Se puede decir sin temor a equivocarse que el fixture no fue benevolente con Nacional. En las primeras cinco fechas debía enfrentar a tres rivales directos: Defensor, River y Danubio. A los tres les ganó. Y no solo eso. A los tres los dominó en todos los rubros y los goleó.
Tal vez la mayor sorpresa haya sido el 3 a 0 ante Danubio. Irreconocible, el campeón Uruguayo desapareció en medio de la niebla, sin dejar siquiera rastros del equipo protagonista en los últimos tiempos. Frágil, inconsistente, apático.
Nacional fue todo lo opuesto. Un cuadro en combustión, crecido, capaz de relegar a un papel testimonial a la descafeinada versión que ofreció Danubio. Hace una semana todos se preguntaban si Santiago Romero podría ocupar la plaza de lateral derecho y cómo sobrellevaría Diego Polenta la carga de ingresar sin margen de error en el equipo. A los dos les alcanzó con 180 minutos para responder. En el medio luce sólido Arismendi, que no solo quita sino que ahora también convierte, protegido por un señorial Gonzalo Porras. Arriba Alonso, que está hecho un demonio, se encarga del resto.
A Álvaro Gutiérrez se lo ve sereno, cauto. Pone un equipo con ambición y actitud y luego espera que suceda en la cancha lo que planifica en lo previo, mostrándose contrario a dar volantazos sobre la marcha en busca de un milagro. Volvió a dar una prueba de ello en el partido de este domingo. Salió Nacional a jugar con el esquema de 4-2-3-1. El viento, la lluvia y la niebla, tornaban impredecible el desarrollo, sin embargo el Tricolor marcó las reglas desde el inicio. Se plantó en campo rival y se adueñó de la pelota. Todo un manifiesto de intenciones ante un Danubio que se replegó y buscó defender.
El ímpetu para marcar al rival y la progresión en bloque a la hora de atacar, hicieron que la pelota estuviera casi siempre en poder de un Nacional que rodeaba con sus jugadores el sitio donde estaba la pelota. Nacho González tuvo una buena situación en el comienzo pero luego al Tricolor le costó llegar.
Cuando un equipo juega sin la pelota, como lo planificó Danubio, es clave que aproveche los errores del adversario pero los de Ramos no fueron capaces tampoco de eso. Casi nunca pudieron salir en velocidad y las pocas veces que lo hicieron definieron mal.
Luego de la enésima falta cometida por la visita, Porrás mandó un centro preciso y Alonso anotó de cabeza a los 31.
El gol abrió el partido. Danubio intentó adelantarse en el campo aunque fue incapaz de superar a Arismendi y Porras en el medio o lastimar por los extremos. Esa situación de juego generó espacios para que el insaciable Alonso se recostara hacia los laterales y los volantes ofensivos pisaran el área.
Así llegó el segundo gol. Alonso recibió por izquierda y mandó un centro que se desvió en Matías De Los Santos para convertirse en el 2 a 0.
En el comienzo del segundo tiempo Danubio emparejó el partido pero aún dentro de un juego más equilibrado, el campeón Uruguayo jamás se mostró peligroso. Fue Ignacio González el único que inquietó con sus tiros a Gustavo Munúa.
Por las bandas y por el centro lo intentó Danubio. Siempre mandó Nacional. Romero y Alfonso Espino cerraron los laterales y tanto Polenta como Rafael García impidieron que alguien se filtrara por el sector central de la defensa.
El partido se volvió una agonía para Danubio, sin variantes y con la mayoría de sus jugadores fuera de foco.
Mientras Alonso hacía de maestro de ceremonias adelante, aportando en todos los rubros, Arismendi demostró que no fue casualidad el golazo que le hizo a River una semana antes. Agarró la pelota, avanzó y la puso desde afuera del área contra el palo izquierdo.
Pasado el envión inicial Nacional perdió ante El Tanque y luego se recuperó con un buen triunfo frente a River. En la quinta fecha tenía en lo previo un rival de cuidado al que redujo casi a la nada, al que pasó por arriba. Durante todo el partido, en todos los sectores del campo, en todas las facetas del juego, la diferencia fue abismal.
