Entrevista de Joel Rosenberg y Miguel Ángel Dobrich con Laura Canoura en No toquen nada, de Océano FM.
Joel Rosenberg: Ayer cuando peloteábamos la presentación de esta entrevista con Miguel Ángel Dobrich, él me dijo: ¿Vos sabés que maneja el taladro? ¡Es como una Mac Gyver Mujer!”
Miguel Ángel Dobrich: Es que la definen así en el libro, es una MacGyver mujer. ¿Te gusta hacer las tareas a vos?
Laura Canoura: No es que me guste a mí, pero siento que es un desafío divertido. Tampoco soy Manitas, como es mi amiga Mariana, la que vive en Chile. Le decís “me encantaría tener una pérgola en casa” y va y la hace.
Joel Rosenberg: Pero si hay que poner un tendedero del lado de afuera con taladro y tornillo, vas vos.
Sí, me las ingenio. Trato de que la haga otro para no hacerlo simplemente, pero si lo tengo que hacer, lo sé hacer.
Te gusta cocinar, estudiaste arquitectura cuatro años, editás videos, sos mamá, cantante y MacGyver mujer. Bien, en el libro, que es un libro precioso, se cita el blog de Laura, y allí afirma ella: “La mejor manera de celebrar algo que pasó es pensar hacia adelante”. Y el libro es lo contrario, porque es recorrer la carrera y parte de tu vida. ¿Por qué te decidiste hacer el libro ahora?
Ah, no sé. No tengo una respuesta para eso. Como que algunas cosas salen y se pegotean en el transcurso del tiempo sin que yo me dé mucha cuenta. Cuando quise acordar tenía el álbum doble histórico en la calle, el libro, los ensayos con Rumbo. Era una cantidad de cosas este año que yo nunca las planifiqué así. En los hechos sucedió que Mauricio Martínez, que es el productor que trabaja conmigo hace muchos años, me venía insistiendo en que yo tenía que hacer un libro porque él había sido testigo del libro de Gustaf, que lo publicó la misma Editorial Medio & Medio, y como que a él le pareció que yo tenía material y podía estar buenísimo. Igual pensaba que lo tenía que escribir yo. Yo ni loca iba a escribir un libro sobre mí, soy la perfil más bajo del universo, no me interesaba hacerlo.
Miguel Ángel Dobrich: ¿Y cómo llegaste a que tu hermana fuera la cómplice, la mujer que llevara adelante las entrevistas?
Por inconscientes. En realidad, cuando Federico Lemos, que es el editor de Medio & Medio, me propuso formalmente hacer el libro me preguntó con quién quería hacerlo. Ya tenía experiencia con otros periodistas, qué sé yo. Y yo me puse a pensar en la gente que conocía, en la gente que no conocía. No sé si vos coincidirás en que es un ámbito en el que hay muy poco especialista, en la música uruguaya. Hay muy poca gente que sepa la historia… Y en realidad me puse a pensar que no me importaba mucho tampoco, que no era lo que yo quería mostrar. Y cuando me puse a pensar llegué a la conclusión de que Cristina era la persona adecuada, no tanto porque supiera de mí porque eso el periodista lo pregunta, sino porque después de haber leído el libro de ella Los invencibles, que es un libro precioso, me di cuenta que tenía mucho que ver con mi formación y con mi estética y con mi manera de escribir también las canciones. Cristina tiene una cosa muy seria y muy de investigadora pero tiene un costado humano-emocional que a mí me gusta mucho.
Joel Rosenberg: Le costó más de lo que ella pensaba, ¿no? En una entrevista con El País el domingo dijo: “Pensé que la remaba fácil –decía- y después perdí los remos en la mitad”.
Sí. Fue difícil porque además Cristina y yo tenemos caracteres muy fuertes las dos. Nos llevamos diez años, eso también pesa.
¿Se enojaron en algún momento al punto de decir “ya no te entrevisto más”?
