Fernando de Valenzuela

Uruguay gana

Muy pocas veces a lo largo de mi carrera periodística me ha tocado escribir comentarios sobre fútbol. Cuando me tocó, lo hice lo mejor que pude, casi siempre a contragusto, por lo general recurriendo a la ayuda de colegas que sabían mucho más que yo del asunto. Esta vez, no. Esta vez lo hago por iniciativa propia. Y es que la cosa no es para menos.

Actualizado: 05 de julio de 2010 —  Por: Fernando de Valenzuela

A estas horas nadie sabe cómo va a terminar el mundial de Sudáfrica, un mundial lleno de sorpresas, empezando porque nadie sabe adónde va a ir a parar la pelota y terminando por las derrotas de Brasil, Argentina, Inglaterra o Italia.

Habiendo abandonado momentáneamente Buenos Aires para pasar unos días con mi familia y mis amigos en España, decidí ver el partido entre Uruguay y Ghana en un bar muy próximo a la Gran Vía, en pleno centro de Madrid. El local estaba lleno de gente, pero tuve la suerte de conseguir la última silla vacía y de que me sirvieran un par de cervezas: la primera para apurar el mal trago del gol de Ghana en los últimos segundos del primer tiempo, la segunda para festejar el fantástico gol de Forlán, hasta ahora el mejor del campeonato.

Entre penas y alegrías, intentaba imaginar cómo estarían viviendo el partido mis colegas de 180 y otros muchos amigos uruguayos. De repente me vino a la cabeza el texto de una de las mejores canciones de uno de los mejores compositores del mundo, Osiris Rodríguez Castillos, con quien tuve hace años la enorme satisfacción de charlar de todo un poco, largo y tendido.

“Con Venancio Benavídez y Perico el bailarín, saldremos a chuza y bola a gatas suene el clarín”, cantaba don Osiris, y de repente tuve la certeza de que el partido estaba ganado. La gente, a mi alrededor, parecía haber pensado lo mismo. Todos ellos, casi todos madrileños y un par de turistas japonesas, daban la impresión de haberse convertido en hinchas fanáticos de Peñarol o del Cerro, alrededor de cuyo estadio mi admirado Leopoldo Nóvoa, uruguayo y gallego como pocos, ha construido uno de los mejores murales del mundo. Todos éramos charrúas.

Ni siquiera el penal del último segundo del partido consiguió desanimarnos. Y cuando la pelota, la extraña pelota, pegó en el palo y salió volando, ya no digamos.

Llegó la prórroga, pasaron treinta minutos vacíos, y antes de que el arquero oriental hiciera de proeza de parar dos penales de cuatro, alguien entre la concurrencia exclamó entre risas: “El resultado está claro: Uruguay, gana”.

Volví a acordarme de don Osiris y su Cielo de los tupamaros: “Dicen que los chapetones ya nos cuentan rredotaos, es que no han caido en que somos pocos pero bien montaos”. En algo tenía que equivocarse don Osiris. Al menos esta vez, los chapetones no los contaban derrotados. Esta vez no: “Uruguay gana”, dijo uno de ellos. Y así fue.



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