innato talento retórico, y se vuelve blanco de preocupaciones de sus potenciales rivales una vez más.

Durante una entrevista radial estos días en Pernambuco, Estado en donde nació, el expresidente dijo que sólo no será candidato si “Brasil funciona”. Que el país necesita un liderazgo joven pero no lo hay, que hace falta alguien que “conozca la mano de un obrero, y no solo las instalaciones de un avión”. Admite ser adicto a la política, a la que compara con la “cachaça”, y dice que “todo el mundo sabe” que el error de Rousseff fue haber “tocado el bolsillo del trabajador”.

También contó que quedó “ofendido” cuando la Policía Federal lo sacó de su casa, en marzo, para llevarlo, entre cámaras de televisión, a testimoniar en una de las muchas etapas de la Operación Lava Jato. Pero dijo que las investigaciones deben seguir, que es un “ciudadano como cualquier otro” y que Brasil vive un “mal humor” iniciado en las manifestaciones de 2013, antes de la Copa de las Confederaciones. “Lo que era fácil se está volviendo difícil”.

A esta altura de la entrevista, no da para saber si se refiere a la abundancia de herramientas que encontró en su gestión para mejorar la calidad de vida de la población, o si en el fondo reflexiona sobre la capacidad que el PT solía tener de reunir sueños y utopías de brasileños de perfiles distintos pero creyentes en la fuerza de la política para promover la justicia social, el crecimiento y el desarrollo en actos balizados por la ética.

No es azaroso lo del “La esperanza venció al miedo”, eslogan que acunó la victoriosa campaña de Lula en 2002. Ser canalizador privilegiado de un optimismo constructivo, sostenido por un anhelo popular de cambios concretos, no volverá a pasar con el partido. Hoy, la realidad venció la esperanza. Lo que era fácil se volvió imposible. Una reconstrucción puertas adentro es urgente e inevitable, se dice a todo momento adentro del PT.

A pesar de esto, y de la posibilidad de que las investigaciones de sus actividades lo inhabiliten para el retorno a las urnas, distintas encuestas, incluyendo la más reciente de Datafolha, muestran que la estrella de Lula aún brilla lo suficiente comop para pelearla.

Va quedando cada vez más claro que Lula debe tirarse al ruedo, de nuevo, para volver “allá”. Lo que sí permanece es un misterio (que tal vez perdure hasta que se abran las urnas a fines de 2018): con quién va a querer estar la mayoría del pueblo.



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