XVIII Asamblea de antiguos alumnos del IEEM - La cultura como desventaja competitiva

En el marco de la XVIII Asamblea Anual de Antiguos Alumnos del IEEM, se presentaron los resultados de la investigación realizada por los profesores Pablo Regent, Ignacio Munyo y Pablo Sartor, junto con el equipo de investigadores del IEEM, que trabajaron en el proyecto liderado por el economista Guzmán Etcheverry. La presentación estuvo a cargo del decano del IEEM, Pablo Regent, del profesor en Análisis de Decisiones y Sistemas de Información, Pablo Sartor, y del director del Centro de Economía, Sociedad y Empresa del IEEM, Ignacio Munyo.

Actualizado: 04 de mayo de 2017 —  Por: Redacción 180

XVIII Asamblea de antiguos alumnos del IEEM - La cultura como desventaja competitiva

Difusión IEEM

Reflexiones a partir de nuestra historia futbolística

En el inicio de la conferencia, Ignacio Munyo comentó que cada día se generan y almacenan magnitudes inimaginables de datos de gran valor para el análisis cuantitativo pero que muchas veces no son utilizados en las empresas. “No tengo duda de que muchas empresas podrían mejorar su eficiencia y encontrar oportunidades de negocios si le sacaran el jugo a los datos que almacenan”. Y agregó, “usemos la información que nos dan los datos para tomar decisiones”.

Asimismo, explicó que si se analizan los datos con profesionalidad, pero también con mucha creatividad, se puede llegar a resultados muy útiles, tanto en materia de políticas públicas como a nivel de resultados empresariales. En su opinión, la Economía es una ciencia que nos da un enfoque para analizar cualquier tipo de problema relacionado con el comportamiento humano.

Ignacio Munyo explicó que el objetivo de esta investigación es usar los datos, no solo como un ejemplo, sino como un instrumento para validar una percepción generalizada o demostrar que es un mito. A modo de ejemplo citó que los equipos uruguayos ganaron el 55% de los 179 partidos en los que fueron favoritos y la selección uruguaya ganó el 61% de los 97 partidos en los que fue favorita. “La mochila del peso de la responsabilidad de tener que cumplir cuando se espera que uno cumpla parece ser elevada”.

En la última parte de su presentación, explicó que desde hace 4 años el Centro de Economía, Sociedad y Empresa del IEEM tiene en su agenda varios de estos temas que son vitales para el desarrollo del país. Según sus palabras “hemos estudiado a fondo el gobierno de las Empresas Públicas y presentado públicamente propuestas concretas de reforma en el gobierno corporativo. Y seguiremos machacando, porque estamos convencidos que hay mucho para hacer y mucho para mejorar”.

Agregó que han trabajado y seguirán trabajando en estudios sobre la inserción internacional del país, sobre el tema del mercado de trabajo del futuro, y sobre el perfil de los trabajos en extinción en el Uruguay. De hecho, en julio presentarán en la OIT, en Ginebra, todas estas investigaciones en un foro global que se desarrollará sobre el tema.

Por su parte Pablo Sartor comenzó su intervención diciendo que en nuestro país, así como en otros, es muy común escuchar hablar de “la lotería de los penales”. Sin embargo, si nos enfocamos en la historia reciente (SXXI), nuestros clubes y selecciones mayores jugaron 26 definiciones por penales internacionales en competencias oficiales, ganando únicamente 8. La distribución binomial indica que la probabilidad de obtener no más de 8 victorias es apenas del  3,8%. En sus palabras “hay más de un 96% de chance de que sea falso, que desde el 2000 hemos sido igual de competentes que nuestros rivales y que simplemente tuvimos mala suerte”.

De esto concluye que es razonable rechazar el apelativo de “lotería” cuando un combinado uruguayo afronta una definición por penales y que la evidencia muestra un rendimiento claramente inferior al del rival medio en dichas instancias.

Durante su alocución agradeció la contribución obtenida a partir de entrevistas con varios colaboradores, entre ellos Sergio Markarián y Alfredo Etchandy. Etchandy, director de la Secretaría de Deportes, se manifestó acerca de la relevancia del fútbol en la construcción de nuestra identidad nacional y los aspectos en que nuestra cultura influyeron en el logro de las grandes gestas deportivas. En base a ello, Sartor sostuvo que “el fútbol es mucho más que un deporte en Uruguay; su relevancia aquí es tan grande que parece razonable usarlo como fenómeno para entender mejor varios aspectos de nuestra sociedad”. Y compartió una frase del “mariscal” José Nasazzi, que acompaña este sentir: “La selección es la patria misma”.

Frente a la verdad aceptada: “Los uruguayos rendimos más en los partidos en serio”, se decidió investigar. Una frase clásica es que los amistosos son para Brasil y Argentina pero en las que duelen ganamos nosotros, con un sustento histórico muy real. Por un lado, Argentina y Brasil nos vencían con más frecuencia que nosotros a ellos en copas amistosas como la Lipton, Newton o Río Branco. Por otro lado, nosotros los vencimos en las tres finales del mundo en que los enfrentamos —Amsterdam, Mundial del 30 y Maracaná 50—. Finalmente, perdimos los  tres partidos por el tercer puesto “premio consuelo” de los mundiales 54, 70 y 2010.

