La Sala Zitarrosa a los 18: desarrollo de audiencias para igualar oportunidades

“Nunca tenés garantizado el éxito de un espectáculo pero podés tener garantizado el fracaso”. Con ese criterio Jorge Schellemberg lleva adelante la Sala Zitarrosa que ese martes llega a la “mayoría de edad”.

Actualizado: 07 de noviembre de 2017 —  Por: Mauricio Erramuspe

La Sala Zitarrosa a los 18: desarrollo de audiencias para igualar oportunidades

Jorge Schellemberg (Adhoc ©Javier Calvelo)

El abandonado Cine Rex, de 18 de Julio y Julio Herrera y Obes, se transformó en la Sala Zitarrosa en noviembre en 1999. Dieciocho años después, superó las 5.000 funciones y recibió a más de un millón y medio de espectadores.

En los últimos tiempos, incorporó el cine a sus propuestas, sin abandonar su principal característica: ser “la sala de la música”. Además, el complejo cuenta con una sala nueva, el Espacio Felisberto Hernández, para 70 espectadores, destinada a espectáculos más intimistas, acústicos o semiacústicos.

El director de la sala, Jorge Schellemberg, le dijo a 180 que la oferta se ha ido incrementando a lo largo de los años y 2017 terminará con 440 funciones realizadas con un público que está alcanzando el número de 100.000 espectadores por año.

El cumpleaños encuentra al espacio escénico en un momento que se define como “de ebullición”. El encargado de la celebración será Dino que se presentará desde las 20.30 horas de este martes. Además se exhibirá el cortometraje Hard to be a vampire, del uruguayo Cristhian Orta, ganador del Premio a Mejor Cortometraje de Ficción del 5° DETOUR: Festival de Cine Nuevo.

Schellemberg defendió la incoporación del cine a la programación y dijo que esto no le restó espacio a la música sino que ahora hay más shows, entre un 75 y 80% de ellos nacionales. El músico habló de los criterios en los que se basa para dirigir la sala y de los planes para el futuro, que incluyen el desarrrollo de las transmisiones a través de internet.

¿Cómo definís este momento de la sala?

Yo creo que la sala está en un momento lindo, disfrutable. Estamos afianzando muchas cosas. Es un caso singular porque es muy poco tiempo de vida pero la sala está muy presente en la vida cultural del país. Es un edificio patrimonial pero que como Sala Zitarrosa es joven.

La sala ha tenido a la variedad de las propuestas como una característica que la define. Ese debe ser un desafío para quien la dirige.

Es verdad. Es una característica que tuvo desde su inicio y es parte de su esencia. Para mantener funcionando una sala de 538 butacas todo el año, teniendo a veces hasta cuatro funciones en un día, el tema de la diversidad y calidad es muy importante.

También hay que combinar que sea un lugar para los artistas emergentes y para los que ya están muy posicionados de nuestro país y de otras partes del mundo.

¿Hay público para sostener una programación tan intensa como la que tiene la sala?

No hay público para todo. Tenemos funciones que agotan, funciones que están a media sala y otras que no andan bien. Tratamos de que sean las menos posible, empezando por la evaluación de la calidad, la propuesta profesional, cómo se va a armar. Nunca tenés garantizado el éxito de un espectáculo pero podés tener garantizado el fracaso.

Las cifras indican que hay un 60% de la población que no accede a las propuestras culturales. En nostros está trabajar para ver cómo logramos el acceso. Creo que las salas son necesarias en la medida en que estén vivas y trabajando. Me da una tristeza enorme cuando veo una cantidad de cines espectaculares transformados en iglesias o en ferias. Creo que este fue el único que se salvó.

La sala justifica plenamente su existencia. Por otro lado, con el cine hemos incorporado un número muy alto de espectadores.

Esa decisión fue polémica, generó ruido.

Acá se hacían otras cosas antes con menos difusión: festivales de magia, cierres de fin de año de escuelas. Para mí sí son cosas que pueden tener un gran valor pero no son para hacerlas acá.

Hay una red de salas vinculadas a la Intendencia. Acá no se hace teatro y en la Verdi cuando se hace música, es acústica y puntual. No había ninguna sala vinculada a la Intendencia que se dedicara al cine. Nosotros tuvimos una propuesta de la Red de Salas de Cine Digital del Mercosur y lo incorporamos.

Creo que cuando se discutió hubo falta de información y apuro.

También estuvo el miedo de que la sala dejara de ser el lugar de la música.

No tienen menos funciones de música, hay más. Con la incorporación además del Espacio Felisberto se sumaron, porque la agenda de extensiones escolares es enorme y porque la cantidad de funciones que hay en la sala principal en horario central, es enorme.

Son alrededor de 300 funciones de música anuales en la sala principal.

