La nota, realizada por el periodista Pablo Clavo, contienen los relatos de tres testigos que declararon este domingo en juicios abiertos en todo el país por violaciones a los derechos humanos durante una dictadura entre 1976 y 1983. Clarín estuvo en distintas audiencias realizadas en el subsuelo de los tribunales de Retiro.
Según los últimos informes de la Procuración General de la Nación y el Centro de Estudios Legales y Sociales, hay 656 sujetos procesados, 1.464 acusados y 114 condenados por casos relacionados con la dictadura.
Andrés Castillo estuvo detenido entre el 19 de marzo de 1977 y marzo de 1979. Era militante del movimiento Montoneros en 1972.
Castillo estuvo detenido en la Escuela de Mecánica de la Armada, donde lo golpearon, lo interrogaron y le pusieron una sombra. Juan Carlos Rolón, un marino que “se hacía el simpático”, lo llevaba a la cancha, le daba revistas, lo dejaba usar el teléfono y hasta le regaló un pan dulce casero una Navidad. Rolón estaba presente en la audiencia. “Era un juego perverso, buscaban quebrarte, que delataras a tus compañeros. El Tigre Acosta me decía: Yo hablo con Jesusito y, si él me dice, te damos Pentonaval y te vas para arriba. Después venía otro y te convidaba pizza. Y al rato te fajaban, te daban una paliza. Era para meterte en la cabeza que ellos eran los amos de tu vida”, declaró Castillo, quien aseguró a Clarín haber visto también objetos personales de Rodolfo Walsh, entre ellos, una carta astral.
Otro de los testigos fue Adolfo Pérez Esquivel, quien hace 30 años ganó el Premio Nobel de la Paz. Estuvo “a disposición del Poder Ejecutivo Nacional”, entre abril de 1977 y junio de 1978. “Me detuvieron cuando iba a renovar el pasaporte, en el Departamento Central de Policía. De ahí me llevaron al ‘tubo’, un calabozo pequeño de la superintendencia de Seguridad Federal. Había una pared con una cruz esvástica pintada con los rodillos que se usan para tomar huellas digitales”, declaró en junio pasado en el juzgado penal 9 de La Plata.
Pérez Esquivel dijo que sus captores lo llevaron al aeródromo de San Justo. “Me esposaron y me ataron al asiento de un avión, que carreteó y voló hacia el Río de la Plata. Yo ya sabía que arrojaban prisioneros, por eso les pregunté: ¿qué va a pasar conmigo? Nadie me respondió. Hubo una contraorden y no me tiraron: fui llevado a la Base Aérea de El Palomar. Horas después me dicen que me iban a llevar a la unidad 9 de La Plata”, relató.
Consultado por Clarín, Pérez Esquivel reconoció que “siempre es complicado revivir lo que pasó y más teniendo a esos tipos enfrente. Lo que me llamó la atención en el juicio fue verles las caras a esos señores de la vida y la muerte tan viejos e inexpresivos. Parecía un geriátrico de represores”, señaló.
Una nota de EL País de Madrid señala que cerca de 9.500 casos de desapariciones siguen todavía abiertos en el Instituto Argentino de Antropología Forense (EAAF). No ha sido posible encontrar cadáveres o restos de personas secuestradas, asesinadas y desaparecidas durante la dictadura cívico-militar. En los últimos años fueron exhumados cerca de 1.000 cuerpos pero solo 350 han podido ser identificados.