En 1930 el historiador y periodista Raúl Barbero tenía 12 años e iba a la escuela Perú, en 18 de julio y Requena. “Como los primeros días de clase los alumnos estábamos bravos, las maestras nos sacaban de la clase. Íbamos caminando a ver las obras en el Estadio y era una cosa desesperante. Ver aquel enorme pozo donde parecía que nunca iba a poder germinar nada y que se estuvieran hablando de un estadio que se iba a inaugurar tres o cuatro meses después”, contó.
Barbero recordó que el arquitecto Juan Scasso, quien estuvo a cargo de las obras, “cada vez que tenía que comunicarse con sus asistentes levantaba una banderita colorada y los asistentes caminaban desde donde estaban para ver por qué los llamaba. Imagínese en este momento un tipo con una bandera dirigiendo una construcción, es para una historieta cómica”.
A medida que se acercaba el Mundial, Barbero y sus amigos jugaban al fútbol en la calle citando los nombres de los campeones olímpicos que “debían la vuelta acá porque tanto en Colombes como en Ámsterdam no los habíamos visto”.
Por fin llegó el 13 de julio de 1930, día que se jugó el primer partido de la historia de los mundiales entre Francia y México. “Fue en la vieja cancha de Peñarol, en los Pocitos. Francia ganó 4 a 1 y tuve la suerte de ver el primer gol de los mundiales que marcó Lucien Laurent a los 19 minutos”, indicó.
Barbero recordó que estaba en el palco oficial y que ese día “era víspera de fiesta porque acá el 14 era feriado por la revolución francesa”. “La cancha estaba llena porque además Francia tenía una fuerte simpatía popular. Fuimos en todo el siglo XIX francófilos, la educación nuestra se basó en libros franceses y todo lo que olía a Francia era para nosotros muy seductor. Incluso mucha gente gritó los goles”, agregó.
Cinco días más tarde, estuvo en la inauguración del Estadio Centenario. Fue en el 1 a 0 de Uruguay sobre Perú. “Ganamos pero la pasamos fatal por un puntero que se llamaba Lavalle. Un negrito que era un diablo y enloqueció a todos”, manifestó.
El 30 de julio, cuando se jugó la final del mundo entre Uruguay y Argentina, Barbero volvió a estar en el Estadio. “Teníamos una nerviosidad que no se calmaba con nada. Lo vi desde el segundo sector de la Olímpica con mi familia y con la de mi gran amigo co vocacional del periodismo, Hugo Alfaro”, dijo y agregó: “que fueran las mujeres al fútbol en ese tiempo era un poco insólito pero mis dos hermanas, señoritas ya, quisieron ir con mi padre y fuimos las dos familias enteras”.
El 4 a 2 a favor de Uruguay desató los festejos en todo el país. Barbero no estuvo ajeno a ellos. Pero eran otros tiempos. Y a la hora de celebrar también se nota. “Salimos con Alfaro a festejar hasta determinada hora porque éramos dos muchachos jóvenes y los padres nuestros no creían conveniente que nos quedáramos hasta la madrugada gritando Uruguay. Así que alrededor de las 12 y 30 volvimos a nuestras cosas”, señaló. Al otro día “no hubo escuela, liceos, fábricas ni nada porque la gente lo único que hacía era festejar semejante conquista”.