Cómo volar después del abuso

Reunir a un abusador y su víctima en un escenario es un desafío. Y si el texto no se ocupa tanto de juzgar como de plantear el diálogo entre los personajes, el riesgo es mayor. La directora Margarita Musto y los actores Levón y Jimena Pérez se animaron y “Black bird”, de David Harrower, se estrenó en Montevideo.

Actualizado: 04 de febrero de 2011 —  Por: Mauricio Erramuspe

Cómo volar después del abuso

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“Blackbird singing in the dead of night

Take these broken wings and learn to fly

All your life

You were only waiting for this moment to arise”

Ray es un hombre maduro y recibe una visita inesperada en su trabajo, fuera de horario. Una llega después de 20 años. Ray abusó sexualmente de ella cuando tenía 12 años, y él 40. Una noche escaparon juntos, se desencontraron, y la historia llegó a los padres de Una y a todo el Reino Unido. Ray fue preso y nunca más se vieron.

El escosés Harrower coloca a los dos personajes 20 años después, en un primer encuentro en el que cada uno contará su versión de los hechos.

Cuando terminaron de leerle la obra por primera vez, Margarita Musto quedó “de boca abierta”. La impactó la forma en que estaba escrita y el manejo del lenguaje, además del tema que abordaba. “Es un lenguaje mucho más cercano a cómo hablamos que a cómo se escribe teatro. Frases entrecortadas, balbuceos, las palabras que no alcanzan a decir lo que uno quiere y entonces la frase cambia de dirección. Es una manera de escribir que describe exactamente el estado interior de los personajes”, contó.

El cuento, junto a la manera de narrarlo, hace de “Black bird” “una muestra del teatro de nuestros días sumamente interesante”, opinó Musto.

La obra va los jueves, viernes y sábados a las 21.30 horas, y los domingos a las 20 en la Sala Zavala Muñiz, del Teatro Solís. Los jueves las localidades cuestan 150 pesos. El resto de las funciones, 300.

Como los actores emprendieron este proyecto en uso de su licencia en la Comedia Nacional, en principio, “Black bird” irá sólo hasta el 20 de febrero.

180 conversó con Musto sobre este espectáculo.

Jimena Pérez y Levón duante los ensayos (©Castagnello)

Ese teatro no se ve mucho en Montevideo. Una temática tan actual, que permanentemente está en debate, y escrita hace tan poco tiempo. Obviamente los clásicos siempre tienen actualidad, por algo son clásicos, pero esto tiene una relación directa con una polémica muy actual que vemos todo el tiempo, por ejemplo, en los informativos.

Sí. David Harrower la escribió a partir de un hecho real. Esa historia le disparó a él una serie de pensamientos que luego plasmó en “Black bird”.

Él pertenece a esa generación de los 90 en Gran Bretaña que se llama “In your face”, que tomaban al individuo en sus temáticas más oscuras y se la tiraban en la cara al público. Él dice que lanza una mirada “sosegada y oblicua” sobre estos temas y que no le interesa hacer debates morales sino mostrar al hombre cómo es.

En todo caso ese debate moral lo hace el espectador una vez que sale de la obra. Allí está planteada la situación, no el debate.

Claro. Por supuesto él también tiene una posición con respecto a las personas que abusan. Él dice que la sociedad tiene una forma de castigar para proteger a sus niños, y la sociedad tiene que darse una forma de protegerlos, tiene que buscar cómo penalizar ese tipo de hechos. Pero de alguna manera ya estamos todos de acuerdo en ese debate moral. Vamos a hablar de lo otro, a dejarlos a estos dos solos, ambos adultos, y que se digan lo que tienen que decirse.

Me llamó la atención la naturalidad en los diálogos, cómo no terminan las frases, cambian las oraciones por la mitad. Supongo que para vos como directora y para los actores fue un trabajo importante que eso quedara natural y no como un error…

Sabés que había que armar lo que no decían. Manejarnos como nos manejamos en la vida, cuando vos querés decir algo y te cortás en la mitad de la frase. En realidad tenías un pensamiento armado pero no llegás a terminarlo porque te parece mejor decirlo de otra forma o no decirlo. Entonces, hubo que trabajarlo muy minuciosamente.

