La historia de Darwin para niños; un revolucionario en su paso por Uruguay

Anita Aisenberg y Marcelo Casacuberta, dos de los autores del libro “El viaje que cambió la ciencia. Las aventuras de Darwin en el río de la Plata”, hablaron en No toquen nada sobre la obra que relata el paso del célebre científico por Uruguay, mostrando su lado humano y repasando algunas de sus anécdotas en un formato para niños.

Actualizado: 26 de agosto de 2018 —  Por: Redacción 180

La historia de Darwin para niños; un revolucionario en su paso por Uruguay

Anita Aisenberg y Marcelo Casacuberta (DelSol) (Todos los derechos reservados)

El libro “El viaje que cambió la ciencia. Las aventuras de Darwin en el río de la Plata” cuenta la historia del científico inglés Charles Darwin en su paso por el río de la Plata, en un formato dedicado a niños y jóvenes.

Dos de sus autores, Anita Aisenberg y Marcelo Casacuberta, hablaron en No toquen nada de DelSol 99.5 sobre el libro. Aisenberg, bióloga que trabaja en el Instituto Clemente Estable, dijo que en esta obra, así como en otras anteriores, trabajaron como un equipo de investigación junto a varios científicos, donde cada uno aportaba información desde sus áreas de conocimiento.

La idea de contar la historia de Darwin para niños surgió porque entendían que “tiene todas las características de un héroe”.

“Es un hombre que nació en la época victoriana que quería estudiar los animales, mientras su familia quería que agarrara para otro lado; que se atrevió a hacer cosas muy valientes para la época como subirse a un barco que iba a estar cinco años dando vueltas por el mundo a los 23 años. Fue un revolucionario que nos hizo cambiar nuestra manera de ver el mundo. Estuvo acá y si bien la gente sabe del valor de su pasaje por las islas Galápagos para la generación de la Teoría de la Evolución, poca gente sabe que estuvo por aquí y lo importante que fue su pasaje por nuestro país”, añadió.

Casacuberta, fotógrafo y documentalista, añadió que Darwin “estuvo varias veces en Uruguay y le gustó”. Contó que en su primera visita al país, venía desde la calurosa selva brasileña y llegó al invierno del río de la Plata, por lo que “quedó medio desencantado”; pero cuando consiguió meterse en el Interior y conocer a los gauchos, “se fue empapando de cierta uruguayez temprana y se fue cautivando”.

Darwin “encontró muchos fósiles, elementos y datos que influyeron en lo que, a la larga, se transformaría en la Teoría de la Evolución”, agregó el fotógrafo. En los barrancos de San José, por ejemplo, halló fósiles de almejas y mejillones que veía que no estaban más en el mar, mientras que otros fósiles todavía tenían especies presentes viviendo, lo que le llevó a preguntarse por qué algunas desaparecían y otras permanecían. La mulita también le despertó preguntas al compararla con el gliptodonte, su enorme antepasado prehistórico. “Encontró muchos elementos que le hicieron empezar a pensar que no todo era estable sino que la naturaleza iba cambiando”, dijo Casacuberta.

Según Aisenberg, al naturalista también le impactaron las costumbres de la gente de Uruguay, y su generosidad. “En un momento dijo que era una nación que tiene todo para llegar a ser grande, a pesar de su tamaño”, comentó la autora.

El libro cuenta anécdotas de Darwin como cuando se encontró al anfibio que luego llevaría su nombre, el sapito de Darwin. “Lo encontró caminando a pleno sol. Como estaba acostumbrado a que los anfibios andan de noche para no resecarse, lo tiró al agua y el animal por poco se ahoga”, relató Casacuberta, y añadió que el científico le hubiese puesto “diabolicus” a esta especie, debido a su coloración roja y negra.

 

 

Este y otros cuentos sobre el célebre científico muestran su lado más humano, más accesible para los niños y jóvenes que lean el libro. Un aspecto curioso que también puede llegar a interesar a los más pequeños es que cuando a Darwin le surgió la posibilidad de viajar, su padre se opuso.

“Un tío piola lo convenció diciendo que capaz que le hacía bien; porque en ese momento Darwin no tenía muy asentada su postura sobre qué iba a hacer. Había estudiado geología, tenía algunos cursos de insectos y le gustaba el tema pero estaba ahí, viendo. Pero al principio el padre se había negado y ese viaje terminó no solo por consolidar su vocación científica sino de dar el puntapié inicial a una teoría que sería una revolución a nivel de biología”, comentó Casacuberta.