“Cualquier película puede llegar a su público pero es ‘su’ público, no es el público en general”, dijo Stoll en diálogo con 180. Y al encontrar su público, buscará emocionarlo. Esa es la apuesta en Hiroshima y en las anteriores. “En las películas que hicimos con Juan, y también en esta, siempre lo que pretendimos fue emocionar”, contó.
Si bien parece no importarle mucho la cifra de venta de entradas, el director está satisfecho con el primer fin de semana de exhibición de Hiroshima. La vieron 360 personas y se ubicó muy bien dentro de toda la oferta del complejo Casablanca, el único donde es posible verla.
¿Por qué eligieron esta forma de exhibición?
Para mí es una película que necesita que el público que la quiere ver, vaya a verla a un lugar. Que la película lo llame por la película en sí y no porque está ahí, vas a ver Avatar y como no hay entradas, justo empieza ésta y entrás a verla. Eso no es bueno para nadie, ni para el que la ve sin quererlo ni para la película. Eso después genera un boca a boca que es malo y es al pedo.
Por otro lado, si la estrenás en plan comercial normal, la primera función arranca a las cuatro de la tarde, tenés que estar en tres salas y jugás con las mismas reglas de Avatar. Entonces tenés que pelearle las entradas, si no hacés números te bajan. Esto es otra onda. La película va a quedar un mes. Si anda bien quedará más pero no creo… De esta manera nos asegurábamos que tuviera un tiempo prudencial.
Vos definís a Hiroshima como una película lúdica. ¿Qué querés decir con eso?
Es una película que juega bastante con el lenguaje cinematográfico desde el hecho de que sea muda, de que se use un recurso como los cartelitos, hasta el de ser un musical… Plantea una dicotomía y un pequeño juego. Tiene cosas de documental pero a su vez es completamente ficción. Juega con cosas del lenguaje, tiene una escena que es tipo western.
¿Fuiste a alguna de las funciones en Montevideo?
No. Nunca lo hice, en ninguna de las películas.
¿Por qué eso? Afuera leí que las ves…
La primera vez que se pasó en el mundo fue en Toronto y ahí la vi. Así también vi Whisky y 25 Watts. Pero después generalmente no las veo de vuelta.
¿Por qué?
Es como que ya es de otra gente, del público. Si la veo le empiezo a ver los errores y a quemarme la cabeza. Tampoco soy tan obsesivo como para verla tantas veces. La película está, con sus errores y sus aciertos, y es así. No la voy a poder cambiar. Tampoco me cuelga ver quién se rió acá, quién no se rió.
¿Qué te ha llegado de la película? Las críticas han sido buenas…
Hubo buenas y malas. La de El País fue bastante mala. Una de Voces fue bastante jodida. Jackie Rodríguez Stratta dijo que la gente no la fuera a ver.
Eso es previsible.
Si, es un detalle. La verdad es que está bueno que a todo el mundo le guste pero la gente no actúa por lo que dice la crítica. Capaz que a Jackie alguien le da bola pero me parece que no. Me parece que nadie le da bola a nada.
Además es difícil encontrar la parte del cine en el noticiero.
Claro, también es eso. Tenés que ser como un colgado para el viernes a las diez y media de la noche ver… No sé. Me parece que nadie le da mucha bola a la crítica y la gente que pueda ver la película se va a acerca de todas maneras a verla.
Una cosa que me llamó la atención al verla es el límite o la relación entre lo documental y la ficción. ¿Cómo lo fuiste trabajando vos a eso al pensarla, al armar el guión?
Todo partió de mi deseo de escribir algo sobre mi hermano. Yo le pedí a él que escribiera algo y nunca lo hizo. Entonces lo escribí yo como de memoria. En realidad, era basado en hechos que él me había contado pero estaba todo ficcionado. Y él iba a reactuarlo o actuar cosas que yo había escrito sobre su vida y entonces iba a ser mucho más ficción que documental.
Hay una parte que se ven las imágenes de mi familia, esas imágenes sí son documentales. En todo caso es un documento.
Me llamó la atención la ternura que genera en la gente esa parte de la película.
Un amigo me dijo que a él no le había pasado que en su familia se filmara pero que al verla así se identificaba con su familia. Es una cosa que va por ese lado. En mi familia la cámara estaba en la vuelta. Es como recuperarlo pero a la vez es matarlo también porque el personaje lo ve pero después lo vende. Tiene como un doble sentido de recuperar unas imágenes de la familia pero a la vez deshacerse de ellas.