No, no porque ella es una profesional, pero que lo pensó y lo sintió, sin duda. Pero no porque lo sucedía en el trabajo con el libro sino por lo que sucedía afuera, en la vida familiar y los encuentros y desencuentros que uno tiene con los hermanos en el transcurso de la vida. Pero por suerte lo terminamos, por varias cosas, pero fundamentalmente porque quedó un producto precioso del que estamos súper orgullosas las dos, y porque además nos sirvió como catarsis. Hoy Cristina y yo tenemos una relación totalmente distinta, mucho mejor, hemos madurado en la relación, sin duda.
Muchas veces uno le cuenta cosas a los amigos que no le cuenta los hermanos o tiene pasajes de su vida que no ha hablado mucho con sus propios hermanos.
Totalmente. Es como dice Cristina en las entrevistas: nosotros que nos vemos muy seguido, porque por lo menos nos vemos una vez a la semana en la casa de los viejos, es raro que en la comida familiar vos te hables de cosas muy íntimas que te pasaron. No sé, es muy raro eso, no lo hacés, si bien tenemos una relación súper cercana. Entonces con el libro como que hubo una cantidad de cosas que hablamos que de otra manera no las hubiéramos hablado.
En varios fragmentos del libro, se consulta a varias personalidades, muchas allegadas a la música, que dicen cosas muy interesantes a propósito de Laura Canoura. Muchos se refieren a las características de tu voz, que ha ido cambiando con el tiempo.
He mejorado técnicamente. Los años, dejar de fumar hace muchísimos años, y ocuparme un poco de mi voz, de la salud de mi voz, y también conocer músicos que te van arrimando hacia costados diferentes que vos no utilizabas. Yo me doy cuenta ahora con los ensayos de Rumbo, por ejemplo, que yo tenía una manera de cantar mucho más vehemente de lo que canto ahora. Ahora yo administro mucho más, cuido el caudal también, que yo sé que lo tengo pero que lo tengo que usar cuando hay que usarlo y no siempre.
Miguel Ángel Dobrich: ¿Y cuáles fueron los cambios precisos en la voz en el paso del tiempo? Vos en el libro enfatizás que se gana en expresividad, ¿pero en qué se pierde?
A veces se pierde un poco de capacidad de respiración, color. En mi caso me pasaron cosas muy buenas: dejar de fumar, que es súper bueno; haber trabajado muchos años con Estela Magnone, que tiene un registro muchísimo más agudo que el mío, me ayudó a estirar mi registro. Y disfrutar y aprender a disfrutar de los pianísimos, cosa que yo antes técnicamente no lo podía hacer porque la voz no me daba. Ahora ya hace muchos años que sí, y entonces puedo llegar a agudos más suaves y más sutiles.
El proyecto, ya que hablamos del paso del tiempo, puede ser entendido como una celebración de la carrera, el camino recorrido.
Sí.
Pero también es un modo de repensarse: “Estoy conforme, ¿hacia dónde voy?”. ¿Viviste algo así? ¿Repensaste la carrera a partir del libro?
Reafirma una cantidad de cosas que ya tengo y que me doy cuenta que las tenía y no sabía. Todo lo que uno aprende con el correr de los años a nivel profesional, a nivel de producción, a nivel artístico. Lo constato ahora en las entrevistas con Cristina contándole cosas y en los ensayos con Rumbo ni que hablar, porque me estoy encontrando con gente con la que hace 25 años que no hacía nada. También te ayuda, a mí en mi caso, me ayuda a pensarme hacia delante. Qué quiero, qué quiero para adelante, qué es lo que tengo ganas de hacer.
Perfecto, nada de melancolías.
Cero nostalgia.
Tenés 54 años y 32 de carrera, ¿no?
Sí.
¿Cómo te imaginás el futuro como cantante? ¿Hasta cuándo querés seguir? Yo recuerdo que BB King le había dicho a la Rolling Stone que él iba a seguir tocando como unos 30 años después de que se muriera.
