¿De dónde viene y a dónde va el movimiento de los indignados?

Los movimientos de indignados surgen de la descompensación entre el poder de la globalización y la poca fuerza de las leyes y políticas locales, según opina el filósofo y sociólogo Zigmunt Bauman, creador del concepto de “modernidad líquida”. Estos movimientos son emocionales y “especialmente ineptos para construir nada”, aunque sí puede esperarse que allanen el terreno para la construcción, más tarde, de otra clase de organización, dijo a El País de Madrid.

Actualizado: 17 de octubre de 2011 —  Por: Redacción 180

¿De dónde viene y a dónde va el movimiento de los indignados?

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Zigmunt Bauman, el filósofo y sociólogo polaco famoso por su concepto de la “modernidad líquida” y premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010, fue entrevistado por El País de Madrid el sábado 15 acerca de su visión sobre el movimiento de indignados que alcanzó una escala global en los últimos días.

Bauman piensa que el origen de todos los graves problemas de la crisis actual tiene su principal causa en que las fuerzas económicas son globales, y los poderes políticos son nacionales. “Esta descompensación que arrasa las leyes y referencias locales convierte la creciente globalización en una fuerza nefasta. De ahí, efectivamente, que los políticos aparezcan como marionetas o como incompetentes, cuando no corruptos”. Entonces, para el filósofo, el movimiento del 15-M trataría de suplir la falta de globalización de la política, meditante la oposición popular.

El efecto que puede esperarse de estemovimiento es “allanar el terreno para la construcción, más tarde, de otra clase de organización”, según Bauman. ¿Por qué? Porque, al ser un movimiento “emocional” –como lo califica él–, es, como toda emoción, apta para destruir pero “especialmente inepta para construir nada”. “Las gentes de cualquier clase y condición se reúnen y gritan los mismo eslóganes. Todos están de acuerdo en lo que rechazan, pero se recibirían 100 respuestas diferentes si se les interroga por lo que desean”, opinó.

Ante la pregunta de si se necesitaría un “líder acalorado” o “varios líderes temperamentales” para que el movimiento fuera realmente constructivo, Bauman dice que “el movimiento no lo aceptaría, puesto que tanto su potencia como su gozo es la horizontalidad, sentirse juntos e iguales, lo que, en importante medida, les niega el superindividualismo actual”.

El estrés es uno de los factores clave de estos comportamientos, según el filósofo. “Las gentes se sienten solas y amenazadas por la pérdida del empleo, la disminución del sueldo, la dificultad de adaptación al riesgo. El estrés es corriente entre los parados pero también en los empleados, acosados por los cierres y despidos, las prejubilaciones o los salarios cada vez más bajos.”

“Transición”, en vez de “cambio”, es la palabra que prefiere usar para definir lo que estos movimientos van a dejar. “Antes, hacía falta mucho tiempo para preparar unas protestas masivas como las del 15-M, pero hoy las redes sociales permiten enormes concentraciones en muy poco tiempo”. Pero volvemos a lo mismo: de igual manera que se concentran y actúan con velocidad, muy poco después se detienen.

Puede decirse, declara el profesor, que “nos hallamos en una fase especialmente interesante, como en un laboratorio de acción social nuevo”. “En algunos lugares, no en todos, el movimiento ha logrado conquistas importantes pero no es extensible a todos los países”. Lo líquido sigue siendo válido para la previsión del porvenir. La modernidad líquida se expresa, obviamente, en su falta de solidez y de fijeza. Nada se halla lo suficientemente determinado. Ni las ideas, ni los amores, ni los empleos, ni el 15-M. Por eso teme que tal arrebato acabe también, finalmente, “en nada”. No es seguro, pero siendo líquido, ¿cómo no pensar en la evaporación?