El análisis se realizó de la siguiente manera: a partir de la base que nos facilitó Supermatch, se evaluó el porcentaje de partidos internacionales que ganamos (clubes y selección) desde 2005, separando amistosos de oficiales. Al considerar solamente aquellos partidos donde los dividendos nos daban como favoritos, eliminamos sesgos en cuanto a la dificultad de los rivales según el tipo de partido. El análisis muestra una diferencia de 13 puntos porcentuales a favor nuestro en los amistosos respecto de los oficiales. Es decir, la evidencia reciente muestra que nuestro desempeño es mejor, respecto de las expectativas, cuando jugamos partidos amistosos que cuando son oficiales, en contradicción con la “verdad aceptada”. Cabe mencionar que, contrariamente a Uruguay, en el caso de países como Venezuela y Chile hay un claro sesgo a favor de los partidos oficiales.

Según Sartor, otra idea comúnmente aceptada es que “los jugadores uruguayos tienen clase”, frase que solamente tiene sentido al considerarla en forma relativa al desempeño de otros países. A este respecto, se decidió analizar otro momento cúlmine de los torneos, lo que llamamos partidos finales, entendiéndose por ellos finales propiamente dichas o partidos (como por ejemplo Uruguay - Brasil en Maracaná) donde obtener cierto resultado consagra al equipo campeón.

Si observamos, desde 1950 hemos perdido y ganado partidos finales casi por igual. Pero un análisis a partir de la Copa América del 89 de los clubes y selecciones uruguayos en competiciones oficiales, arroja que se jugaron 22 partidos finales con solamente 4 consagraciones. Bajo una hipótesis de ser igualmente competitivos que el rival, la probabilidad de ganar no más de 4 veces es de 0,22%, lo cual supone una fuerte evidencia en cuanto a un desempeño sostenidamente inferior al del rival medio, en los partidos finales. Llevar dicha probabilidad a un 5% supondría reconocer una probabilidad de ganarle al rival de tan solo 37%, es decir aceptar una franca superioridad del contrincante.

Aun asumiendo este supuesto, analizamos también cómo evoluciona el desempeño de nuestros clubes, así como de los brasileños, argentinos y paraguayos, a medida que avanzan en playoffs (desde octavos de final a cuartos de final) en competencias oficiales (Copa Libertadores, Sudamericanas, Conmebol, y demás), desde 1990. En todos los casos las curvas fluctúan sin una tendencia clara, salvo en el caso de Uruguay, donde el porcentaje en finales cae súbitamente al 0% de victorias. Este comportamiento muestra un deterioro repentino de nuestro desempeño al llegar al último partido respecto del rendimiento en las instancias previas, y es único entre los 4 países citados.

Las definiciones por penales y los partidos finales son los momentos cúlmines del fútbol, donde se mata o muere, y se asocian habitualmente con lo que se entiende por “tener clase”. La evidencia anterior permite, como mínimo, cuestionar las citadas verdades asumidas respecto de nuestros combinados.

Finalmente, Sartor dejó planteada otra tendencia que está en vías de hacerse estadísticamente significativa y que supondría poner en jaque otras verdades asumidas, como que los equipos uruguayos hacen un gol y se cierran bien atrás, o nuestra tendencia a dar vuelta resultados de atrás. Por ejemplo, considerando a la selección mayor de los últimos 7 partidos que se dieron vuelta, uno fue a favor y seis en contra, siendo la probabilidad de que esto suceda de tan solo 6,25% si fueran eventos igualmente probables.

El punto de todos estos análisis es dejar que la evidencia nos muestre dónde estamos parados hoy, cómo rinden y se comportan nuestros combinados, más allá de lo que creamos al respecto para poder trabajar a partir de bases sólidas y reales, identificando las causas y actuando sobre ellas. Lo peor que podemos hacer es seguir tomando decisiones en base a mitos que ciertamente fueron reales pero que —como muestra la evidencia— ya no lo son.

Pablo Regent por su parte explicó que si bien todas las sociedades tienen “verdades aceptadas” que forman parte de su cultura y que son utilizadas en forma más o menos consciente para construir y tomar decisiones a partir de ellas, es un gran riesgo cuando un número muy grande de tales verdades no lo son y más bien se han convertido en mitos.

Agregó, que si resulta que una sociedad en particular tiene la característica de buscar sus soluciones en el pasado, en sus tradiciones, en sus antiguas formas de encontrar soluciones más que en la búsqueda innovadora de nuevas formas de hacer, la conjunción, mitos más cultura conservadora y temerosa de la incertidumbre, termina con una sociedad que solo toma decisiones incorrectas, fuera de contexto, en definitiva, reproductora de los mismos problemas que intenta solucionar.

Si seguimos a Geert Hofstede, Uruguay presenta las características de una sociedad extremadamente conservadora en este aspecto. Solo superada por Grecia. Los uruguayos, como sociedad, buscamos siempre en el pasado la solución al problema del presente. Y, además, si aquel pasado se ha convertido en un mito no hay nada más que explicar.

Por eso se ha realizado este ejercicio con el fútbol, derribando empíricamente verdades generalmente aceptadas. ¿No deberíamos hacer el mismo ejercicio con tantos axiomas que los uruguayos creen a pie juntillas, y que políticos, sindicalistas, intelectuales y demás formadores de opinión utilizan como base de sus acciones y decisiones?

Si aplicamos la misma lógica que con el fútbol, quizás sigamos siendo una sociedad ultraconservadora, pero al menos no miraremos como panacea mitos que solo existen en la nostalgia de muchos.