Qué divino, yo quisiera lo mismo. Cantar es una cosa muy generosa y muy amable. O sea, lo que estresa, lo que enferma es todo lo que rodea a cantar. Entonces yo quisiera seguir cantando hasta que me muera con gente adelante o sin gente adelante, no me importa. Es muy gratificante, es recontra placentero cantar. Los que estén escuchando y canten en un coro o en su casa, saben de lo que yo estoy hablando. Es un ejercicio que trabaja lo emocional, que trabaja lo físico, que trabaja el cerebro, yo qué sé, una cantidad de cosas, la respiración. Y bueno, cuando a mí me vienen crisis existenciales agarro mi sector de la discoteca que tiene a los viejos, que me encantan, los Buena Vista Social Club, Aretha Franklin o Alberta Hunter, todo el viejerío que volvió de viejo a hacer cosas, y digo: “ta, es posible”. Si yo me muero con esas cosas, ¿por qué no voy a poder hacerlo?
Joel Rosenberg: En un fragmento del libro, en la página 72, decís: “Es cierto que en el país hay algunos que viven de otra manera. No me gusta tildarlos de divos o divas porque suena mal. Viven en una nube artística desde que se levantan hasta que se acuestan. Yo no”. ¿Por qué no? ¿Por qué razones no?
Por sanidad mental, sobre todo, por salud mental. Acá es fácil tomar esa opción. Si yo viviera en Argentina o viviera en Chile seguramente no podría tomar esa opción. Acá es fácil. Llega un momento en la carrera cuando vos cada vez estás más expuesto, más expuesto, vas muchas veces a la tele, muchas veces a la radio, tenés notas de prensa, en que te convertís en una persona popular, se te reconoce por la calle. Entonces ahí llega un momento en que tenés que decidir si vos vas a estar en esa nube artística el día entero o solamente cuando vos tengas una instancia artística. A mí jamás se me ocurriría en esta entrevista, con lo boca sucia que soy yo, como dice mi hermana, venir y ponerme a decir malas palabras acá. O sea, yo me cuido, acá estoy siendo súper natural pero soy una artista. Y en la calle, en mi vida, yo también soy así. Yo he salido de pijama a la puerta de mi casa porque mi hija se olvidaba de una cosa y correr media cuadra de pantuflas a alcanzarle la boletera. Lo he hecho y tengo la UTU enfrente y ellos pueden dar fe de eso que me ven.
Vos decís: “Yo preferiría que no me sucedieran la mitad de las cosas que vivo en la calle”. ¿Cuáles son aquellas que te violentan? Hacés acá una anécdota muy especial de una escena de sanatorio, pero más allá de esa en particular, ¿qué cosas en la calle decís “Pah, hubiera sido mejor no vivirlas”?
Sí, qué sé yo. Por ejemplo, dejé de ir a los clubes a hacer deporte porque me da muchísima vergüenza que estando en bolas en el vestuario cambiándome me vengan a preguntar por un disco o cuándo voy a cantar de vuelta con Jaime Ross. O sea, lo ponen a Jaime Ross en el vestuario viéndome en bolas así con mis rollitos. Ese tipo de cosas. O que estás en una tienda viendo unas telas y entonces la que atiende, me pasan las dos cosas: que se da cuenta quién sos y no te dice absolutamente nada hasta que te vas, te felicita, que es genial, o todo lo contrario, entrás y ya te dice “Laura”, no sé qué, y ahí yo ya me doy media vuelta y me voy porque me siento como incómoda, particularmente observada en lo que hago, lo que llevo, lo que compro, en lo que no compro, en lo que me pruebo.
¿Eso te ha hecho más huraña, ermitaña?
Soy súper ermitaña. Me encanta estar en mi casa, me cuesta mucho salir, disfruto mucho estar en mi casa. Pero no, porque desde ese episodio que cuenta ahí el libro con mi amiga en el sanatorio, que ella me increpó.
