“Embarazadísima”

Karina Suárez y Eduardo Castro son la primera pareja que accedió a la reproducción asistida de alta complejidad financiada por el Estado. En dos años, pasaron del mundo “comercial” de las clínicas, las lágrimas y el desgaste en la pareja a la felicidad de esperar a su hijo Valentino.

Actualizado: 28 de octubre de 2015 —  Por: Emiliano Zecca

“Embarazadísima”

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Karina y Eduardo son de Las Piedras, Canelones. En 2013, esta pareja decidió tener un hijo. Ella tenía 36 años y él 38. Se hicieron estudios en su mutualista de Canelones y el 22 de noviembre de ese año a Karina le diagnostican que tenía las trompas obstruidas.

Primero le desobstruyeron las trompas y luego le dijeron que solo iba a poder quedar embarazada con un tratamiento de reproducción asistida. En ese momento ya estaba aprobada la ley 19.167 de reproducción asistida, pero no estaba reglamentada.

Para junio de 2014 ya habían hecho dos intentos de baja complejidad y no lo consiguieron. Las trompas de Karina estaban obstruidas de nuevo, señal que el único camino posible era un tratamiento de alta complejidad.

“Nos dieron todo el costo del procedimiento, más el de la medicación. Todo rondaba los 12.000 dólares. Nosotros, si bien lo pensamos y estuvimos sacando cuentas, era totalmente inalcanzable”, contó Karina.

Eduardo dijo que el proceso fue “desgastante” y que se puso a “prueba la fortaleza de la pareja”. “Cuando supimos que no podíamos pagar esa plata, de mí parte, hubo un momento de contención con ella, muchas lágrimas cayeron. Cuando vos vas a la clínica –nosotros fuimos a tres– es todo comercial, en la sala de espera hay fotos de niños, te venden caras de niños, te generan ese estímulo y es un tema muy delicado”, recordó.  

Karina contó que conoce parejas que no soportaron el proceso y se separaron. “Estás buscando lo mismo, pero no tenés los mismos tiempos ni ansiedades. Yo lloraba y él me secaba las lágrimas y me decía que no llore. Empecé a llorar sola, hasta que en un momento dije: no, ¿por qué no puedo llorar? Él entendió y las últimas veces no me secaba las lágrimas, me abrazaba”, dijo.  

La primera

Los tratamientos de reproducción asistida de alta complejidad se reglamentaron el 27 de febrero de 2015. Fue uno de los últimos decretos del gobierno de José Mujica.

Karina y Eduardo corrían con una ventaja: sabían que su camino era la alta complejidad.

El camino se inicia en la institución del usuario y es el prestador de salud quien hace la solicitud al Fondo Nacional de Recursos (FNR). “El formulario debe ser completado y firmado por el médico tratante (de preferencia ginecotocólogo especializado en Reproducción) de la Institución de Asistencia de la paciente, que será enviado a la Clínica de Fertilidad”, explica el FNR.

Cuando la pareja se enteró del decreto, apresurados por sus propios tiempos –ya tenían 38 y 40 años– sacaron número para que los deriven con el especialista. Fueron los primeros. “El día que voy a ver el ginecólogo, le presento el caso y me dice: hoy contratamos al especialista, ya te doy el pase. Las muchachas que te dan los números no sabían de qué estaba hablando cuando fui”, recordó Karina.  

Hubo que hacer nuevos estudios porque la vigencia de los exámenes de laboratorio no debe exceder los seis meses al momento de la solicitud de cobertura por parte del FNR. Esta es una exigencia del Fondo.

Además, tuvieron que llenar varios formularios. Karina tenía entre sus favoritos web el sitio del FNR. Llegaba al trabajo y era la primera página que abría. Así se fue enterando de las novedades, de cada formulario que se publicaba, y los iba completando. 

Al mes volvieron al consultorio con todos los exámenes y los formularios para elegir clínica y especialista. Ellos optaron por el mismo de la institución, pero podían elegir otro.

La solicitud debe ser avalada por la dirección de la institución y luego se envía a la clínica. En Montevideo hay tres y una está en Salto, al norte del país.

El médico les explicó que no todas trabajan igual. Algunas le dan medicación a la mujer para que ovule en cierta época y otras trabajan con su ciclo. Karina eligió una de las últimas.

Hasta que se hace la solicitud en la clínica, todo el procedimiento se realiza en el prestador de salud.  

Las clínicas no tienen un plazo para responder. A Karina le dijeron que en 48 horas le avisaban. Tal vez por ser el primero, hubo demoras y ella lo resolvió por su cuenta. Se enteró que su caso estaba aprobado, fue a buscar el formulario y lo llevó al FNR.

