Según supo 180darwin, al pobre chiquilín lo tienen, desde hace más de un mes, sentado en la máquina a toda hora. “Parece que no se la sacan ni para dormir”, comentó con cara de preocupación un alto jerarca gubernamental que estudia el caso para saber si hubo alguna omisión o negligencia estatal. En el último mes y medio el muchacho no ha tenido respiro, o lo consultan las viejas por la calle sobre cómo queda el número personal con el cambio, o le preguntan qué deben digitar unos tíos que viven en Australia si es que por fin se deciden a llamar para Uruguay porque la verdad que desde que les va bien allá se comunican poco y nada y vos viste cómo es la gente y qué te parece esa actitud vos que estás en esto del mundo de las telecomunicaciones, o lo acusan de ser un ñoqui del Estado que se benefició con esta estafa a la población, o le dicen a la pasada “¿con este qué tengo que discar?” y cuando se da vuelta hay un vivo tocándose los genitales y un grupito alrededor riéndose a carcajadas, etc.
“No puedo ir a comprar ni unas pizzas sin que me agarren de gil”, fundamentó en su dramática carta al Ministerio del Interior, en la que solicitaba formalmente lo ingresaran en el Sistema de Protección a Testigos. “Quiero una vida nueva, un nombre y un rostro distintos, y una identidad falsa en el exterior. O por lo menos en algún lugar del interior en el que no vivan más de 15 mil personas y sólo se enteren de la existencia del mundo mediante La Red… ah, y quiero ropa decente, no ese saco con camiseta verde abajo de joven con onda que me dieron para la campaña”, exige en un momento en que la misiva empieza a tomar un cariz un tanto agresivo.

“El Estado me cagó la vida”, continúa más adelante, “deberían renunciar todos, han dado sobradas muestras de su incompetencia. ¿Cómo se les ocurre poner a alguien como yo en ese aviso? ¿Nadie se dio cuenta de lo horrible que salgo? Por culpa de estúpidos como ustedes que ponen a gente a hacer cosas para las que no está capacitada es que el país está como está”, escribió en la carta que refleja, por momentos, algún que otro brote de ira, comprensible por la situación opresiva que le toca vivir. “Tendría que hacerles un juicio y quedarme con el Hotel Casino Carrasco, el autito eléctrico que paseó a Mujica el día de la asunción y dos o tres ruanas de Marina Arismendi tejidas en Manos del Uruguay”, continúa amenazante, “pero no tengo tiempo, no creo poder sobrevivir más de dos semanas en este mundo hostil al que me han sometido gracias a la publicidad de la URSEC”.
El muchacho cuenta cómo el que no susurra a sus espaldas “ahí va el nabo del cambio de característica”, directamente lo agarra para el churrete y le pregunta qué número tiene que digitar para hablar con una tía abuela en Soriano que no sabe si está viva.
“Es como que te cagaras encima en la escuela durante una clase, pero después no te pudieras cambiar de escuela nunca más en tu vida, o mudarte a otro barrio, o comprarte un sobretodo negro, un rifle, y terminar con esa pesadilla de una buena vez como se hace en Europa”.

En cuanto la preocupación que generan sus dichos un poco pasados de rosca, 180darwin supo que el pobre muchacho confesó oscuros deseos en su círculo afectivo inmediato: “en estos días pensé en comprarme un machete y matarlos a todos como si fuera un revolucionario africano, creo que no estoy bien”, le habría dicho el joven a su madre, quien pidió mantenerse en el anonimato dado que no quiere que la alquilen en las reuniones de comisión de fomento de una escuela a la que concurre con asiduidad y aún manda al menor de sus hijos, que tampoco quiso ser identificado por miedo a la agresión de sus compañeros (incluso este niño borró de su Facebook las fotos etiquetadas con el hermano mayor), al igual que la escuela a la que asiste, que tampoco quiso darse a conocer para que el resto de las escuelas no la agarren para la joda y se produzca una fuga en masa de sus alumnos.