Claro, la que estaba sufriendo era tu amiga pero vos sufrías por ella, y te venían a hablar a vos …
Me di cuenta de que la gente no tiene la culpa de nada, que salvo excepciones muy contadas de gente que se desubica, en general la gente se acerca con mucho cariño, respeto. Entonces yo hago “click”, me coloco en la situación y soy gentil, soy amable. Es un minuto de tu vida que seguramente le dejás un resabio agradable por el resto del día. A mí me pasaría si me encontrara con alguien que me gusta, que admiro.
Sí, la necesidad de que te dé un poquitito de corte, un ratito nada más. Lo que pasa que, claro, a veces no coincide con el estado de ánimo en que uno está, o el lugar o la forma, y vos decís que como artista tenés la obligación de hacer ese “click”.
O el lugar de exposición. Mirá, yo hace años iba a una ginecóloga que la sala de espera era un cuadrado con los bancos puestos contra las paredes, quiere decir que vos estabas en ronda. Entonces era horrible, porque donde una se animaba a preguntarte algo, se convertía en una entrevista de siete u ocho mujeres preguntándote. Esas son situaciones incómodas, molestas.
Miguel Ángel Dobrich: Fue o es difícil trabajar en el ámbito bastante masculino, como mujer. La música uruguaya ha estado saturada de caballeros. ¿Sigue siendo difícil o fue en algún momento difícil?
Ahora somos miles de mujeres, ¿viste? Por suerte somos una cantidad enorme de mujeres en distintos rubros y distintos géneros. Eso es genial, a mí me tiene súper contenta eso. En realidad yo nunca me di cuenta. Mirándolo a la retrospectiva, ahora por ejemplo en los ensayos con Rumbo recuerdo cosas, llegó la hora de armar la sala de ensayo y yo no moví un pelo. En la época de Rumbo yo cargaba las tumbadoras y cargaba todo. Porque sentía que yo era una sexta parte de ese grupo humano. Hay circunstancias, no hacia la interna de la música, hacia la interna de la música está todo bárbaro, ya viste lo que dice Cabrera, los colegas son los más pro de todo, los que más te impulsan, los que más me ayudaron en la carrera, los que más me elogiaron y me impulsaron para que compusiera, para que cantara, pero en el entorno, en el alrededor, que tiene que ver con los empresarios, con los bolicheros, ahí es diferente. Ahí a veces hay que endurecerse un poco para hacer valer lo que vos sos.
Con Las tres me imagino que capaz que sufrieron eso, ¿no?
Sí, un poco sí. Igual era bárbaro porque como éramos tres nos repartíamos la pena y el dolor y el sufrimiento, pero sí, fue bravo.
¿Vos creés, Laura, que contribuiste a abrir un camino para las mujeres en la música localmente?
Ni idea. Ojalá fuera así. Yo tengo amigas dentro de la música con las que hablo y que increíble me llaman o me escriben para pedirme consejos de alguna cosa, o yo se los doy sin que me lo pidan. Sobre todo en lo que tiene que ver con el devenir, más que con lo expresivo, lo técnico, lo que sea, “no hagas tal cosa”, “no seas contradictoria, si vas a hacer tal cosa no hagas tal otra”. Yo qué sé, esas cosas que uno habla con los amigos. No lo sé, me parece que el hecho de estar en un género tan masculino como vos decís, sobre todo con Las tres, mostramos un camino que era posible, que había una estética femenina que gustaba a la gente, que le gustaba, y que era viable y que era posible y que había un gusto y una necesidad del público para eso. Capaz que sí.
En la tapa de “¿Quién es esa mujer?” está Laura, preciosa, contra un Fusca verde metalizado que tiene en el guardabarros hormigas que van subiendo, que es el mismo auto con el que vino a la radio hoy. ¿Por qué el Fusca con las hormigas?
Porque me gusta.
¿Hace cuánto lo tenés el Fusca con las hormigas?