El 26 de mayo ingresó con su carpeta en el tercer piso del FNR. “Entro con la carpetita, me atiende una muchacha y grita: ¡Vengan, vengan, es la primera! Yo estaba violeta. Pero lo bueno fue que ellos tampoco sabían y se juntaron tres o cuatro. Faltaba una bobada: un mail. Pero el FNR sin un mail no aceptan el formulario porque solo se comunican con la persona por mail. Ahí vino la encargada y me dijo: te felicito, que bueno. Yo le pregunté cómo seguía y ella me dijo de nuevo: sos la primera”, contó.

La nueva barrera: el pago al contado

El paso final antes de comenzar con el tratamiento es la declaración de ingresos en la Dirección General Impositiva (DGI). Para eso hay que descargar un formulario y acreditarlo en las oficinas del organismo.

La barrera económica era una gran dificultad para muchos antes de la reglamentación. Hoy la situación mejoró, pero algunos problemas se mantienen.  

El FNR estableció cinco franjas de acuerdo a los ingresos y la pareja paga un porcentaje del tratamiento de acuerdo al lugar que le toca. Se toma en cuenta el número de intentos y el ingreso per cápita de ambos, en el año anterior al que realizan la solicitud.

El 18 de junio les llegó un mail del FNR en el que les pedían depositar la plata en una cuenta del BROU. El costo total del tratamiento es de 162.200 pesos (6.300 dólares). Karina y Eduardo quedaron en el tercer tramo. Pagaron la mitad, cerca de 3.500 dólares.

Ellos no tenían el dinero al contado y tuvieron que pedir un préstamo en el trabajo de Karina. “Nosotros tuvimos la suerte de que a ella le brindaron ese dinero y hoy estamos pagando el préstamo, pero mucha gente no tiene esa posibilidad. No es fácil sacar 80.000 pesos de la noche a la mañana, acá en Uruguay los sueldos no son tan buenos para todos y no te ofrecen posibilidad de financiar el pago”, dijo Eduardo.

Luego de pagar el procedimiento, Karina retiró la medicación en el FNR. Esto se hace cada dos días y los medicamentos se toman por 15 días. Luego se inicia el tratamiento.

“Embarazadísima”

La edad es otra limitante importante porque las posibilidades de éxito son menores, pero están. En la reglamentación se dio un periodo ventana. “Los procedimientos se realizarán hasta que la mujer cumpla 40, pero en los primeros dos años se contemplará a mujeres hasta los 60 años”, dice el decreto.

“El primer procedimiento es en block quirúrgico y con anestesia. En nuestro caso fue complicado el procedimiento y esto es por la edad. No por nada te hablan de la edad. A nosotros nos llamaron los embriólogos y nos dijeron que había cuatro óvulos maduros y solo fecundaron dos. Las posibilidades eran menores. Generalmente, quedan siete maduros y de esos, cuatro fecundan. El día ese fue un luto para mí, pero al otro día me dijeron que estaban bien y que el domingo era la transferencia”, contó Karina.

Con esos dos embriones se realizó el procedimiento para ver si prendían. Las posibilidades eran pocas.

“Esto también se hizo en block quirúrgico. La embrióloga vino y me mostró los embriones. Yo vi que eran espantosos, porque en todo este proceso aprendí muchísimo, no tenían buena forma y no eran pares. Cuando me estaban poniendo los embriones, que debía ser un momento hermoso, podían ser mis hijos, yo quería irme. No quería saber más nada, se me caían las lágrimas y decía: yo no paso por esto de nuevo”, recordó Karina.   

El 31 de julio se hicieron el análisis para ver si estaba embarazada. Se vinieron los dos juntos desde Las Piedras. Karina ya había abandonado la medicación que tenía que tomar. Estaba resignada.

Se hizo el análisis temprano y se volvieron a Las Piedras. La noticia les llegó en el ómnibus, en el 175 a las 11 de la mañana.

“Llovía, un día horrible y nosotros sentaditos en el ómnibus. Me suena el teléfono y era la secretaria del médico. Me preguntó si estaba sentada y me pasó con el doctor, que me preguntó si estaba tomando la medicación. Le dije que no, que por un día no iba a seguir tomando. Él, muy chistoso, me dice: vas a tener que seguir tomándola. Yo, en esa negación que tenía, pensé: ¿hasta cuando voy a tener que seguir metiéndome cosas para adentro? No quiero saber de nada. El médico se dio cuenta que no había entendido y me dijo: estás embarazadísima. Eduardo escuchó y nos pusimos a llorar abrazados en el medio del ómnibus”, contó.