Ahí también hay un trabajo tuyo con tu propia historia.
Ponele… De alguna manera le pedí prestada la vida a mi hermano para contar cosas mías que estaban ahí en la vuelta. Tampoco fue consciente pero hay cosas que tienen que ver conmigo y con el momento puntual de mi vida, cuando escribí la película. Hay como un recorrido hacia un lugar que tiene que ver con mi vida, tanto como las otras películas. Pero en este caso está más maquillado que incluso en Whisky donde eran unos viejos pero había cosas mías y de Juan.
En algunas entrevistas contaste que al pensar algunos chistes sabías que a Juan Pablo le gustarían. ¿Cuáles?
Hay una parte que tiene música de él, la del hospital, que tiene como un loop atrás. Habíamos hablado con Juan de hacer algún videoclip con eso. Es una típica cosa con la que Juan se colgaba, por ejemplo. Pero después creo que toda la película le gustaría porque a Juan le atraían las cosas sistémicas y la película tiene como un cierto sistema, cada vez que se habla hay primeros planos, se mira a cámara, corta a lo negro, no sé… La música le gustaría. Hay música de él. Juan es una ausencia muy presente.
Has dicho que formás parte de un grupo de gente privilegiada que logra vivir de lo que le gusta en Uruguay. Además, en un área muy difícil como el cine. Más allá del talento que todos podemos percibir, ¿qué otras características de ustedes como grupo hicieron que lo pudieran lograr?
Suerte.
Pero hay que ayudarla…
Pensando en 25 Watts me parece que lo que pasó fue no pretender llegar a ser unos tipos que vivieran del cine sino solamente hacer una película, en ese momento, con esas circunstancias. Ahora me parece ridículo pero en ese momento no conocía los circuitos de los festivales y los fondos internacionales.
Capaz que lo diferencial fue que hicimos la película sin mucha idea de lo que iba a pasar con ella. De hecho la filmamos en 25 cuadros para que tuviera un buen pase a video porque pensábamos que la íbamos a ver en VHS en nuestra casa. Ahora parece boludo decirlo pero en ese momento era muy posta.
Además todos los que trabajaron en la película lo hicieron a cuenta, sin cobrar. ¿Cómo fue el pasaje a esta etapa más profesional en la productora?
Lo que pasa es que todo el mundo tiene derecho a hacer una película de onda pero no dos. Hicimos la película de onda, todo el mundo hizo su aporte, tuvimos suerte y logramos pagar parte de lo que la gente aportó… Pero en la segunda película no podíamos apelar a lo mismo. Además la cooperativa era un poco extraña, socializábamos las ganancias pero los riesgos eran míos, de Juan y Fernando Epstein.
Ahora hicimos una empresita, algunos somos socios, más o menos armamos las cosas y para la gente que viene a laburar tratamos de conseguir plata y pagarle. Es la parte más cara de las películas, los honorarios de la gente.
Filmás para los amigos y hacés películas que te gusta ver, según has declarado. Por otro lado, el cine necesita de público. ¿Cómo se resuelve ese dilema?
Las películas son del público pero no sé si necesitan público. Son dos cosas distintas. Si pensás que necesitás público, habría que primero tener público y después tener películas. Y nunca va a existir el público si no existen las películas. Entonces, me parece que es una discusión medio pelotuda. Me parece que cualquier película puede llegar a su público pero es “su” público, no es el público en general. Y esta película va a tener menos público que otras pero ese público no vale menos que el de las otras.
Lo veo como en círculos concéntricos. Mis amigos y yo también somos público. Yo voy al cine, pago la entrada… No me considero otro tipo de público. Cuando veo las películas no veo en qué la están filmando, si es un plano corto o uno largo… Si estoy viendo eso, es que la película no me está gustando.
¿Podés separar tu profesión y ponerte en mero espectador?
Si la película me cuelga, me cuelga. No me cuelga la fotografía, el montaje… Por lo menos en la primera visión.
Hay una cosa muy rara que dice la gente: “yo no sé nada de cine, pero…” En algún punto nadie sabe nada de cine. Para ver una película no tenés que saber de cine. Cuando la gente ve a Tinelli no dice “yo no sé nada de televisión, pero…” Ves televisión y ya está. El cine es lo mismo.
