Tardó pero llegó. Cuando Aguirre volvió a Peñarol los hinchas se ilusionaron con ver al equipo de la Fiera. Ese que ganó el Clausura 2009-2010 por asalto y dio la vuelta ante Nacional. Pero tuvieron que esperar hasta el quinto partido oficial. El carbonero despertó una noche ante Godoy Cruz, en el torneo que más le gusta y que más alegrías le dio: la Libertadores.
Es cierto que el gol al minuto incidió a favor del equipo uruguayo porque le permitió jugar con ventaja desde el inicio y hacer el partido que más le convenía. Pero también es real que Peñarol nunca perdió la presencia ni la forma aún cuando los mendocinos empataron.
Lo único que tuvo de parecido el Peñarol que se arrastró en Avellaneda y el Peñarol erguido de Mendoza fue la camiseta. En todo lo demás hubo un cambio radical para mejor.
La lesión de Fabián Carini liberó a Diego Aguirre que colocó al mejor golero que tiene en el plantel, Sebastián Sosa. El técnico además tuvo un acierto decisivo: la inclusión de Mier. El ex Fénix aparece siempre en los momentos más bravos. Su carta de presentación fue en Fénix – Nacional por el Apertura. Ni bien se puso la camiseta de Peñarol pateó un penal en el primer clásico de verano y anotó. A la semana definió el segundo clásico con una corrida sensacional por izquierda. En su debut en la Copa la rompió contra Godoy Cruz. Si eso no es clase.
Pero Mier no estuvo solo. En defensa Sosa demostró que el puesto es suyo y la línea final tuvo un solo error en la noche, en el medio Aguiar marcó y jugó y en ataque Olivera fue letal con sus estiletazos precisos y Alejandro Martinuccio pareció Usain Bolt.
Enfrente Godoy fue un equipo con voluntad pero sin ideas sobre cómo lastimar a Peñarol, que le anuló todas sus vías de llegada.
No se había jugado un minuto cuando Mier la tomó por el medio y le puso una asistencia perfecta a Olivera que recibió solo, habilitado y definió ante el golero.
El gol le sentó bien a Peñarol porque le permitió jugar con más tranquilidad y desconcertó a Godoy Cruz. El equipo mendocino tuvo la pelota pero no supo qué hacer con ella. Peñarol se mostró rocoso en el fondo, concentrado en el medio, explosivo por las bandas y efectivo en el área. Todo lo que le había faltado hasta ahora.
Godoy Cruz no encontró por abajo y entonces buscó por arriba. Sobre los 30, en la única distracción del fondo aurinegro, Ruben Ramírez anotó el empate de cabeza.
Sin embargo Peñarol no varió. Mantuvo la postura de jugar la pelota con criterio y de lastimar a una defensa que parecía una plantilla en un café con leche. Entonces no llamó la atención cuando a los 40 Martinuccio recuperó en la mitad de la cancha, entregó para Mier que corrió por izquierda y tiró un centro con la precisión de un arquitecto recién recibido. La pelota la conectó Olivera de palomita para el 2 a 1.
En el segundo tiempo Peñarol entregó la cancha y se replegó para intentar jugar de contra. Por eso Aguirre mantuvo a Martinuccio, Mier y Corujo.
Godoy quedó con línea de tres y jugado a revertir el resultado. Pero por más que sumó futbolistas ofensivos, no tuvo criterio. Levantó decenas de centros que fueron devueltos por los defensores de Peñarol mejor parados y más altos que sus rivales.
Mientras Godoy iba, Peñarol esperaba agazapado. Y apenas pudo mostró las garras. Martinuccio lideró a pura velocidad una contra letal por izquierda y cuando vio a Aguiar que venía tocando bocina por el medio se la dio. El volante recibió y picó la pelota para el 3 a 1.
A pesar del tiempo que restaba por jugar, nadie dudó que el gol de Aguiar había liquidado el juego. Aguirre colocó a Emiliano Albín por el lateral y corrió a Darío para armar una línea de cinco final. Minutos después rearmó el medio con el ingreso de Edison Torres. El corte de luz que interrumpió el partido por nueve minutos fue la metáfora perfecta para lo que mostró Godoy Cruz: un equipo con pocas luces que perdió sin atenuantes ante un Peñarol que jugó acorde a su historia y despertó a tiempo.