Además ese diálogo es algo que los personajes, queriéndolo o no, están esperando desde que pasó lo que pasó entre ellos.

Sí. A eso hace referencia la canción de los Beatles, de Paul McCartney: “toda tu vida estuviste esperando este momento, levanta tus alas rotas y aprende a volar…”

Uno tiende a pensar que esta no es una temática para verano. ¿Cómo lo ha recibido la gente?

Bárbaro. Sorprendentemente a pesar del tema polémico que trata, la gente recibe muy bien el tener la oportunidad de reflexionar sobre un tema de estas características. Yo no sé si funciona eso de que en verano la gente quiere ver teatro más liviano. Me parece que es un lugar común porque la gente que queda en Montevideo sale y quiere ver buen teatro. No necesariamente tiene que ser un tema liviano porque haga calor.

Para los actores, las funciones son un trabajo impresionante. Los miraba al final y realmente quedan cansadísimos y muy metidos en los personajes, les cuesta salir durante el aplauso.

Es que el actor por más que tenga los recursos técnicos, pasa por una experiencia. El músculo más fuerte del actor es la imaginación y el hecho de tener que meterte en una vivencia que vos no pasaste pero que tenés que vivirla como si la hubieras pasado, es un esfuerzo y entrar en un territorio emocional muy fuerte. Si no, la obra no funciona. Ya vemos que cuando los actores no toman esos compromisos, las obras no fluyen, los textos no brillan.

Lo que le pasa a los actores, esa dificultad para salir de la obra y entrar en los aplausos, también le pasa al público. El planteo es tan fuerte que el aplauso no explota, va subiendo de a poco…

Es una obra que maneja mucho el suspenso. En cierta medida te vas colocando de un lado y de otro y viendo por dónde confluye.

Además incide cómo se va narrando la obra, el público va accediendo al relato por partes.

Está muy bien manejado el universo femenino y el masculino. Los planteos de ella son absolutamente femeninos. Va, toma la iniciativa, y dice todo lo que le pasó primero, de una forma emocionalmente muy comprometida. Él desde una zona mucho más tranquila cuenta lo que le pasó él.

Cuando recibiste la obra, el planteo tan franco que tiene, ¿no te ofreció dudas sobre cómo la aceptaría la gente?

Yo diría que nos animamos. Teníamos conciencia de lo que estábamos haciendo y fue una opción animarnos a hacerla. Cuando tenés un texto así entre manos, tenés la opción de decidir no hacerlo por autocensura, por cómo lo tomaría la gente, por defenderte. O dar el paso que se supone que es una responsabilidad de quienes nos dedicamos a estas cosas que es decir “encontramos esto, mostrémoslo”. Si nos tiran con una piedra, que nos tiren. Lo resumo en: “nos animamos”.

La gente que no le gusta saber que tenemos un lado oscuro, no debería venir a la obra. Yo en todo momento dije que se tiene que saber de qué se trata, en la publicidad pusimos que se trata de un tema tabú. Que vaya la gente que esté preparada.

¿Creés que al teatro uruguayo le puede estar faltando esta cercanía con temas del momento?

Yo creo que nosotros tenemos un tema con la dramaturgia, es adonde más hay que apuntar. Apuntalar a los dramaturgos a que salgan a escribir. También vivimos en una sociedad en la que nos conocemos todos. En sociedades más grandes es más fácil ser lo que uno es. En las sociedades provincianas uno se protege más. Lo que está faltando es una dramaturgia sólida.

Hay propuestas y buenos autores que están surgiendo. Tenemos buenos escritores. Pero la dramaturgia es la parte del teatro que está más rezagada. Esta obra además de tratar un tema como este, tiene un texto que es heredero de la tradición de Shakespeare. En una frase pasan por cuatro estados. Manejan el lenguaje de la gente y el lenguaje teatral de una manera que te dan ganas de hacerlo, además, por lo bien escrito que está.