Hace casi tres años que tengo el Fusca. De entre todos los Fuscas posibles para comprarme que miré por Internet y por Mercado Libre, me enamoré de este por el color naturalmente. Mi mecánico me dice que estaba loca, yo le dije: “después vos te arreglarás de que esté bien”. Lo vivo arreglando, todas las semanas alguna cosa se rompe. Y las hormiguitas porque un día fui a la Feria del Libro y grabados, y hay una de las artesanas que hace cosas en ploteo, así, preciosas, y vi las hormigas y dije: “¿Y esto? ¿Bancan el aire libre?” “Por supuesto”, me dijo. “Están pensadas para eso también”. Y las compré y mi sobrina María, que es una especialista artesana, me las pegó.
Hay dos cosas que me impresionan de tu selección de artistas y escritores, tanto de cantantes como escritores. Apuntando a la biblioteca, a los escritores, una cosa que nos cuesta a casi todos los que tenemos una biblioteca es guardar lo que merece ser guardado. Uno se aferra a cosas que capaz que no leyó, jamás va a leer pero se aferra, o que leyó y no le gustó nada pero igual quiere tener ahí. Vos has podido tener esa selección.
Sí, cero sentido de pertenencia con esas cosas. Guardo los libros que sé que son invaluables y que de alguna manera, no sé si los voy a releer o me va a gustar prestar, y por lo tanto me gusta que vayan y vengan. Yo leo mucha cosa lectura de verano, policiales, esas cosas que uno lee relax, no necesito guardarlas para nada.
Lo otro que está en el libro es, lo voy a citar textual: “Me generan conflicto los autores que tienen una ideología diferente a la mía”. ¿Cómo has manejado eso con el tiempo?
Lo he superado mucho gracias al cine y a la música porque ahí sí trato de no pensar. Si cada vez que voy a ver a Clint Eastwood, que lo amo, lo adoro y lo admiro, recuerdo a Harry El Sucio, no lo veo. En la época de la dictadura era el ejemplo del fascismo. Trato de superarlo y quedarme con la literatura. Igual por suerte, por ejemplo, Vargas Llosa lo leí en mi juventud cuando no me importaba eso.
Pero hoy te importaría si vas a leer un libro.
Un poquito.
Así que te resulta conflictivo con la literatura pero no con otras manifestaciones artísticas.
No, trato que no.
¿Por qué?
Me pasa un poco. Igual termino leyéndolo.
Policiales, decías, te gustan mucho.
Me encantan, me dispersan absolutamente. Lo necesito, necesito ese tipo de literatura.
Joel Rosenberg: Laura, yo elegí un tema para el final, de capricho de conductor, que es lo que uno puede hacer cuando tiene un programa: decir pavadas cuatro horas y tener caprichos de poner los temas que uno quiere. En general elige Dobrich, además. Pero te pregunto a propósito de Nunca fui de la voz A de este disco.
Ya te va a tocar.
Sí, por eso. Porque estábamos hablando en la pausa, que una clara referencia a la Laura madre aquí, a cosas que has vivido y has querido transmitir. ¿Cómo lo vivís hoy? ¿Cuántos años tiene?
24. Es una mujer ahora. Hoy le contaba a Dobrich que sigue conviviendo conmigo por circunstancias, todavía no tiene posibilidades concretas de independizarse, pero pasamos del amor al odio cada diez minutos más o menos.
Pero compartiste mucho con ella en cada instancia, nos contabas fuera de micrófono. La escuela, los años…
Sí, claro. Vivimos juntas y yo tuve el privilegio de ser una madre súper presente porque mi actividad me lo permitía. Me hacía laburar de noche cuando ella estaba durmiendo o se quedaba en casa de los abuelos o alguien se quedaba a cuidarla en casa, y durante el día yo la podía llevar a la escuela casi todos los días, almorcé casi toda su vida con ella hasta el día de hoy. Era muy tortuoso en una época que ella trabajaba en Zonamérica que entraba como a las cuatro de la mañana, entonces era más difícil, pero no. Las dos estamos muy presentes una de la otra.
Imagino que con los conflictos que vos contás, habituales…
Pero normales. O sea, son conflictos absolutamente normales pero no puedo dejar de reconocer que tengo una hija espectacular.