El primer ministro en funciones, el democristiano flamenco Yves Leterme, tomará el relevo de su colega español, José Luis Rodríguez Zapatero, como presidente de turno del bloque, heredando la ardua tarea de coordinar a los 27 en su intento de superar su peor crisis económica y presupuestaria en 50 años.
Pero el reto le puede quedar grande a un ejecutivo cuyas competencias nacionales se limitan a gestionar los asuntos corrientes del reino, a la espera de que, tras las elecciones legislativas del 13 de junio, las tratativas entre los partidos flamencos y valones francófonos alumbren un gobierno de coalición, que no es esperado antes de octubre.
"Estaremos al servicio de las instituciones europeas", insistió el jefe de gobierno, recordando que el tradicional papel de liderazgo de la presidencia rotativa de la UE se ha visto rebajado a una ocupación más bien coordinadora tras la creación este año de la figura del presidente permanente, asumida precisamente por el predecesor de Leterme en el cargo, Herman Van Rompuy.
El programa de la presidencia belga no persigue por tanto acometer grandes proyectos ambiciosos, aunque destaca la idea de hacer avanzar la formación de un gobierno económico europeo, que coordine las políticas nacionales con el fin de evitar nuevas crisis como la actual.
Al margen de la agenda, uno de los objetivos de los belgas será cumplir su promesa de que la crisis política que ha fragmentado el país y puesto en entredicho el futuro de su unidad no tenga como víctima colateral la UE.
En las últimas elecciones legislativas, en las que flamencos y francófonos votan por separado la composición del parlamento federal, los independentistas obtuvieron en Flandes (norte) una victoria sin precedentes, reafirmando los temores a una escisión con la otra gran región del reino, Valonia (sur).
Bart de Wever, líder del partido independentista flamenco vencedor, la Nueva Alianza Flamenca (N-VA), que preconiza la "evaporación" a medio plazo de Bélgica, aseguró entonces que la "presidencia belga de la UE no se verá en nada afectada por el periodo de transición" actual.
El N-VA participa en estos momentos en las complicadas negociaciones para formar un gobierno de coalición federal compuesto por los principales partidos regionales flamencos y francófonos.
Ante los temores de que la crisis salpique la UE, cuyas instituciones se encuentran además en Bruselas, la capital belga, los responsables europeos han mostrado su confianza en el gobierno en funciones.
"Estamos convencidos de que Bélgica puede hacer frente a este desafío y tener una presidencia eficaz y ambiciosa", declaró recientemente una portavoz de la Comisión Europea.
Otros, en cambio, no han escondido su escepticismo: la inestabilidad en Bélgica "no es una buena señal en momentos en que debemos gestionar la crisis financiera, las dificultades presupuestarias o la lucha contra el cambio climático", resumió el eurodiputado socialista alemán Jo Leinen.