Es un disparate. Lo que se cambió fue que esas otras actividades que se hacían en algún momento son las que están siendo ocupadas por el cine. En lugar de estar todas juntas en el último mes y medio, están a lo largo de todo el año. El cine en la Sala Zitarrosa está trabajado con mucha seriedad por un equipo que tiene experiencia en la materia. No hace temporada, no compite con las salas comerciales ni con las culturales. Es un lugar dedicado a los preestrenos de cine nacional y donde hay algunos festivales muy importantes: Cinemateca, Plano Americano, Doc Montevideo.

Tenemos un promedio de 200 espectadores por función de cine, es muy alto si lo comparamos con la cantidad de gente que ve este tipo de cine en Montevideo hoy. Pero no deja de ser la sala de música en ningún momento.

Las salas municipales en el Centro de la ciudad son el Solís, la Zitarrosa y la Verdi. Luego está el Auditorio que pertenece al Sodre. ¿Hay instancias de coordinación para definir roles, espacios?

Sin duda. Todas las salas que pertecen a la Intendencia están nucleadas en los Compromisos de Gestión. Hay determinados compromisos de las distintas unidades y hay mesas de trabajo, una de ellas correspondiente a las salas. Ahora estamos programando metas del año próximo con el Solís, con la Verdi, con el Teatro de Verano y con el Centro Cultural Florencio Sánchez.

Con las salas que pertencen al Sodre hay un contacto, mucho menos formal, pero hay conocimiento, conversaciones. Capaz que se podría intentar intensificar eso pero diálogo hay. Yo creo que hay una profesionalización de las salas.

Vos sos un músico de reconocida trayectoria, ¿qué lugar ocupa el gusto personal en el rol de programador?

Lo que me gusta y lo que me interesa no siempre son lo mismo. Muchas veces hay propuestas que no son a las que iría como espectador a comprar entrada pero que me parecen muy válidas e importante que estén porque representan a otra gente. Son propuestas presentadas profesionalmente, cumplen con criterios y estándares de calidad en el trabajo y armado.

¿Y cuál es la evaluación de la programación?

Si nosotros hacemos una perspectiva, tenemos razones para estar contentos. Creemos que la sala está muy viva, en ebullición.

Dentro de esa ebullición antes me comentabas que están trabajando en un proyecto de streaming, de transmitir por internet algunos espectáculos.

Si, pensando en los uruguayos que pueden estar en el mundo y la gente de cualquier parte. Estamos trabajando con la ilusión de poder concretarlo el año próximo.

Hay un tema de derechos que debe ser complicado de articular.

Es un proceso de trabajo en el que estamos con mucha energía. Creemos que vamos a llegar a buen puerto. Todavía nos falta.

¿Pensás que el efecto que tendría es el de traer más gente a la sala? El miedo puede ser que al compartirlo en internet no venga la gente.

Yo no creo que eso pase, creo que es al revés. Creo que va a poner la sala en el mundo y en la casa de la gente. Hace muchos años vine como músico y productor a hablar con quien ocupaba en ese entonces la dirección de la sala y tuve una muy amistosa discusión sobre las transmisiones por radio en vivo. Mi visión era que eso sumaba y la creencia de la otra persona en ese momento era que restaba. Yo no solo mantengo la visión de que las transmisiones suman sino que lo he comprobado.

Acá vienen a veces las radios del Sodre a hacer transmisiones y te diría que el 90% de esos espectáculos se realizan con entradas agotadas. Hemos transmitido por televisión en directo por TVCiudad y ha funcionado fantástico.

Estamos hablando de llegarle con un producto muy bien elaborado y con muchísima calidad a gente que físicamente no va a poder estar en la sala ese día. Yo creo que las nuevas tecnologías nos pueden jugar en contra si nosotros trabajamos mal pero tienen todo el potencial para que jueguen a nuestro favor.

Otra de las áreas que van a reformar es la de los espectáculos de extensión cultural, escolar. ¿Qué están pensando en ese aspecto?

Vienen miles de niños por año a funciones desde que se abrió la sala. Originalmente eran de música y ahora se hacen también con cine. Las funciones de música fueron tradicionalmente con una entrada muy económica, que no pasa de los 100 pesos. De todos modos muchas veces puede dejar fuera de la posibilidad de acceso a un sector. Estamos buscando la forma de que las funciones de música para niñas, niños y adolescentes de institutos de enseñanza pública en situación vulnerable, sean con entrada libre. Eso hay que financiarlo.

Queremos también plantear la posibilidad de un mayor contacto entre quienes vienen a los espectáculos y los artistas.

La identidad es algo que se construye todos los días. Más que hablar de desarrollo de audiencias, me gusta hablar de igualdad de oportunidades. Yo no sé si tengo que convencer a alguien de que esto es bárbaro. Quizás, veladamente, eso significaría que otra cosa no es tan bárbara. Pero sí de la oportunidad: “está esto, si te encanta está buenísimo”. No tenemos por qué comer siempre milanesas, puchero, arroz o mate cocido. Tenemos que tener un menú equilibrado.