Con dos golpes letales, lo despertaron del sueño en la mejor parte. En el tramo inicial del segundo tiempo, el Santos tomó una ventaja que lo puso a resguardo del último esfuerzo aurinegro y conquistó la tercera Copa Libertadores de su historia.
Es difícil asimilarlo con la calentura del hincha. Pero el tiempo acomodará las cosas. Peñarol perdió la final, pero ganó muchas cosas en la Copa. Esas conquistas son las que deben impulsarlo. Más allá de la rabia de los jugadores, que en algunos casos se sacaron las medallas, y de la tristeza de los hinchas que se habían ilusionado gracias a las actuaciones dentro de la cancha.
El carbonero jugó un gran torneo que no pudo ganar porque en la serie final se encontró con un equipo que hizo mejor las cosas, que le anuló a los mejores delanteros y que tuvo al jugador más destacado de la llave. Así de sencillo. Pero eso no quita que el mundo Peñarol sienta orgullo de llegar dónde llegó.
El aurinegro cayó de pie. Sin entregarse nunca. Fiel a su historia. Dejó el alma y el corazón. Igual que en el primer partido, le faltó fútbol. Y eso en una instancia definitiva hace la diferencia.
La única mancha de la Copa fue el final del partido en el Pacaembú. Las corridas, los golpes, los incidentes, estuvieron fuera de lugar. Peñarol no merecía despedirse así. El cierre debió ser con un reconocimiento a la gente que los acompañó, ofreciendo sus camisetas a la tribuna y abandonando el campo con la cabeza bien alta. Pero algunos hinchas de Santos entraron a la cancha, dijeron algo y varios jugadores uruguayos descargaron.
Santos es un justo campeón. En los 180 minutos que definieron el título fue superior al equipo de Aguirre. De Montevideo se llevó un empate y en Brasil no le pesó ser el favorito.
Con un Pacaembú a reventar, el cuadro brasileño salió decidido a hacer la diferencia. En los primeros 10 minutos tuvo cuatro tiros de esquina a favor y un remate de afuera del área que rechazó Sebastián Sosa.
Después de ese lapso, Peñarol respiró un poco más aliviado porque la defensa aurinegra comenzó a exhibir el rendimiento habitual y, aunque el dueño de la pelota siguió siendo Santos, ya no se jugó tan cerca del arco de Sosa.
Con la dupla Ganso – Elano como responsables del armado en el medio de la cancha, las proyecciones de los laterales y el inmenso Neymar picando por la punta izquierda, Santos nunca perdió el control del juego. Defensivamente, el equipo brasileño repitió la exitosa fórmula que presentó en Montevideo: Adriano pegado a Alejandro Martinuccio. La marca sobre el argentino le cortó todos los caminos hacia el arco a Peñarol, porque los extremos no tuvieron recorrido y Juan Manuel Olivera volvió a lucir lejos de su mejor forma y encima estuvo aislado.
Con ese panorama, al aurinegro le quedaba defender y tratar de que pasara el tiempo. El partido perdió nivel y se vieron varias patadas groseras. La peor fue de Neymar que debió ser expulsado por una entrada artera contra Alejandro González, quien debió salir de la cancha luego del golpe. Sin embargo el pésimo Sergio Pezzotta lo mantuvo en cancha. En medio del vale todo, Luis Aguiar también cometió un par de infracciones descalificadoras.
El inicio del segundo tiempo fue letal para Peñarol. A los dos minutos Arouca hizo una tremenda jugada y se la sirvió a Neymar quien definió contra el primer palo. El gol dejó tambaleante a Peñarol que estuvo algunos minutos para asimilarlo. Quedaba un buen tramo de juego aún pero la pregunta era cómo hacia para darlo vuelta. Con el paso de los minutos, el equipo tomó riesgos y se expuso en defensa.
Peñarol quedó al borde de un ataque de nervios. Varios jugadores confundieron las cosas y cometieron excesos. Matías Corujo debió ser expulsado por una patada en el pecho de Arouca, enorme figura del campeón, y por un codazo sobre Neymar, pero a Pezzotta quizá le pesó la beca al delantero del Santos y lo dejó en la cancha.
El Santos fue inteligente para jugar con la ventaja y apretó el acelerador en el momento justo. Sobre los 68 y tras una jugada de izquierda a derecha, Danilo sentenció luego de una notable subida y mejor definición.
Aguirre intentó el milagro con el ingreso de Fabián Estoyanoff, ya estaba Jonathan Urretaviscaya en cancha, para que el equipo tuviera la velocidad por las bandas que no había mostrado hasta ese momento. Fue el mejor momento de Peñarol. El Lolo desbordó por la derecha y metió un centro que Durval impulsó dentro de su propio arco.
En los minutos finales Santos se perdió dos goles increíbles y la ilusión de la hazaña se potenció. Pero no hubo tiempo ni posibilidades. Entonces Peñarol despertó de su sueño más hermoso. Aunque no debe estar ni por un segundo arrepentido de haberse permitido soñar.