Hasta ahora, los seguidores de Guns N’ Roses han tenido que saciar su vicio con los proyectos de los ex miembros de la banda: Slash’s Snakepit, Izzy Stradlin & The ju ju Hounds, los cuatro discos de Gilby Clarke, el álbum solista del bajista Duff McKagan, su posterior grupo Loaded y, por supuesto, Velvet Revolver (Scott Weiland sostenido por Slash, Duff, Matt Sorum y Dave Kushner).
Quince años han pasado desde “The Spaghetti Incident?” (¿recuerdan el cover escondido de Charles Manson, Look at Your Game, Girl?) y, con seguridad, la incógnita a despejar por el fan de los “Guns” es si el Chinese Democracy califica como un álbum de Guns N’ Roses (recuérdese que los únicos miembros con pedigrí de la formación actual son Axl Rose y el tecladista Dizzy Reed) o, por el contrario, si merece ser catalogado como placebo.
El sonido de GN’R ha cambiado, pero esto no se debe únicamente a la falta de Sorum, Clarke, Duff o Slash (¡cómo se extrañan los tics y los solos de ese caballero!). Axl se atreve a conjugar la voz de nuevas formas -ha ganado en teatralidad- y, en paralelo, se permite huir del canon para invertir en detalles de rock industrial (Shackler’s Revenge) o para jugar con la hibridación de estéticas (If the World, There was a time).
Chinese Democracy tiene tracks efímeros (Scraped, Prostitute), tracks diseñados para el peludeo (Riad n’ the bedouins), temas ideales para lubricar caminatas hasta la parada de ómnibus (Sorry) y temas que parecen haber sido compuestos para que el escucha llore a escondidas en el baño (This I Love). Pero lo más importante de todo, es que la nueva obra de la banda de Rose contiene un paquete de canciones compatibles con su historia: Street of dreams (balada de piano con el obligatorio pedregullo agudo y vibrante de Axl), Madagascar (nada que ver con la película animada) I.R.S. y Catcher in the Rye (a medida de las expectativas de los ortodoxos).
Como decían en la publicidad de un jugo: ¡quiero más!
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