Está la concepción de que es un arte superior.
Hay una cosa medio rara que me rompe un poco las pelotas. Una cosa medio glamorosa, medio extraña, como lo del auge del backstage, de cómo se hizo tal cosa… Esa cosa de tratar de desentrañar los mecanismos que están atrás de las cosas es como el programa este de los magos que te dice cómo son los trucos. A mí no me interesa saber el truco de los magos y en un punto no me interesa saber cómo se hacen las películas. En algunas cosas te preguntás cómo carajo hicieron tal cosa pero está bueno pensarlo desde otro lugar, no que te lo muestren en un backstage. Hay una cosa rara en eso que no termino de entender. A mí me gustan las películas porque tienen esa cosa un poco como de magia.
Eso es lo que pretendés que pase con tus películas.
Me parece que a veces cuando sabés cómo se hacen las cosas, les matás la emoción. En las películas que hicimos con Juan, y también en esta, siempre lo que pretendimos fue emocionar. Para eso, para dejarte llevar y emocionarte, tenés que ser un poco virgen al respecto. Cuando voy a una película no leo la crítica y si puedo no saber de qué va, mejor.
Las películas tratan de emocionar en el sentido de que sientas empatía con el personaje, que sientas lo que el tipo siente, llegues como al mismo lugar al que llegan los personajes y sientas su agonía como propia. Esa es la idea en mis películas.
Cada vez es más difícil enfrentarse a una película de esa manera virgen que describías.
Si. Además hay un tema del tiempo que uno usa para mirar películas. Es como que cada vez necesitás asegurarte más que ese tiempo va a darte una satisfacción porque si no, te enojás. Parte del chiste es ese. Son dos horas, ¡vamos arriba! De las películas malas también podés aprender cosas, cagarte de risa o salir enojado… También está bueno salir enojado. No es tan terrible.
Ser virgen es más difícil, además, porque las partes previas a la película forman parte del marketing de la película. Entonces, vos ya sabés cuánto salió, si la filmaron así o asá, si los actores son… Es como una cosa que te viene llenando el espacio y generando una expectativa que capaz que no está tan buena. Si vos sin saber nada de todo eso, vas y pagás los 195 pesos de la entrada –el cine sale carísimo en Uruguay- y la película es lo que es, quizás te gusta más.
¿Podrías encarar un proyecto de ficción para televisión?
Ojalá hubiera ficción en la tele…
La hay…
Bueno, ojalá la gente cobrara por hacerla y los canales pagaran la plata que sale hacer una ficción. Me pasó cuando estaba con Los Informantes que me preguntaban qué estaba haciendo. Y yo les contestaba que televisión y me decían que estaba haciendo televisión para ganar plata para hacer cine. En realidad, era al revés. Con la plata que hice en el cine pude bancarme dos años como para hacer televisión. Con Los Informantes éramos ocho y es irreproducible la poca plata que ganábamos. Además fuimos víctimas de cambios de horarios permanentes, de que nos bajaran el programa…
¿Te quemaste y no volvés?
No. Lo que pasa es que en aquel momento tenía también una parte terapéutica. Yo empecé a laburar en Los Informantes al mes siguiente de la muerte de Juan. Era un grupo de amigos con los que hablé y estuvo todo bien. No sabía muy bien qué hacer, terminé siendo uno más y estuvo buenísimo, la pasé bomba.
¿Cómo es Tres, tu próximo proyecto?
Es la historia de tres personajes que son el padre, la madre y la hija de una familia. Hace 10 años se separaron y el padre vive con otra familia. La historia es cómo este tipo trata de volver a su vieja familia y qué pasa con la mujer y la hija que están con sus historias al mismo tiempo.
Al guión la empecé con Juan y Gonzalo Delgado. Juan murió y quedó por ahí. Lo retomé solo en el 2008, lo terminé y lo mandamos a fondos para buscar apoyos. El casting principal está terminado, uno de los actores va a ser Humberto de Vargas, la actriz que hace de madre se llama Sara Bessio y la que hace de hija, Ana Clara Ferreira.
A Humberto lo agarran en una subida televisiva.
Justo se subió. El año pasado no tenía programa…